miércoles, abril 24, 2024
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Pachamama: Naciones indígenas, vida, espiritualidad, producción

Éxodo 153
– Autor: Nidia Arrobo Rodas –

«La tierra está de duelo. La tierra ha sido profanada» gritaba el Profeta Isaías (Is. 24,5). Este mismo ha sido y es el grito de los indígenas, cuando luchan contra los conquistadores y profanadores, en defensa de su tierra, vale decir de su madre”

Mons. Proaño

  1. Realidad Viva

Existe en la cosmovisión de las naciones originarias de nuestra Abya Yala una relación especial, única con la tierra. Hay un pueblo originario que la llama con ternura “Niña Tierra”. Aquí en Ecuador, los Kichwa la llaman PACHAMAMA, que significa MADRE TIERRA y que en un sentido más amplio sería madre tiempo-espacial o madre espacio temporal, el universo, la Gaia[1], el TODO.

De este concepto PACHAMAMA procede una verdadera simbiosis entre el ser humano y la naturaleza, una relación afectiva y efectiva que es entrañable, especial, pues al considerarla como MADRE, se desarrollan profundos y reales sentimientos filiales que tienen que ver con el amor, el cuidado, el respeto y hasta con la veneración que le prodigan, porque además de todo esto, los kichwa «mantienen con la tierra una relación mística».[2]

Sin ambages “proclaman hoy que la tierra es su madre, porque de ella han nacido, porque ella los alimenta, porque en su seno descansan cuando están fatigados por el trabajo, porque a ella volverán cuando mueran”.[3]

“Con la misma emoción y profundidad de hace más de ciento treinta años con que habló <el Gran Jefe Seatle al Presidente Franklin Pierce (1855)>, hablan hoy los indios de Norte, Centro y Sudamérica, acerca de la tierra y de la naturaleza. El indio concibe como madre a la tierra, porque de ella ha nacido y también porque ella le alimenta. La tierra laborable está compuesta de arena, arcilla, caliza y una capa de humus. Las plantas extraen de la tierra el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el magnesio y otras composiciones químicas. Los animales se alimentan de las plantas. El hombre se alimenta de las plantas y de los animales. En definitiva el hombre se alimenta de la tierra, de las sustancias que componen la tierra, de la misma manera como el niño se alimenta de la leche de su madre”.

…“Existiendo una relación vital tan estrecha, ¿cómo ha podido el hombre olvidar que es tierra? El hombre indio no lo ha olvidado. Recogiendo su pensamiento el Documento de Bogotá dice: «…no son ellos los que poseen la tierra sino que es la tierra la que los posee a ellos, más aún, los indígenas son la tierra»[4]. Según afirma Leonardo Boff[5]los mejores cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, <nos revelan que> somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera…

  1. Valores que mantienen las cosmovisiones indígenas

… “El indio piensa con el corazón que la tierra                                                  es su madre. Es su pensamiento fundamental.                                                  Es el anillo central del núcleo pluricelular de                                                          su cultura”

Mons. Proaño

La concepción de la tierra como madre que mantienen los pueblos originarios, conlleva la existencia valores y principios que como dice Mons. Proaño están llamados a transformar no sólo a Ecuador sino al mundo y conllevan una mística y una espiritualidad en la cual se fundamentan axiomas que favorecen tanto la noción de lo colectivo, como la de una espiritualidad concreta, con celebraciones, ritos y ceremonias propias. Desde la tierra considerada como madre nacen relaciones más que sociales, comunitarias. De este concepto Madre Tierra, “nace el concepto de fraternidad extensa, de familia extensa, de igualdad entre todos. Si la tierra es la madre de los hombres, los hombres son sus hijos y, entre sí, hermanos, llamados a constituir una gran familia”[6] Así nace entre los kichwa el concepto de comunidad y surge también la vida comunitaria cuya base es el ayllu[7] concepto milenario.

La tierra considerada como madre, si la poseen en forma comunitaria, la cultivan entre todos y sus frutos son repartidos, generosamente, empezando por los más desfavorecidos de la comunidad: viudas, huérfanos y discapacitados y luego equitativamente entre todos los comuneros de manera que no queda nadie sin su ración y todos disfrutan del esfuerzo comunitario. ¿No se asemeja esto a la primera comunidad cristiana? “Todos los seguidores de Jesús, tenían una misma manera de pensar y de sentir. Todo lo que tenían lo compartían entre ellos y nadie se sentía dueño de nada”[8] En la primigenia comunidad “tenían un solo corazón y una sola alma”, acá los kichwa en sus movilizaciones proclaman: “shuk shunkulla, shuk maquilla, shuk yuyailla, shuk shimilla”.[9] Ellos viven de este modo «Todo se comparte, los espacios privados –típicos de la modernidad– son míni­mos. La vida es un camino comunitario donde las tareas y las responsabilidades se dividen y se comparten en función del bien común. No hay lugar para la idea de individuo desligado de la comunidad o de su territorio”.[10]

En Ecuador, gracias a la forma en la que los pueblos indígenas aman, cultivan y cuidan la madre tierra, tenemos garantizada la seguridad y soberanía alimentarias con productos agroecológicos propios saludables y nutritivos y ellos no cultivan únicamente para los suyos, sino para toda la población.

Además “De su concepción fundamental de la tierra considerada como madre extraen los indígenas una distinta concepción del trabajo –que no debe ser devastador sino amoroso, parecido al esfuerzo que hace el niño tierno cuando estruja el seno materno para mamar la leche–. De allí mismo extraen una concepción distinta del tiempo que tiene que ser utilizado armónicamente, sin prisas, de acuerdo al ritmo y cadencias de la naturaleza, de acuerdo a la sucesión de las estaciones. De allí mismo extraen una concepción distinta del dinero, cuya adquisición no constituye el objetivo final de su vida y de sus luchas, sino un simple instrumento de intercambio… Y así mismo extraen una concepción distinta y una práctica distinta de la medicina, pues la tierra madre les provee de una diversidad de plantas medicinales utilizables de acuerdo a la variedad de enfermedades. Y anhelan una educación distinta que esté más acorde con su pensamiento y sus costumbres. Y, partiendo de esa concepción de tierra y amándola entrañablemente, se muestran profundamente religiosos encuentran que el Dios invisible de sus antepasados, Pachacamac, es en definitiva el mismo Dios de la Biblia, y que Jesucristo, como el Sol, el Dios visible de sus antepasados, es ´luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo´ (Jn. 1,9),” [11]

Eco vivo de la belleza del cántico bíblico de la creación son las expresiones del Gran Jefe Seattle: “Han de saber que cada partícula es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y en la experiencia de mi pueblo… »

  1. Injusticia y crimen

“Atacando a la Tierra, nos atacamos a                                                                   nosotros mismos que somos Tierra                                                            pensante”.                                                                                             Leonardo Boff

Roger Garody –en el Diálogo de Civilizaciones– escribía hace diez años: «La relación del hombre con la naturaleza que caracteriza al Renacimiento se basa también en cierta relación individualista a ultranza, de la que nacerá el hombre de empresa, en el mejor y peor sentido de la palabra. Esta voluntad de provecho y de poder es también la del Conquistador, que no vacila en franquear los límites del mundo conocido, ni en devastar continentes y civilizaciones”.

Con cuánta razón Monseñor Proaño sostiene: “Es cierto que esta manera de pensar «que la tierra es madre» está en abierta contradicción con el pensamiento de la cultura occidental economicista y dominante. Es cierto que muchísima gente puede opinar que esta manera de pensar acerca de la tierra es primitiva, anticuada y contraria al ímpetu irresistible del progreso que anima al hombre moderno. Sin embargo creo que estamos en la última hora que nos permite todavía detenernos a reflexionar para examinar si lo que llamamos progreso no es una carrera loca hacia la destrucción y la muerte y si no estaríamos obligados también en este caso, a volver a las fuentes para redimir la vida. La visión armónica que tiene de la creación el pueblo indígena, su respeto de la naturaleza y su cuidado de las reservas, pueden educar la conciencia ecologista de los hombres de Europa y de otras partes del mundo y contribuir a que se haga un alto a la explotación destructora de los recursos naturales”.[12]

Pero «… el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que otro, porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga… Trata a su madre, la tierra, y a su padre, el cielo, como cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fueran corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras de sí solo un desierto[13] «.

Esa relación del hombre con la naturaleza de la que habla Garody, totalmente opuesta a la relación hombre-madre tierra de los pueblos originarios que ha venido imperado desde el Renacimiento, es la que está produciendo sucesivas crisis civilizatorias que constituyen una verdadera amenaza no solo para la sobrevivencia de las culturas ancestrales sino aún para la vida de nuestra Casa Común. Hoy como ayer continúa el despojo de tierras y territorios y se produce la desterritorialización, los pueblos indígenas protestan, “somos región de pueblos robados”. A esto se suma la presencia de las políticas extractivistas, la invasiva penetración de transgénicos, plantaciones, monocultivos, hidroeléctricas que secan las fuentes de agua, desforestan las selvas, envenenan y degradan los suelos y crean el desequilibrio de la tierra provocando el calentamiento global; ni qué decir de la imposición de Tratados de Libre Comercio, TLCs que no son sino Tratados de la Libre Corrupción, fruto nefasto de la neoglobocolonización alienante, aculturizante.

Con toda la razón Thomas Piketty en ‘El capital en el siglo XXI’, asevera ‘al lugar donde llega el capital, inmediatamente aparecen las desigualdades’. O como sostiene Boff “Sucede que nosotros, olvidando que somos una porción de la propia Tierra, comenzamos a saquear sus riquezas en el suelo, en el subsuelo, en el aire, en el mar y en todas partes… En función de ese propósito se ha orientado la ciencia y la técnica… para un grupo minúsculo de la humanidad[14].

No somos conscientes de que con la sobreexplotación de la Madre Tierra nos autosuicidamos y nos exponemos a que nuestra madre generosa se revele y emita microorganismos como el sars, el ébola, el dengue, la chikungunya y ahora el coronavirus. Quizás ya intuíamos que ocurriera algo así dado el calentamiento global, el efecto invernadero, así como la presencia de incontrolables y progresivas inundaciones, incendios, sequías, tifones. “La agresión es tan violenta que más de mil especies de seres vivos desaparecen cada año, dando paso a algo peor que el antropoceno, el necroceno: la era de la producción en masa de la muerte”.[15]

  1. Desafíos y Resistencias

“Volver a las fuentes para

redimir la vida”

Mons. Proaño

¿Quién puede parar la frenética marcha del llamado progreso y desarrollo que amenaza la vida de las naciones indígenas, de la Madre Tierra y de la Humanidad?

El sistema capitalista no lo va a frenar. Son los mismos pueblos milenarios que han venido desarrollando una serie de estrategias para la vida de sus territorios y de sus culturas. Entre ellas, la terca rebeldía y el permanente inconformismo frente al sistema neoliberal extractivista y depredador; las históricas luchas por la defensa de tierra y territorio. Se cuentan también muchas prácticas tanto colectivo-comunitarias cuanto agrario-sustentables que se basan en un respetuoso trato de los suelos y la praxis de la ética del cuidado y veneración a la creación con clara conciencia de sus límites, como expresión del amor a la Pachamama.

Y es que justamente los indígenas con persistencia insisten: “todo está co­nectado”, todo está relacionado entre sí. Todas las cosas están interligadas como la sangre que une a una familia sostiene el Jefe Seatle; por lo que no sólo la devastación de la Amazonía, sino aún el exterminio de las abejas hiere al sistema tierra, al sistema vida.

Estamos llamados a valorar la sabi­duría de los pueblos originarios, a cambiar nuestra relación con la Madre Tierra y asumir nuestra responsabilidad con el destino común de la Tierra viva-humanidad, lo cual implica respeto a los valores y principios de las culturas ancestrales, a sus territorios y ante todo la búsqueda de nuevos paradigmas postcapitalistas que proscriban el sistema capitalista y la explotación infinita de los recursos naturales. Las naciones indígenas de Ecuador claman por la urgencia de construir tanto el Sumak Kawsay[16] como el Estado Plurinacional en el cual se respeten sus derechos ancestrales, su autodeterminación y autogobierno, sus territorios y sistemas culturales y proyectos de vida. Y como sostiene el Papa Francisco “debería­mos insistir en la urgencia de «crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables que aseguren la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del pa­radigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia». [17]

Urge amar y cuidar nuestras raíces, porque son el punto de arraigo que nos permite ser y respon­der a los nuevos desafíos. Es de las raíces de donde proviene la fuerza para renacer, florecer y fructificar. Es la oportunidad de reinventar el mundo

Quito, 6 de abril de 2020

[1] La Tierra como un superorganismo vivo que se autorregula, según Boff “…Es un Ente vivo, un sistema que regula los elementos físico-químicos y ecológicos, como hacen todos los organismos vivos, de tal forma que vive y continúa produciendo una miríada de formas de vida”.

[2] La Evangelización de los indígenas en vísperas del medio milenio del descubrimiento de América. Bogotá, 16- 09-1985.

[3] Proaño, L., Discurso, Universidad de Saarland, Alemania, 26-10-1987.

[4] La Evangelización de los indígenas en vísperas del medio milenio del descubrimiento de América, Bogotá, 16-09-1985.

[5] Boff, «El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre», 26-03-2020

[6] Proaño, L., Discurso, Universidad de Saarland, Alemania, 26-10-1987.

[7] Familia ampliada.

[8] Hechos 4, 32.

[9] Un solo corazón, una sola mano, un solo pensamiento, una sola lengua.

[10] Papa Francisco: Instrumentum Laboris 24

[11] Proaño, L., Discurso, Universidad de Saarland, Alemania 26-10- 1987.

[12] Íd.

[13] Carta del Jefe Seattle al presidente Franklin, 1855.

[14] Boff, Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra 03-28-2020

[15] Boff, 03-13-2020

[16] Una aproximación a este concepto sería que haya VIDA y VIDA en ABUNDANCIA para todas las VIDAS, en simbiosis total. El neoliberalismo neocolonizador, es lo más opuesto al Sumak Kawsay.

[17] Laudato Si 53

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