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UNA EXPERIENCIA COMUNITARIA DE LIBERACIÓN, Evaristo Villar / Comunidad santo Tomás de Aquino

Éxodo 116 (nov.-dic.) 2012
– Autor: Pedro Casaldáliga y Nicolás Castellanos –
Evaristo Villar / Comunidad santo Tomás de Aquino

PRESENTACIÓN, PEDRO CASALDÁLIGA

Este libro es una crónica evangélica y evangelizadora, unos “Hechos de apóstoles”, un testimonio de una comunidad viva, adulta, corresponsable, encarnada en la hora y en el lugar, en un proceso a veces conflictivo, pero siempre suficientemente lúcido y esperanzado.

Leer el índice del libro sacude la indiferencia pastoral, la rutina practicante y la renuncia a ser Iglesia adulta y libre; y nos enseña a creer que “otra Iglesia es posible”. No ha sido siempre fácil pero siempre han estado presentes en la comunidad Santo Tomás de Aquino la coherencia de fe y la corresponsabilidad para superar tensiones y desconfianzas. Esa comunidad ha vivido su proceso en búsqueda dentro del momento histórico, más o menos grave, crispado muchas veces, de la iglesia española. Una lección fraterna para muchas comunidades en proceso también de “adultez”, de protagonismo del laicado, de superación de centralismos y clericalismos; pasando lentamente de la crispación al diálogo, o por lo menos a una coexistencia que, más tarde o más temprano, acaba reconociendo el derecho y el deber de ser y ayudar a ser una Iglesia plural. “Iguales y diferentes” es la consigna de cierta pastoral de la migración. Los varios rostros que vienen enriqueciendo la Iglesia y la sociedad, en ese trasiego dolorido de las grandes migraciones, nos urgen también a vivir desde luego el primer “ecumenismo”, dentro de la propia Iglesia, para que sea “católica” y para estimular el ecumenismo de todas las Iglesias y el macroecumenismo de todas las religiones.

Si alguien tiene sus dudas o reticencias frente a esa comunidad, pionera en varios aspectos, le aconsejo que lea el libro desapasionadamente. No se trata de una comunidad que vive solo algunas dimensiones y que podría olvidar dimensiones mayores. El libro recoge los apartados mayores del proceso y reafirma el cultivo diario “de la formación permanente”, “de la dimensión celebrativa”, “de los compromisos colectivos”. Las dos alas del Espíritu de cada uno de nosotros, de cada comunidad eclesial, de todas las Iglesias, que venimos reivindicando, se cultivan en la Comunidad Santo Tomás de Aquino con seriedad y con creatividad.

Hay que leer este libro, esta crónica de hechos apostólicos en hora y lugar bien concretos y desafiadores, con voluntad fraterna de compartir su riqueza espiritual ayudando a tejer “la red de comunidades”, vocación de muchas que están en proceso semejante.

El libro habla de un epílogo como “experiencia de liberación abierta al futuro” que seguirá siendo proceso evangélicamente conflictivo y pascualmente apasionado; cultivando siempre las dos grandes dimensiones de la mística y la militancia. Cada día, si abrimos los ojos y el corazón, encontraremos eco de comunidades semejantes a la de Santo Tomás de Aquino; pero difícilmente encontraremos otras comunidades con la madurez y la fidelidad con que esa comunidad querida está viviendo el Evangelio.

Yo tengo fuertes lazos afectivos y pastorales con esta comunidad y nuestra Prelatura de São Félix do Araguaia debe a esa comunidad madrileña (y mundial) mucho cariño y gratitud. La solidaridad ha sido siempre y seguirá siendo una especie de sacramento a orillas del camino para esta comunidad solidaria y samaritana.

El libro termina apelando a Jesús (el de Nazaret, nuestro Camino, Verdad y Vida). Y si algo ha de crecer en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades, es la pasión por el Jesús del Evangelio y por los pobres del Reino. El libro termina con palabras vocacionales de Jesús y de sus primeros seguidores; preguntas abiertas que nosotros todos, todas, hemos de hacer y responder: “Maestro, que vea”, “¿Dónde moras, Maestro?”, “¿Qué he de hacer para ir ganando vida eterna?”.

EPÍLOGO, NICOLÁS CASTELLANOS

Todo epílogo recapitula, resume, confirma intuiciones y propuestas, ratifica caminos abiertos, persuade y mueve a la acción, y, a veces, a la provocación.

Ayer “Parroquia Universitaria”, hoy “Comunidad de Santo Tomás de Aquino”, ha recorrido un largo camino entre la utopía y el conflicto, la profecía y la huella martirial, entre consolaciones y desolaciones.

Pero este relato Una experiencia comunitaria de liberación, nos recrea el perfil gozoso y exigente de la fe, en donde se vislumbra “un tiempo en que todo lo hago nuevo”. Se diseña el rostro de otra manera de ser Iglesia, enamorada, esposa, madre, samaritana, que camina del brazo de Dios en el tiempo y en la historia y se mueve con agilidad en la cultura actual.

“Ser amigos fuertes de Dios” no está reñido con una religiosidad intensa, mística, humilde, abierta, inculturada, encarnada, comprometida.

La fe no suprime nada; añade, multiplica, enriquece, es un plus, una luz, una visión nueva. Dios no prescinde, ni sustituye a nadie y menos a la mujer o al hombre. Dios siempre añade, multiplica, fortalece, pone gracia, se hace don, nos hace agraciados, mujeres y hombres nuevos.

Desde el inicio esta Comunidad siguió el camino por los raí – les del Evangelio y las coordenadas del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Y así constituye una buena noticia, que construye y levanta esperanzas precisamente en este mundo desgastado, triste, paralizado por la cultura del miedo, de la insolidaridad, en un norte amenazado, en crisis, insatisfecho, carente del sentido de vida y en el sur, convulso, que se desangra entre pobrezas, drogas, corrupción, injusticias y contrabando.

Un mundo que no termina de encontrar el rumbo, ni vivir a gusto en la casa común, en “la aldea global”, integrado, interdependiente, intercultural, interreligioso, con una visión nueva y plural del mundo, en el marco institucional democrático de la liberación y derechos humanos fundamentales.

La Comunidad de Santo Tomás de Aquino se interroga como nos interrogamos muchos:

¿Cómo ser cristiano en esta sociedad marcada por la pluralidad social, política, moral, cultural, religiosa?

¿Cómo ser creyente en nuestra Iglesia, al decir de gente conspicua, anquilosada en el pasado, carente de un discurso atractivo para la sociedad de hoy, con crisis demoledora, inmersa en un “invierno eclesial”, escasamente valorada entre las demás instituciones, al menos en España, sin conectar con la nueva cultura del diálogo democrático, de la tolerancia y del pluralismo?

La Comunidad de Santo Tomás de Aquino señala algunas constantes en su itinerancia: pasión por el Reino, fe y entrega en el seguimiento de Jesús, encarnación en las culturas, confianza en la presencia de Espíritu Santo, cercanía a los pobres y creatividad.

Parten siempre de aquel postulado, que trazó el Concilio Vaticano II: la necesidad de reformas en la Iglesia. Hoy las reformas tienen que ser profundas, si la Iglesia quiere situarse correcta y evangélicamente en la sociedad moderna y posmoderna.

La eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II postula nuevas estructuras y debe despertar en los creyentes un modo nuevo de sentir, pensar y actuar, aplicando medios de hoy, y no de ayer, para resolver los temas y problemas de hoy.

Hace algunos años, un grupo de obispos de mi tiempo emitíamos una opinión preocupante. Existe una sensación difusa de que desde hace algunos años, los documentos romanos, a diversos niveles de autoridad, han reinterpretado sistemáticamente los documentos del Vaticano II, con el fin de presentar la posición conciliar minoritaria, como el verdadero sentido y significado del Concilio Vaticano II. Nadie ignora cómo en el Concilio Vaticano II, los obispos en su conjunto constituían el ala progresista mayoritaria, frente a la minoría de la Curia Romana conservadora.

Pero sigamos con el relato de nuestra comunidad. Un relato humano y humanizador, teológico, teologal y pastoral, liberador y transformador. Después de la caída de muchas utopías, se empeña en diseñar y proyectar algunas constantes de la utopía de Jesús, la parábola del reino y la presencia multiplicada del Espíritu Santo, que “hace nuevas todas las cosas”.

En esta comunidad corre la vida a borbotones, se hace praxis el núcleo fundamental cristiano. Se plasma en el seguimiento y discipulado de Jesús, que expresa la cercanía de Dios Padre, Madre, Ternura, Misericordia, Amor; se experimenta la pasión por el reino, se vive la opción evangélica; se expresa la profecía y se vive en parresia.

Está atenta y escucha a la mujer y al hombre de hoy, situado en otros contextos psicosociales, culturales, plurales, a la sombra de los nuevos signos de los tiempos.

En contraste con la realidad eclesial empobrecida, aquí surgen los levantes de la aurora de nuevos horizontes y sueños. Dime lo que sueñas y te diré lo que eres.

Rompiendo con los esquemas preconciliares, de “cristiandad”, sin renunciar a la identidad cristiana, tienen el coraje de plantearse ser creyente hoy, inspirados en la Palabra, subidos en la utopía de Jesús, alentados por el Espíritu, que nos invita a interpretar la realidad a la luz del Evangelio y de los nuevos signos de los tiempos y del espíritu, letra y música del Concilio Vaticano II.

En este contexto plural la Comunidad de Santo Tomás de Aquino hace una lectura significativa de revalorización de la comunidad cristiana, como espacio de humanización, de personalización, de experiencia de “amigos fuertes de Dios”, de interioridad, de fuente de solidaridad, de búsqueda colegial, comunitaria, de solución a los problemas graves de hoy, en donde el esfuerzo, la creatividad de todos y la presencia del Espíritu Santo son necesarios.

Su comunidad, como revelación trinitaria, se convierte en un lugar de acogida y compasión, comunión de comunidades, modelo de la nueva sociedad, en la que ejerce de “samaritana”, de “experta en humanidad” y suplemento y alma del grupo.

He podido verificar que se trata de una comunidad inmersa en el pluralismo y desde ahí hace presente la oferta gratuita de Jesús y el Reino, que anunció a los pobres, sin excluir a nadie.

Esta comunidad refleja que somos el pueblo del Espíritu y de la profecía. Encarna esa tradición profética: moverse en ejercicio activo de profecía, entre la resistencia y la utopía, y haciendo caminos y andaduras de frontera. Se traduce en cuestionar más que en responder y siempre hacerlo desde la sabiduría de la Palabra y desde la verdadera tradición, entendida no como que los vivos están muertos, sino que los muertos están vivos.

En este relato queda claro que el diálogo exige una escucha valiente, sin miedos ni complejos, con esa postura pedagógica de proponer más que imponer.

Y en el más puro estilo franciscano esta comunidad vive en camino: Jesús convierte el despojo en gracia, a los despojados en agraciados, porque ya tienen padre, madre, hermanos ya tienen familia, ya tienen mesa para compartir y, sobre todo, ya tienen camino para anunciar que Dios nos ama locamente y, además, empezamos a practicar la justicia. Esta para San Mateo es la misericordia, la capacidad de compasión (cumpatere = sufrir con el otro). Este es el gran aporte y sacramento actual de la Iglesia, tanto en el mundo secularizado, como empobrecido. Y eso es tener entrañas de padre, de madre para reunirnos todos en el hogar común, en la mesa de la fraternidad, de la Eucaristía, en la que en el centro está Jesús y a su alrededor los pobres y todos los demás. Entonces lo último, la centralidad de Jesús es Dios en su relación con las personas, con la historia, la que acontece y se explicita como Reino. La intención última de Jesús se resume en dos palabras: “Abba” y Reino.

Después de la lectura de esta “experiencia comunitaria de liberación” describiría así el itinerario recorrido por los hermanos: ligeros de equipaje, alforjas rebosantes de experiencia de Dios, subidos en la utopía del Reino, contemplativos y absortos en la verdad, hecha sabiduría, el corazón ardiendo en la llama del Espíritu Santo, las manos bañadas de solidaridad para meterlas en la harina de la historia, para recrearla y hacerla Reino, que anule el antirreino, en medio de la antehistoria.

Y en la marcha del camino, no han faltado nunca las huellas martiriales. Ya lo decía Peguy: “Tener la verdad es empezar a sufrir; defenderla es empezar a morir”.

Por otra parte, el itinerario recorrido por la comunidad de Santo Tomás de Aquino coincide con la voz denunciadora de un profeta de ayer, el teólogo Ratzinger. Hace unas décadas escribía:

Después de las actuales crisis, la Iglesia que surgirá mañana tendrá que ser despojada de muchas cosas que ahora todavía mantiene. Será una Iglesia más bien pequeña. Y tendrá que recomenzar, como lo hizo en sus principios. Ya no tendrá condiciones de llenar los edificios que han sido construidos en sus periodos de gran esplendor.

Con un número menor de seguidores, perderá muchos de los privilegios que ha acumulado en la sociedad. Al contrario de lo que viene aconteciendo hasta el presente momento, ella surgirá mucho más como una comunidad de libre opción… Siendo entonces una Iglesia menor, va a exigir una mayor participación y creatividad de cada uno de sus miembros.

Ciertamente aprobará formas nuevas de ministerio; convocará al presbiterio a cristianos probados que ejercen simultáneamente otras profesiones… Todo esto va a tornarla más pobre, será una Iglesia de gente común. Claro está que todo eso no va a acontecer de un momento a otro. Va a ser un proceso lento y doloroso.

Estas palabras proféticas de Josef Ratzinger han sido publicadas por el New York Times, con la colaboración de la CNN, en la última semana de mayo de 2010 (tomado de la revista Alternativas, n. 41).

Y con la Comunidad de Santo Tomás de Aquino – Una Experiencia Comunitaria de Liberación, seguimos mar adentro, subidos en la utopía. Y desde lejos, desde la otra orilla, el PUEBLO canta:

Habrá un día en que todos, _ Al levantar la vista, _ Veremos una tierra, ¨Que ponga LIBERTAD.

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