viernes, abril 26, 2024
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Las colas del hambre

Escrito por

Pepe Mejía

Periodista y activista social en Latina-Madrid

A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba hacia abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder”.

Eduardo Galeano

El barrio salvando al barrio

En Madrid, Aluche, el barrio en el que vivo desde hace casi treinta años, la imagen de cientos de personas en hilera para recoger bolsas de comida me ha hecho recordar las imágenes de mi adolescencia en Perú. Junto a las colas del hambre, numerosas personas permanecen sentadas en los bancos del parque de Aluche, disfrutando de una mañana soleada.

La imagen expresa que el hambre toca a nuestras puertas. Ya no es una quimera, es parte de una cruda y dura realidad. Las imágenes de las colas del hambre nos han hecho caer en la cuenta, de un día para otro, que había aparecido hambre. Pero el hambre siempre había estado allí, aunque nos negásemos a verle la cara.

Sueños rotos, jóvenes de segundo de bachillerato dejando los estudios para ponerse a la cola y recibir alimentos porque su madre está en paro y al padre le han reducido la jornada a media y tiene una hermana de siete años.

La asociación de vecinos de ese barrio del distrito de Latina ofrece estos días alimentos a unas 3.200 personas. La demanda de comida social ha aumentado en un 14 por ciento. No se tiene ingresos ni por la Renta Mínima de Inserción (RMI), ni por el Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), ni por el Ingreso Mínimo Vital (IMV).

Una familia –con sus cinco miembros infectados por coronavirus– es una realidad a la que los colectivos sociales hacen llegar alimentos. Los servicios sociales no llegan, o no tienen intención política de llegar, a un problema que no es coyuntural, sino estructural.

La respuesta social

Una de las características de esta acción social desde abajo es la participación de los y las jóvenes. Mujeres y hombres, con cierta vergüenza, se han acercado a pedir ayuda, y después ofrecen su voluntariado. Una experiencia simple, sencilla y un primer paso para afrontar el tema de fondo: el cuestionamiento del sistema en el que se basa la desigualdad.

Las redes de solidaridad denuncian los intentos del Ayuntamiento de Madrid de capitalizar este trabajo. Veinte de ellas emitieron el 13 de abril un comunicado en el que denunciaban que la Alcaldía del PP y Ciudadanos pretendía sacar “rédito político” del trabajo que se realiza sin su ayuda desde los barrios, “intentando ocultar lo que realmente ocurre”: una derivación sistemática desde los Servicios Sociales, saturados “por falta de organización y personal”, a estas redes vecinales.

Solo en la despensa solidaria del Teatro del Barrio, en Lavapiés, se atiende a 600 familias. Y, según cuentan desde la propia red, “no dan abasto”: hay otras 500 familias en lista de espera, 300 de ellas en situación de calle. Y esta es una de las cuatro iniciativas vecinales del barrio de Lavapiés.

En Villa de Vallecas, la despensa solidaria atiende a 800 familias, con dos locales, ocho voluntarios y 4.500 euros de donaciones semanales.

Según el recuento de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) han surgido o consolidado 58 redes de apoyo mutuo creadas desde asociaciones de vecinos y colectivos barriales que atienden a más de 20.000 personas. Con recursos propios y con 6.179 personas voluntarias, las redes no se limitan a los barrios más afectados de la capital, sino que llegan a muchas de las ciudades y pueblos de la Comunidad.

Existen experiencias muy interesantes e importantes de acompañar. El grupo de salud comunitaria de San Diego, Vallecas, está impulsado por colectivos vecinales y personal sanitario. El barrio tiene los peores índices de precariedad y exclusión social. La pandemia ha agravado lo que ya era insostenible. Por eso varios colectivos se han unido y coordinado con personal de los centros de salud para hacer frente a las necesidades sociales más urgentes a través de un grupo de salud comunitaria, en un barrio ya de por sí solidario y luchador.

«La situación es tan grave que no nos ha quedado otro remedio que organizarnos y ayudar«. Falta lo fundamental: rastreadores, refuerzo del transporte público, de los servicios sociales, del personal sanitario. «Vallecas luchará unida y sin parar hasta lograrlo«, insisten desde todas las asociaciones vecinales.

Las colas del hambreEl Ayuntamiento destina 2,67 euros para ayudas a la alimentación por cada persona bajo el umbral de la pobreza. Sin embargo, es inaudito que una sola asociación vecinal, sin medios ni recursos propios, haya dado en dos meses más ayuda que la que la mayoría de las Juntas Municipales en sus distritos. Es el caso conocido de la Asociación de Vecinxs de Aluche (AVA), que ha entregado más de 4.000 lotes de alimentos y productos básicos a familias que lo necesitaban hasta la misma fecha que se ha tomado como referencia para los contratos municipales.

Multiplicando por 50 euros cada lote, como media, son más de 200.000 euros que un grupo de más de 200 voluntarios han sabido recoger y repartir. Ha sido posible gracias a la solidaridad vecinal que sí ha comprendido la situación de emergencia social que acompañaba a la crisis.

La FRAVM asegura que ocho redes de ayuda son las más congestionadas de familias necesitadas, entre ellas: Centro, Aluche, Puente de Vallecas, Villa de Vallecas, Vicálvaro, Villaverde, San Blas y Usera.

Rogelio Poveda de la AVA nos dice que los pequeños comerciantes se han implicado en esta tarea solidaria. La AVA planteó la constitución de mesas de emergencia social para tratar todos estos temas, pero el Ayuntamiento, en plena crisis social y de emergencia, miró para otro lado.

En las redes de solidaridad participan personas de todas las nacionalidades, jóvenes, mujeres mayores. Vienen familias de colegios privados –y que han caído en el COVID19– pidiendo alimentos.

Junto a la entrega de alimentos, la interlocución con la administración local, la denuncia ante los medios de comunicación, se ha fomentado la movilización. En este sentido, la movilización como estrategia para conseguir objetivos acompaña. Cientos de personas de varias nacionalidades y entidades ciudadanas se dieron cita frente al Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid, para exigir un plan urgente de emergencia social, porque consideran que el hambre que están pasando muchas familias podría matar más que el coronaviru

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