viernes, abril 26, 2024
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Un Dios diferente

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El dios de los señores no es igual

“El Dios de los señores no es igual”, le contestó el sacristán indio al cura con provocadora lucidez en el relato de Arguedas Todas Las sangres que recordaba Gustavo Gutiérrez, el padre de la teología de la liberación, con verdadera pasión en su para siempre evocador y provocador libro Cómo hablar de Dios desde Ayacucho. Y con la meridiana sencillez del sacristán corroboraba, pero ahora cargada con la mejor teología: es verdad, “El Dios de los señores no es igual”. Y por eso tampoco se puede hablar de Dios igual en medio de la injusticia y el sufrimiento que en la placidez de la escandalosa abundancia; no se puede hablar de Dios igual en la capitalista Suiza que en el Mato Grosso, la tierra del martirio y la esperanza del obispo de los pobres del Amazonia.

Pedro Casaldáliga

El Dios de Ayacucho sabe de sufrimientos

Con gran lucidez sostenía por eso el teólogo alemán Juan Bautista Metz que “la crisis de Dios se debe a que hemos hablado demasiado de Dios de espaldas a la historia de sufrimiento de la humanidad”, y sostenía que “el que habla de Dios y en su hablar no se escucha el eco del sufrimiento del mundo, ése no habla de Dios, sino de un mito, y no hace teología, sino mitología. «El Dios de Ayacucho sabe de sufrimientos. Esa es la diferencia y singularidad del Dios bíblico, lo que le hace radicalmente diferente.

Un Dios diferente

Fue el teólogo dominico francés Christian Duquoc quien expresó con gran lucidez, desde la experiencia y la praxis de Jesús de Nazaret, la diferencia y singularidaddel Dios bíblico en un libro luminoso titulado, justamente, Dios diferente. ”Jesús –escribe– muestra por medio de su acción que el Dios a quien él invoca como Padre no es un Dios que oprime, sino un Dios que libera… El combate por la libertad de Dios apasiona a Jesús. Dios es honrado allí donde el hombre deviene libre”. La cuestión que llevó a Jesús a la cruz no fue una cuestión política, sino una cuestión de Dios: la cuestión de quién es verdaderamente Dios.Y Duquoc lo identifica meridianamente: “Que Jesús invoque a Dios como Padre no es –dice– lo original en él, sino que lo invoque en una acción de liberación. Esa es la singularidad y la provocacióndel Dios diferente, del Dios que ya descubrieron lúcidamente los grandes profetas de Israel, como Jeremías: “Practicó la justicia y el derecho, defendió la causa del pobre y el indigente”: (Ger. 22, 16), “¿No es esto conocerme?”: (Jer 22, 16).

El que habla de Dios y en su hablar no se escucha el eco del sufrimiento del mundo, ése no habla de Dios, sino de un mito

Que lo hiciera Duquoc no tiene nada que extrañar. Duquoc fue el director de la tesis doctoral en teología de Gustavo Gutiérrez, el padre de la teología de la liberación. Sin duda, hubo una profunda sintonía entre los dos en que el Dios de los pobres, es un Dios diferente…

Un Dios débil

La diferencia y singularidad del Dios de Jesús la reconoció de forma extrema un creyente y teólogo alemán en la noche oscura de la prisión de la Gestapo. Allí experimentó al Dios de Jesús en su profunda “debilidad”: un Dios débil: “Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente solo así está Dios con nosotros y nos sostiene. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios, clavado en la cruz, permite que lo expulsen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente así está Dios con nosotros… Solo el Dios sufriente puede ayudarnos.”

Dietrich Bonhoeffer, así se llamaba, dio testimonio del Dios diferentehasta el final, hasta el martirio.

Transcendencia, no, “trans- descendencia”

Otro testigo de la diferencia y singularidad del Dios diferentede Jesús, esta vez desde la periferia del mundo, desde el mundo de la pobreza y la exclusión, desde “el lugar donde no queda más que el sufrimiento, la desesperación y el grito desde lo hondo”, el teólogo de la liberación Jon Sobrino lo expresó con no menos lucidez y sensibilidad, hablando no de transcendencia, sino de trans- descendencia, que libera de la hybris humana y reconforta a los pequeños y sufrientes.

El Dios “kenótico”, del “no poder”

Esta es, efectivamente, la singularidad del Dios del monoteísmo bíblico-profético, y particularmente del Dios de Jesús. Singularidad que pudo y aún podría provocar una profunda transformación del cristianismo en una religión, mejor, en una mística mesiánica-kenótica “deojos abiertos“, como promovía y ya no pudo ver el teólogo Juan Bautista Metz. Una mística de seguimiento de Jesús, afectado absolutamente por el sufrimiento del mundo, del mundo de los pobres y abatidos, de los otros, de las víctimas; una mística del sufrimiento en razón de Dios, en razón de su ausencia, del Dios diferente.

El Dios diferente de Pedro Casaldáliga

El Dios diferente de Pedro CasaldáligaPero si hay un Dios diferente ése es el Dios de Pedro Casaldáliga. El Dios más diferente y a la vez más evangélico, como queda reflejado en la espléndida entrevista figurada que le hicieron Benjamín Forcano y Manuel García Guerra en el número 143, de Éxodo, en 2018: “Pedro Casaldáliga, Hermano Universal, profeta de nuestro tiempo”, en la que me apoyo. Un Dios pegado íntimamente a sus causas:Yo soy yo y mis causas, causas que valen más que mi vida”, confesaba. Y en el centro y en la base de ellas la luminosa y esencial proclamación, tan sencilla como solemne: “¡Lejos de nosotros gloriarnos, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, y en vuestras cruces, hermanas de la suya!”, proclamación que subrayaba la del apóstol Pablo en el sentido del Dios diferente, crucificado (Gál.6,14), en el crudo conflicto que sufría la Iglesia de la Amazonía con el latifundio y la marginación social en la causa de la tierra.

Tensión que se mantiene y amplifica en la causa de los pobres, la gran opción por Dios, pero por el Dios diferente, que justamente por ser Amor se inclina. “parcialmente” hacia el pobre y el indigente y contra el lucro y el privilegio de los ricos, de los que tienen la posibilidad de explotar, dominar y excluir… para que haya hermandad. “Si Cristo es la riqueza de los pobres, ¿por qué no es la pobreza de los ricos para ser la hermandad de todos?”, preguntaba el obispo de los pobres ante el desconcierto de los que se escandalizaban de semejante parcialidad del Dios diferente.

Y entre los pobres, los primeros en el cuidado del obispo, los indios, la causa indígena, y con ellos, los negros y su causa, sometidos durante siglos a esclavitud, para mayor ignominia en el nombre del Dios blanco, un Dios que era justamente lo opuesto del Dios diferente.

Y no en último término, el cuidado de las mujeres y su causa, doblemente marginadas en la sociedad y en la Iglesia, privadas de gozar de la “novedad del Evangelio”, de la Buena Noticia del Dios diferente,para quien ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer… porque todos sois uno en Cristo Jesús, como les garantizó san Pablo a los Gálatas (Gal, 4,28).

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