sábado, abril 20, 2024
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«Sumak Kawsay»

Escrito por

Éxodo 130
– Autor: Vladimir Paspuel –

El pueblo precolombino de Kuna, cuyo territorio se extendía por la actual Panamá y Colombia, nombró como Abya Yala a todo el continente Americano, significa tierra en plena madurez o tierra de sangre vital. Al sur, los Incas concibieron el término Pachamama, derivado de dos vocablos: Pacha, en quechua significa universo, mundo, tiempo, lugar, y Mama, traducido como madre. La Pachamama para los pueblos originarios es concebida como una deidad andina que en su aspecto simbólico se relaciona con la tierra, la fertilidad, la madre, lo femenino y lo es todo.

Otro de los elementos esenciales en la cotidianidad de los pueblos originarios del Abya Yala es el “Sumak Kawsay” o Suma Qamaña, en Aymara; esta noción que ha sido traducida como “Buen Vivir”, se crea y recrea en la Pacha Mama y su acepción más profunda es “Vida en plenitud”. La vida en plenitud andina dista mucho de la concepción occidental, ligada al tener y poder; los pueblos indígenas han encontrado en esta praxis de vida el equilibrio perfecto de justicia, equidad, respeto a todos los seres de la naturaleza y a sí mismos; esta forma de vida es una forma de resistir al capitalismo y a la modernidad que nos sumerge en el egoísmo, hedonismo, consumismo…, en el que la tierra, el humano cercano o distante, es solo un producto, un número, un recurso a ser explotado.

El ser humano contemporáneo debe entender que la Tierra es el único lugar que tenemos para vivir, para realizarnos en armonía con nuestro entorno habitado por miles de especies. La Tierra es vida y nos da la vida, que lamentablemente nos hemos encargado de manipular, aun cuando se conoce que dicho manejo trae problemas profundos y nos pone en peligro de extinción.

Los seres humanos hemos confundido el «Buen Vivir» o «Vida en Plenitud» con la acumulación de riqueza, la ociosidad, la gula, la vagancia, los excesos, incluso con el poder; la codicia de algunos humanos no tiene límites, llegando al irracional extremo de aniquilar lentamente el único hogar que tenemos la «Pacha Mama», nuestro planeta. Estamos devorando todos los recursos, deforestando la poca naturaleza que nos queda, en consecuencia desertizando nuestro hábitat; incendiando nuestra casa. Urge un cambio radical de vida de la especie humana, la tierra tiene sus límites, nuestro planeta tiene lo suficiente para todos si lo compartimos equitativamente, pero pensando no sólo en nosotros mismos, sino también en las generaciones futuras y zonas más desfavorecidas. Aún nos quedan poquísimas o quizá la última oportunidad para recuperar el modelo de vida de nuestras generaciones pasadas, de nuestros pueblos indígenas, quienes llevaban vidas en armonía con su entorno, en la que ellos se concebían como una parte más de la naturaleza, una pieza más del puzle, no la única o la vital, como es el pensamiento occidental; no olvidemos que somos solo eso, una parte más de nuestra Pacha Mama.

En la actualidad, varios países de Latinoamérica se han hecho eco de este clamor, como es el caso de Ecuador, que incluyó en su Constitución “derechos a la naturaleza” al sumak kawsay; implica mejorar la calidad de vida de la población, desarrollar sus capacidades y potencialidades, contar con un sistema económico que promueva la igualdad a través de la redistribución social territorial de los beneficios del desarrollo; impulsar la participación efectiva de la ciudadanía en todos los ámbitos de interés público; establecer una convivencia armónica con la naturaleza; garantizar la soberanía nacional, promover la integración latinoamericana; y proteger y promover la diversidad cultural.

“Soy tuyo, madre tierra: me invade el parentesco inevitable y hondo de tu ritmo en mi sangre, porque pese a mi miedo, a mi apego a la vida, hay algo en mis adentros que espera y desespera por regresar a ti…” (Elías Nandino)

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