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¿QUÉ HACEMOS CON LOS MAYORES?

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Éxodo 111 (nov.-dic.) 2011
– Autor: Antonio Zugasti –
 
Es una de las paradojas de nuestro tiempo. Por un lado la ciencia médica y la tecnología actual han permitido prolongar la vida humana de una forma muy notable, especialmente en los países más ricos. Pero, por otro lado, al sistema económico imperante esa multitud de personas mayores le estorba. No producen, y para que consuman hay que darles una pensión. Vamos, un desastre económico. Y en tiempos de crisis mucho peor.

O sea que el capitalismo ha logrado convertir una gran mejora de la humanidad en un problema social. La pregunta: ¿Qué hacemos con los mayores? se ha convertido en un quebradero de cabeza para “los mercados”: a los mayores no se les puede vender, no se les puede invertir, ni especular con ellos, y mandarlos a la guerra de Afganistán canta demasiado.

Tradicionalmente los mayores eran atendidos en el entorno familiar, pero hoy a la familia, en general más pequeña, más disgregada, trabajando fuera de casa los dos miembros de la pareja, le supone una carga muy pesada atender la larga vejez de sus mayores. Lo normal es, pues, que hoy día los mayores resistan en su medio habitual mientras el cuerpo aguante. ¿Y cuando ya no aguanta? Entonces el anciano puede pedir plaza en una residencia pública. Establecerán un baremo según las circunstancias socio-económicas de esa persona y, a no ser que su situación económica, familiar y social sea realmente muy mala, probablemente se quedará sin plaza en la residencia pública. Puede también recurrir a una residencia privada, pero entones, por el contrario, su situación económica tiene que ser tan desahogada que pueda hacer frente al elevado coste de esas residencias.

¿Y los que estamos en medio, que probablemente somos la mayoría? Los que no somos suficientemente pobres para ser admitidos en una residencia pública, ni suficientemente ricos para pagar una aceptable residencia privada. Pues recibimos la respuesta propia de nuestra sociedad individualista y competitiva: Arréglatelas como puedas. Y lo más normal es arreglárselas cargando, a veces durante largos años, sobre unos hijos –más bien unas hijas– que ya están bastante agobiados con su propio trabajo y el estrés de nuestra sociedad.

Ante esta situación hace ya unos años que un grupo de mayores decidimos cambiar la pregunta. No esperamos a ver qué hacen con los mayores, sino que nos planteamos: ¿qué hacemos los mayores? ¿Cómo resolvemos nuestro problema? Partimos de una idea fundamental: los problemas se resuelven mucho mejor cooperando que compitiendo. Frente al sálvese el que pueda propio del sistema capitalista, apostamos por el todos juntos, y nos pusimos manos a la obra.

Constituimos una cooperativa –TRABENSOL, TRABajadores EN SOLidaridad– para construir y hacer funcionar un centro en el cual el apoyo mutuo, la cooperación y la solidaridad permitieran, con un coste asequible para un trabajador modesto, proporcionar a todos sus miembros una calidad de vida y una atención adecuada a las necesidades que se fueran presentando con la edad y la falta de salud. No queríamos hablar de residencia para no confundirlo con las residencias al uso, donde las personas van, o son llevadas, cuando su estado les impide continuar con una vida mínimamente normal y se convierten en sujetos totalmente pasivos. Lo definimos como Centro Social de Convivencia y Servicios para Mayores.

Teniendo muy en cuenta que no se trata simplemente de tener cubiertas unas necesidades materiales. Buscamos el bienestar por unos caminos distintos al confort y el consumismo obsesivo a que nos empuja la mentalidad capitalista. Jorge Riechmann resume muy bien la alternativa cuando escribe: “la investigación contemporánea sobre la felicidad, desde la psicología y las ciencias humanas, redescubre y afianza una antigua propuesta de Aristóteles y Epicuro: la clave son los vínculos sociales satisfactorios… Supuesta la satisfacción de las necesidades básicas –ninguno de los dos pensadores griegos citados ignoraba esta circunstancia–, la clave de la felicidad humana está en el vínculo social”. Aspiramos a esos vínculos humanos que alejan la soledad y proporcionan toda la felicidad que permite la fragilidad humana.

Así como uno de los principales motivos de comenzar nuestro proyecto fue el deseo de no ser una pesada carga para nuestros hijos, tampoco queremos ser una carga para las generaciones futuras desde el punto de vista ecológico. Por eso hemos optado por una construcción bioclimática que minimice el consumo energético. El equipo Bloque, autor del proyecto arquitectónico, ha plasmado nuestra idea en un acertado diseño que aprovecha al máximo las posibilidades naturales de calefacción y ventilación naturales. Con una instalación de energía geotérmica y unos aislamientos muy cuidados, hemos presentado nuestro proyecto al concurso de edificación bioclimática que todos los años convoca Endesa, y hemos quedado en segundo lugar entre 35 proyectos presentados.

Por otra parte, los socios de TRABENSOL, que nos vamos a incorporar al Centro todavía en situación de totalmente válidos, y que generalmente hemos llevado una vida social activa, trabajando en diversos campos, sindical, vecinal, político, cultural, etc., nos encontramos ahora con que la mejor manera de conservar todas nuestras facultades en el nivel más alto posible es mantenerse activos intelectual y físicamente. Sin despreciar esos ejercicios pensados para que los mayores ejerciten su mente y su físico, queremos que nuestra actividad esté más enraizada en lo real: que nuestro Centro esté autogestionado en la medida de lo posible, que la atención a los problemas que otros residentes puedan tener sea en primer lugar el apoyo mutuo, y que nos integremos activamente en la vida social del pueblo y la zona, aportando todo lo que nuestra experiencia y capacidades nos permitan.

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