viernes, abril 26, 2024
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REFORMA O REVOLUCIÓN EN LATINOAMÉRICA (1)

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– Autor: Juan Diego García –
 
Las victorias pacíficas de la izquierda en Latinoamérica están lejos de tener objetivos revolucionarios inmediatos y se distinguen en cambio por su marcado carácter reformista. Sólo en Venezuela se habla de un proceso revolucionario que superando el sistema capitalista avance hacia un socialismo propio que ellos denominan “socialismo del siglo XXI”.

Ya sea porque el pensamiento socialdemócrata predomina hoy allí donde antes el marxismo revolucionario tenía su hegemonía, o sencillamente porque la represión de las dictaduras civiles y militares –que ha hecho fácil la labor al neoliberalismo– destruyera partidos y organizaciones populares, lo cierto es que sólo algunos grupos sostienen ahora la revolución como la tarea inmediata en el continente.

Desde la derecha más montaraz los partidarios incurables de la “teoría de la conspiración” sostienen que los nuevos gobiernos de la izquierda sólo proclaman el reformismo para tranquilizar a los Estados Unidos y sus socios locales y ganar tiempo para sus aviesos propósitos. Pero la realidad es que esta vocación reformista es sincera y el nerviosismo de Washington y las oligarquías criollas ante este inesperado giro a la izquierda en los gobiernos latinoamericanos se explica solamente por su aversión enfermiza a cualquier reforma. Para la derecha latinoamericana y para Washingtonvcualquier cambio importante es sinónimo de revolución, violencia, caos y en el mejor de los casos manifestación de “populismo irresponsable” y demagogia.

Pero si se prescinde de la propaganda interesada y manipuladora y nos atenemos a la gestión de estos gobiernos no es posible abrigar dudas acerca de su carácter reformista. Es más, en algunos casos su proclamada reacción contra el neoliberalismo es muy relativa y las políticas económicas del pasado en buena medida se mantienen. Inclusive, algunos de estos gobiernos reformistas llevan tan lejos su moderación que impacientan a una ciudadanía deseosa de medidas más enérgicas.

Pero en todos es común el esfuerzo por la recuperación del Estado como instrumento decisivo en la vida política y económica del país, la revisión de las privatizaciones de las grandes empresas, la defensa de los recursos naturales, medidas para mejorar la situación económica de las mayorías, el impulso a la integración regional (como rechazo o como medida compensatoria frente al ALCA) y, en general, el empeño en reivindicar la soberanía nacional.

En términos generales podría decirse que estos gobiernos apuestan por el desarrollo del capitalismo de Estado, por un énfasis en el mercado interno (sin abandonar las políticas de expansión de exportaciones) y por la redistribución de la riqueza nacional. Es destacable también la búsqueda de nuevos mercados y nuevos socios (diferentes a EEUU y la UE), en especial China y los llamados países emergentes. A diferencia de los anteriores gobiernos neoliberales los nuevos líderes de la izquierda establecen distancias prudentes y claras con relación a Washington.

Si bien es cierto, cada país tiene su propia dinámica y sus procesos son singulares, existe un elemento que les identifica: el elevado nivel de las reivindicaciones y el descontento generalizado de la población. Y demostrar que el sistema es mejorable y que la democracia formal funciona es sin duda el principal reto del actual reformismo en Latinoamérica. La satisfacción de reivindicaciones tan profundas y sentidas no es ya posible con simples cambios superficiales después del amargo trago del neoliberalismo. El capitalismo latinoamericano y en particular su recién estrenada democracia formal tienen en esta contradicción entre expectativas legítimas y capacidad efectiva del sistema para satisfacerlas su principal desafío.

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