viernes, marzo 29, 2024
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LOS CRISITANOS DE BASE Y LA REGENERACIÓN POLÍTICA

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Éxodo 104 (may.-jun)
– Autor: Evaristo Villar –
 
EN un país como el nuestro, tradicionalmente católico y que sigue siéndolo (el 73,7% de los españoles se declara católico según el último sondeo de mayo 2010 del Centro de Investigaciones Científicas), no sería necesario justificar a estas alturas la presencia y posible aportación de los cristianos a la necesaria regeneración de la política. Porque, como evidencia la historia, el cristianismo siempre ha sido, contra la voluntad mediática actual de silenciarlo, un factor socio-político importante en España.

También es verdad que, en determinadas etapas de nuestra historia, el catolicismo oficial, que es el que suele tener algún eco en la prensa mayorista, ha ignorado o se ha opuesto abiertamente a los vientos de modernización y de cambio que han soplado en la sociedad civil. Pero, aún en estas ocasiones de mayor ensimismamiento y ofuscación eclesiástica, nunca han faltado grupos y movimientos cristianos en las bases –generalmente disidentes, mal vistos o simplemente ignorados por las jerarquías de turno– que desde su fe, han apostado abiertamente por la regeneración socio-política del país.

Y no es menester acudir, para justificar todo esto, al emblemático caso de Carlos Alfonso Comín, como él mismo diría, “cristiano en el partido y comunista en la Iglesia”. El apretado elenco de testimonios del más alto nivel que recoge Rafael Díaz Salazar en el segundo capítulo de su libro, Nuevo socialismo y cristianos de izquierdas, Ediciones HOAC 2001, certifica abiertamente esta presencia durante la turbulenta etapa de la dictadura franquista y la consiguiente transición a la democracia. Desde la dirección del Partido Comunista de España, pasando por las apreciaciones de los máximos dirigentes políticos de la izquierda parlamentaria como Felipe González y Santiago Carrillo y relevantes intelectuales como Felipe Melchor, Miguel Ángel Quintanilla o Ignacio Sotelo existe un persistente reconocimiento de la labor de esta corriente cristiana entre las bases de los incipientes partidos y sindicatos.

Algunas expresiones como las siguientes son particularmente llamativas: “quienes desarrollan una actividad más intensa y extensa en el nuevo movimiento obrero son, incuestionablemente, los católicos” (Informe del PCE 1965); “las fuerzas de oposición al franquismo que poseen hoy día más grande influencia en el movimiento obrero y universitario son los comunistas y los católicos” (S. Carrillo 1965); “los católicos progresistas constituyen un sector con personalidad propia que está en la base de ciertos movimientos, sindicatos y partidos y hay que tenerlos en cuenta” (F. González 1976); “los cristianos no sólo votan a los partidos marxistas, sino que son marxistas, dirigentes de partidos marxistas y teóricos creadores que se inspiran en los principios del marxismo” (M. A. Quintanilla, 1976); “en España una izquierda cabal y coherente sólo la he encontrado entre los llamados cristianos de base” (I. Sotelo 1976).

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Pero si nos preguntamos ahora por las razones de peso que mueven a estos cristianos de base o el por qué, contra viento y marea, esta presencia en las mediaciones socio-políticas, encontraremos pronto la respuesta. De una parte, no se trata de seguir nada preestablecido, de desplegar ningún programa escrupulosamente delineado, les basta con ser honestos con la realidad, que ya encierra en sí misma suficiente oferta de desafíos y de promesas en cada momento. En esto coinciden con tantas y tantos otros que han empeñado su vida en hacer una tierra más habitable, luchando por la igualdad y la justicia, por la libertad y dignidad de todos los seres humanos. Para nuestro propósito, este aspecto no necesita ahora mayor detenimiento. Lo que sí precisa una mayor claridad, porque se supone que es lo más característico de estas personas y colectivos, es la referencia específica que hacen de su militancia a Jesús de Nazaret, cuya vida, discurso y praxis ha seguido siendo, a muchos siglos de distancia, fuente inagotable de su inspiración y praxis socio-política.

Como bien sabemos, esta inspiración se desprende fácilmente desde la memoria acumulada en los evangelios, singularmente desde el primero en el tiempo, el Evangelio de Marcos (el resto del NT es ya una “actualización” del mensaje original recogido en Marcos). A la luz de la nueva “hermenéutica simbólica” (cfr. Juan Mateos y L. Alonso Schökel, Nuevo testamento, Cristiandad), Marcos no pretende narrar una historia, sino transmitir una enseñanza; no relatar sucesos, sino mostrar las huellas que ellos dejaron. Sus relatos son composiciones organizadas de acuerdo a un plan pedagógico al servicio de la transmisión cultural de un mensaje fundamentalmente ético. Relatos figurados detrás de los cuales subyace la realidad histórica del hombre de Galilea. Con su peculiar forma de expresarse, Marcos concentra su plan pedagógico en la frase “Reino o Reinado de Dios” (dos sustantivos que, traduciendo la misma raíz griega, se aplican diferentemente de acuerdo al contexto: Reinado cuando se refiere al principio soberano y Reino cuando se trata de la consecuencia social y política de la aceptación de esa soberanía). Pues bien, si los cristianos de base han estado y siguen estando en la acción política pública, es, entre otras razones, por haber descubierto en ella un lugar privilegiado para seguir actualizando en nuestros días y en nuestros contextos la misma propuesta del Reino de Dios que inspiró la praxis socio-política de Jesús en sus días.

Sin entrar ahora en la metafísica que también animó la vida de Jesús y que recogió suficientemente la tradición cristiana posterior –que se ha calificado como “secreto mesiánico”–, la mayor preocupación del relato de Marcos parece centrarse en la visibilidad sociocultural de Reino de Dios, lo que en palabras más seculares podríamos llamar “sociedad alternativa”. Una forma de sociedad a la que, según se desprende del texto, se llega desde un doble movimiento: uno de salida de la sociedad montada sobre un sistema viejo y caduco y otro de entrada en la nueva sociedad recreada sobre otros valores alternativos. En este proceso no caben reformismos. La sociedad vieja se ha levantado sobre dos pilares engañosos que mutuamente se han legitimado: la propiedad privada, desde el punto de vista socio-económico, y el colaboracionismo religioso-cultural, desde el punto de vista político.

La propiedad privada, en primer lugar, piedra angular del viejo sistema, se ha creído un derecho natural, innato, y, como tal, se ha considerado inmutable. Así entendida, la propiedad privada ha legitimado la acumulación, la desigualdad, la injusticia, autorizando a unos pocos el dominio de la tierra que, además de arruinar el planeta, ha normalizado la esclavitud y el genocidio, poniendo las cosas en lugar del ser humano. De la propiedad ha nacido el mercado y el dinero, la necesidad de alambradas y de fronteras que parcializan la tierra, los ejércitos y las armas para defender todo esto. Y curiosamente, el sistema religioso, lejos de reaccionar contra este disparate, ha legitimado, más bien, en nombre de Dios esta imposición sobre el ser humano y la misma tierra. Ha asumido o al menos tolerando como algo natural la esclavitud o pérdida de libertad, la estratificación o pérdida de la igualdad radical y la apropiación o quiebra de la justa solidaridad.

Frente a todo esto, el proyecto que se dibuja en Marcos apuesta por la plenitud humana y cósmica que se desprende del Reino de Dios anunciado por Jesús, invitando a tener el coraje suficiente para dar el paso desde la sociedad vieja a la sociedad alternativa. En definitiva, se trata de mover los pies para ir saliendo del sometimiento y entrando en el ámbito de la libertad, para romper con la lógica darwinista y estratificadora del sistema y caminar hacia la reconstrucción de la igualdad, para romper con la injusta legalidad de la apropiación de la tierra e instaurar una solidaridad cósmica y universal acorde con la naturaleza misma del ser humano. En este sentido, y sin necesidad de acudir en todo a una justificación trascendente o mágica, el proyecto de Reino de Dios, presentado por el evangelista Marcos, tiene una indudable dimensión sociopolítica que, traducido convenientemente a nuestro momento histórico, ofrece una real alternativa al sistema imperante.

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Cómo se ha venido traduciendo este mensaje en los momentos cruciales de la historia no sólo por la Iglesia oficial –lo que es suficientemente conocido– sino principalmente por el “cristianismo de base”, es una clave necesaria –generalmente olvidada por analistas e historiadores– tanto para hacer justicia a la historia como para entender la diversidad de tendencias que hoy mismo existen en la Iglesia. Tarea importante ésta, sin duda, pero que rebasa los límites de este trabajo. Mi aportación pretende ser más modesta, me voy a limitar exclusivamente a los tiempos que nos son más cercanos.

En concreto, me voy a referir a algunos colectivos de católicos españoles que cubren un espacio que se extiende desde la segunda mitad del pasado siglo hasta hoy; que producen una cultura literaria y una práctica socio-política desde la inspiración cristiana; y que esta inspiración los impulsa hacia una política de izquierdas (¿hacia socialismo democrático?). Siendo realistas, hay que reconocer que 50/60 años en la era del conocimiento (como se califica a la actual) es una enormidad. Antes los cambios de era duraban miles de años, siglos; ahora, cada año que pasa va haciendo viejo todo lo anterior.

Pues bien, como en los cambios de época, también en estos colectivos se advierten solapamientos internos y diferencias, en parte impuestas por la tensión que se produce entre el nuevo contexto socio-político y cultural que está naciendo y el viejo que se resiste a desaparecer, y en parte también por el lugar social donde arraigan. En este sentido, “no se puede hablar de un movimiento uniforme”, puesto que los colectivos no están articulados, pero sí se puede descubrir entre ellos una corriente o inspiración interna que, desde distintos ángulos, marcha en la misma dirección. Por señalar solamente algunos que conozco mejor y que pueden considerarse representativos de otros muchos de ámbito estatal y de los diferentes sectores de la acción pública, señalo los siguientes: la HOAC, la JOC, VO, Comunidades Cristianas Populares, Cristianos por el Socialismo, Iglesia de Base de Madrid y Redes Cristianas.

En la relación entre religión y política, el cristianismo de base asume que la religión es un factor determinante que favorece y acompaña la elaboración cultural y la acción política de los y las creyentes. Tratándose de sujetos que han tenido y siguen teniendo una repercusión cultural y política en la izquierda, es obligado clarificar desde el principio estas dos cuestiones: a) ¿De dónde sacan su inspiración específica los cristianos de izquierda? Del proseguimiento de las causas que motivaron el mensaje y la praxis de Jesús. Y b) ¿dónde despliegan su acción? En dos escenarios, uno intraeclesial y otro socio-político.

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