viernes, abril 26, 2024
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MARÍA DE NAZARET, PARADIGMA DE NUESTRO ADVIENTO

Escrito por

– Autor: Evaristo Villar –
 

MARÍA DE NAZARET, PARADIGMA DE NUESTRO ADVIENTO
TEXTOS PARA LAS LECTURAS
ORACIÓN DE LA COMUNIDAD
NIÑA DEL SÍ

Todo estaba pendiente de tu boca. _ Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran _ con la vida en las manos, detenida, _ como un reloj callado y a la espera.

Como si Dios tuviera que esperar un permiso…

Tu palabra sería la segunda palabra _ y ella recrearía el mundo estropeado _ como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente. _ Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.

Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo, _ sin la más leve sombra de no, toda en el Día. _ Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos, _ la respuesta cabal a su pregunta _ sobre la Nada en flor… _ Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo. _ Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados, _ y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente.

Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta; _ jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera; _ pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso _ como el clamor del Génesis.

Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio _ bajo el filo implacable de la Gloria… _ Cuanto más cerca de la Luz vivías, _ más en la noche de la Fe topabas, a oscuras, con la Luz, _ y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno! _ Tú diste más que nadie, cuando más recibías, infinita de seno y de esperanza. _ ¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos…! _ Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento _ tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana. _ Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día: _ en las especies torpes del vagido _ y en las especies del sudor cansado _ y en el peso vencido de la muerte…

¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo, _ gavilla de cordera, presentada y encinta! _ Porque has dicho que sí, _ Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María.

Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé. _ El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido. _ La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto, _ y sobre las banderas blancas de los almendros _ el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo.

Pedro Casaldáliga

Se anuncia el nacimiento de Jesús

A los seis meses envió Dios la ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. Entrando a donde estaba ella, el ángel le dijo: -Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús. Éste será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin. María dijo al ángel: -¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre? El ángel le contestó: -El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, al que va a nacer lo llamarán “consagrado”, “Hijo de Dios”. Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible. Respondió María: -Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mi lo que has dicho. Y el ángel la dejó.

María visita a Isabel

Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó del Espíritu santo. Y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor! Entonces dijo María: -Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en la humillación de su sierva.

Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor: Santo es su nombre y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Su brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes: derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío.

Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose, como lo había prometido a nuestros padres, de la misericordia a favor de Abrahán y su descendencia, por siempre.

María se quedó con ella cuatro meses y se volvió a su casa.

Lucas 1,26-56

P. Todos los relojes marcaban la hora cero _ cuando el ángel Gabriel bajó a Nazaret _ (como “el resto fiel” de Israel, María también lo estaba esperanzo): _ “Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo”. _ Y, al instante, la noche se transfiguró en luz poderosa; _ la espera se llenó de presencia; _ y, hasta el borde de nuestros sueños, llegó _ el Año de Gracia que anunciaban los profetas.

Asamblea. Te bendecimos, Dios de las Buenas Noticias, _ porque has mantenido tu Palabra, _ porque has cumplido tu Promesa.

L1. Como palmera en medio del desierto, _ María de Nazaret centra la espiritualidad del adviento: _ Es la “hija de Sión” que espera intensamente la llegada del Dios liberador, _ y es la madre de Jesús que ofrece ya la salvación a tanta espera. _ Virgen, abierta a lo inesperado de Dios; _ y madre que ofrece gozosamente al mundo el fruto de su esperanza.

Asamblea. ¡Dichosa tú, María, que has creído en la Palabra del Señor! _ ¡Dichosa, tú, por haber dicho que sí a la iniciativa de Dios! _ El Señor está en ti; tú eres causa de nuestra alegría _ y orgullo de nuestra raza. _ Por eso “todas las generaciones te proclamamos bienaventurada”.

P. Prendidos de la esperanza y de la fe de María de Nazaret, _ prototipo de la humanidad, y madre de Jesús y de la Iglesia, _ nos unimos a su espíritu del “magníficat” _ para cantar juntos “las grandezas del Señor:

Asamblea.SANTO, SANTO, SANTO.
……………..

P. Como guarda y refleja el espejo del río _ la profundidad del cielo y del paisaje, _ en tu corazón, María, vas tú conservando _ el lento despliegue de la vida de Jesús. _ La meditas con admiración y sorpresa, _ y la reflejas en resol luminoso con alegría y gratitud.

L2. Antes de ser proclamado y escrito _ el Evangelio se hizo carne en ti. _ Marcados llevas al fuego del Espíritu _ los gestos y las palabras de tu hijo, del Hijo de Dios.

Asamblea. Ayúdanos a recordar ahora, desde el arcano de tu memoria, _ la “última cena de Jesús”. Y venga sobre nosotros el Espíritu de Dios _ que nos haga reconocer, en esta mesa, la cena de la Nueva Alianza _ que Dios estableció con el mundo en la Pascua de Jesús.

P. En la tarde de su despedida, Jesús tomó pan…

……………………………………………….

P. Este es el que en adviento esperamos, presente y ausente, _ dádiva y promesa, objeto de fe y apuesta de esperanza. _ Este es Jesucristo, el sacramento de nuestra fe.

L3. A la luz de los gestos de Jesús, _ María va desvelando que el rostro del Dios invisible _ es “misericordia de generación en generación”, _ y que la ley de su forma de actuar en el mundo _ es su desmedido empeño por “salvar siempre a los pequeños”.

L4. Pues María la de Jesús está convencida de que la salvación al mundo _ no llega por la seguridad “de los soberbios, que Dios desbarata”; _ ni desciende del “trono de los poderosos, que Dios derriba”; _ ni se compra con el dinero de “los ricos, a quienes Dios despide vacíos”.

Asamblea. La salvación está en el amor que el Dios misericordia _ derrama entre “los pequeños, los humildes y los hambrientos”. _ Ayúdanos, María del “magnificat”, a grabar hondamente en el alma _ esta convicción tuya, que brota desde tu fe en Dios _ y desde tu esperanza inquebrantable en el futuro del mundo.

L5. El adviento que precede a los nacimientos de Juan y de Jesús _ es la hora de las mujeres, la hora de las madres: _ Isabel, que al fin ve cumplida su espera, es la madre de la terca esperanza; _ Y María de Nazaret, que reconoce con alegría las maravillas _ que Dios está haciendo en ella, es la madre gozosa de la fe. _ La humanidad entera está en ellas representada _ y reconoce, en el nacimiento del hijo que María lleva su seno, _ la presencia del “Dios.-con- nosotros”, fruto de la fe y esperanza de la humanidad.

Asamblea. Haznos participar, oh Dios de la misericordia, “Dios-con-nosotros”, _ de la esperanza colmada de Isabel, de la fe inquebrantable de María, _ para que podamos devolver la dignidad debida a la mujer tantas veces violentada; _ para que podamos mirar al futuro con esperanza, _ y al presente, como adviento, preñado de presencia, a pesar de sus crispadas apariencias.

P. Reconocemos, Señor, que la dicha que brota entre “los pobres y los hambrientos, _ entre los que lloran y los excluidos” en el Sermón del Monte, _ es la misma bienaventuranza que desborda el canto de María: _ “Me llamarán dichosa todas las generaciones”. Porque en esta mujer _ que llegó a descubrir el amor de Dios y lo creyó hasta hacerlo carne de su carne, _ Dios nos está ofreciendo el paradigma más brillante del seguimiento de Jesús. _ Con ella, con María, brindamos al Padre:

Asamblea. Por Cristo…

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