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VIDAS HIPOTECADAS. DE LA BURBUJA INMOBILIARIA AL DERECHO A LA VIVIENDA

Éxodo 117 (en.-feb) 2013
– Autor: Miguel Ángel de Prada –
 
Un texto, dos autores y dos prologuistas. Es todo un libro para el diálogo, que consigue contar con la complicidad del lector desde la primera línea y establecer con él un diálogo reflexivo para la transformación social. Porque en España, la vivienda ha pasado de ser un derecho constitucional a proteger, a ser un derecho sistemáticamente vulnerado, tal como denunció en 2006 Miloon Kothari, evaluador de la ONU para España sobre el Derecho a una vivienda adecuada. Y además, según dicho informe de la ONU, en la vulneración sistemática de este derecho las administraciones públicas habían sido cómplices. Esto se decía ya en 2006, antes de cualquier atisbo de crisis en la burbuja inmobiliaria, y es que el problema de la vivienda en España no es de ahora, ni de antesdeayer, sino como nos recuerda José María Naredo: “Si alguna cosa dejó atada y bien atada la dictadura, fue la política de vivienda, la herencia de su modelo urbanístico y la práctica del pelotazo inmobiliario”. Desde las últimas décadas de la dictadura y lo mismo durante la democracia, la política de vivienda ha ido dirigida a convertir a los “proletarios en propietarios”, a través de transformar el bien social de la vivienda en mercancía, como nos explican Ada y Adriá.

El libro de apenas doscientas páginas lo podemos considerar un libro de bolsillo, accesible para todos los públicos, aunque estaría mejor decir que se convierte en libro de cabecera por la claridad en la exposición de “Cómo hemos llegado hasta aquí: El ADN de la burbuja inmobiliaria” (parte primera); por la contundencia de la respuesta colectiva que ha supuesto desde 2009 la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) (parte segunda), y por los valiosos consejos y recursos que ofrece a quienes se encuentren en vía de expulsión de la vivienda (parte tercera).

Ada Colau y Adriá Alemany son dos investigadores jóvenes, activistas catalanes del movimiento por el derecho a la vivienda digna, que surgieron de las luchas en 2006 en plena euforia del boom inmobiliario. Ada trabaja en el Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) y Adriá es economista. Como resultado de aquellas luchas, en 2009 impulsan la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a la vez que elaboraban diversos materiales de reflexión y audiovisuales sobre el tema: el documental La ley del ladrillo (2007) y el corto El ADN de la burbuja inmobiliaria (2009). El presente texto es tanto fruto de sus luchas como de sus reflexiones y de su saber comunicar. Es un texto de lectura fácil, que forma parte del género literario del “ensayo reivindicativo”, como recuerda G. Pisarello, profesor de Derecho constitucional en la UAB y primer prologuista. El profesor Pisarello termina sus palabras con el lema que día tras día hacen posible las mujeres y hombres de la PAH: “Sí se puede”. Y este mismo lema sirve como título para la aportación de José Coy, afectado por la hipoteca en Murcia, que después de un intento fallido de constituir una asociación de afectados para defender sus derechos, encontró una guía válida en la experiencia barcelonesa de la PAH. Hoy hay más de 60 plataformas locales en toda España y es que todas las herramientas están diseñadas para su reproducción en cualquier lugar. La PAH no surgió de la nada, sino de un grupo de personas vinculadas a la experiencia de “V de vivienda”, movimiento social nacido en 2006 a partir de un correo electrónico anónimo que circuló por la red convocando a los jóvenes a hacer una concentración de protesta en las principales plazas de las ciudades del Estado para exigir el derecho a una vivienda digna. Internet fue y es el medio de organización, la misma forma de surgir y funcionar que han adquirido los nuevos movimientos sociales de “Democracia real YA” y el “15M”; similitudes que junto con la convergencia en los objetivos ha propiciado una fuerte articulación entre ellos. V de Vivienda hizo un gran aporte renovando el lenguaje y los códigos utilizados hasta el momento por los movimientos sociales tradicionales. Su fuerte, como recuerdan Ada y Adriá, fue la capacidad de conectar con la opinión pública mediante campañas directas e imaginativas; así fue el lema de la primera manifestación: “No tendrás casa en la puta vida”; o la creación del Superhéroe, que irrumpía, en los mítines de los candidatos en las elecciones municipales de 2007, con el artículo 47 de la Constitución inscrito en el dorso de su capa para denunciar la mercantilización de la vivienda y los esfuerzos sobrehumanos que tienen que hacer los ciudadanos para sobrevivir en unas ciudades cada vez más caras, inaccesibles y excluyentes.

El relato de este drama social es, para Ada y Adriá, “el resultado de una legislación anacrónica, que es prácticamente una versión contemporánea de la esclavitud: los que en una ocasión cometieron el error de firmar una hipoteca, quedarán condenados financieramente de por vida (…) Al desahucio se le suma una condena financiera que se transforma en una condena a la exclusión social: la persona podrá se embargada de por vida (nóminas, cuentas bancarias, herencias, etc) y tendrá serias dificultades para llevar una vida digna, ya que al aparecer en el listado de morosos puede convertirse en un impedimento a la hora de encontrar trabajo, alquilar una vivienda, contratar un línea telefónica o, incluso, percibir ayudas públicas. Por haber querido acceder a una vivienda, a un bien de primera necesidad reconocido como derecho fundamental, puede convertirse en un proscrito sin posibilidad de recuperarse (…) Esta grave vulneración del derecho a la vivienda implica la vulneración de otros derechos fundamental interdependientes, como es el derecho a la salud” (pp. 31-32), tal como se ha visto en el aumento de casos de suicidio por esta causa.

La respuesta colectiva de la PAH al gran problema social de los desahucios ha conseguido logros espectaculares: las personas afectadas han perdido el miedo a exhibir y se han unido; la fuerza conjunta ha llegado de la capacidad de aglutinar fuerzas para hacer frente a la todopoderosa banca, porque, como recuerda el prologuista afectado José Coy, Joaquín el Cura, sacerdote murciano y activista de la PAH, reza diciendo que “la banca no tiene corazón, la ciudadanía, sí”. Una ciudadanía que ha sabido manejar la pluralidad que atraviesa al movimiento en cuanto a procedencias (inmigrantes y autóctonos), identidades, creencias y culturas. Pluralidad que explica el gran arraigo de un movimiento tan joven que ha pasado del silenciamiento inicial mediático a situarse en el centro de la agenda social y política: a todos nos han hecho aprender lo que es la “dación en pago” y a la clase política la han puesto contra las cuerdas para hacerla cambiar la ley hipotecaria, pese a las resistencias directas de la gran banca. Termina el prologuista afectado por la hipoteca haciendo un llamamiento a no cejar ni un momento, dado que la realidad de las pequeñas victorias no debe hacer olvidar que el final del conflicto no está escrito. Sin embargo sí se han abierto las puertas de un cambio de época para el derecho a vivienda digna, para que la hipoteca de un bien no pueda nunca volver a hipotecar la vida de las personas. Quizá, lector, si has llegado hasta aquí, podrás felicitar a la PAH en su cuarto aniversario (29 de febrero de 2009) y podrás seguir diciendo, “sí se puede”, ¿o es que se puede hacer más en menos tiempo?

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