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LAS PERSONAS EN ESTADO DE DEPENDENCIA. ESTADO DE LA CUESTIÓN

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Éxodo 87 (ener.-febr.’07)
– Autor: Colectivo Ioé –
 
Todos los estados europeos han aceptado la definición de “dependencia” dada por el Consejo de Europa en 1998: “necesidad de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida cotidiana”. Tres factores concurren en esta definición: la existencia de alguna limitación física o mental que merma las capacidades de la persona; la imposibilidad de realizar actos corrientes de la vida diaria; y la necesidad de cuidados por parte de otras personas.

Vamos a ofrecer una aproximación general al colectivo de personas en situación de dependencia en España, para indicar después los cuidados que reciben. En general, se puede avanzar que se trata de una problemática creciente en la sociedad española debido, por una parte, al mayor número de personas dependientes y, por otra, al cuestionamiento del modelo tradicional de atención basado en el trabajo doméstico de las mujeres. La Ley de promoción de la autonomía personal y atención a la dependencia, que será analizada en otros artículos de este número de Éxodo, pretende salir al paso de esta problemática.

LA DEPENDENCIA Y SUS GRADOS

El número de personas con problemas de dependencia para realizar actividades de la vida cotidiana depende mucho de la vara de medir, es decir, del grado de dependencia que establezcamos para considerar a una persona “dependiente”. Según el libro blanco del gobierno sobre la atención a las personas en situación de dependencia, la población dependiente en España en 1999 sería de 2,4 millones, de las cuales:

– 1.959.890 tendrían una discapacidad severa o total para realizar actividades básicas de la vida diaria: levantarse y acostarse, desplazarse dentro del hogar, asearse, controlar las necesidades fisiológicas, vestirse o desvestirse, comer y beber, reconocer personas u objetos y orientarse, entender y ejecutar instrucciones o tareas sencillas.

– 1.526.432 tendrían, o bien discapacidad moderada para realizar las actividades básicas anteriores (algo menos de la mitad del grupo), o bien discapacidad para actividades instrumentales: deambular sin medio de transporte, hacer la compra, preparar la comida, limpiar o planchar, limpiar o mantener la casa, cuidar a otros miembros de la familia.

Si tenemos en cuenta el incremento de la población española en los últimos ocho años, el número de personas con dependencia severa y moderada en 2007 se puede estimar en 1,1 y 1,7 millones, respectivamente (2,8 millones en total). A continuación, ampliamos la información disponible en torno a dos factores estrechamente relacionados con la dependencia: la prevalencia de discapacidades y sus causas (las enfermedades crónicas y los accidentes) y el envejecimiento de la población.

DISCAPACIDAD Y DEPENDENCIA

Las anteriores estimaciones del gobierno se basan en la Encuesta de discapacidades aplicada por el INE en 1999, que detectó 3,5 millones de personas con alguna discapacidad (9% de la población total). Trece años antes, en 1986, otra encuesta oficial había detectado 5,7 millones (15% de la población de aquel año). ¿Significa esto que las personas con discapacidades se habían reducido en 2,2 millones?: no, simplemente se había rebajado el umbral para definir algunos trastornos, lo que redujo automáticamente el volumen de personas afectadas (por ejemplo, no poder “correr” dejó de considerarse una discapacidad).

Bajo el concepto de discapacidad se incluyen limitaciones muy diversas que afectan con mayor o menor gravedad las facultades que son habituales para desenvolverse en la vida cotidiana (ver, oír, desplazarse, desarrollar tareas, relacionarse con los demás, etc.). Sin embargo, conviene tener en cuenta que, de las 36 discapacidades recogidas en la encuesta de 1999, las personas afectadas registran un promedio de 6 (el 36% sólo una o dos), es decir, pueden ejercitar normalmente –también como promedio– las 30 facultades restantes. Además, tener una discapacidad no quiere decir que no se pueda realizar la función o actividad correspondiente; esto sólo ocurre en algo más de la cuarta parte de los casos (no ver nada, no oír nada, no tener ninguna capacidad de relacionarse con los demás, etc.). Incluso, cuando tal ocurre, no significa que el sujeto no pueda suplir o compensar su “diversidad funcional” 4 mediante el uso de otras facultades. Es importante hacer estas matizaciones pues en muchos casos las discapacidades representan limitaciones parciales que no tienen por qué impedir una inserción social y laboral normalizada.

Tal como se recoge en el Gráfico 1, las mujeres se encuentran más afectadas por discapacidades que los hombres, si bien esto se produce con un ritmo variable según la edad: hasta los 50 años, la tasa masculina de discapacidades es mayor, en parte como efecto de que padecen cinco veces más siniestros laborales y doble número de accidentes de tráfico que las mujeres; en cambio, a partir de los 50 años la tasa femenina sobrepasa a la masculina como efecto combinado de su mayor morbilidad (tienden a contraer más enfermedades discapacitantes) y menor mortalidad (esperanza de vida siete años mayor que la de los hombres).

Las discapacidades afectan con mayor intensidad a las familias con bajos ingresos debido a que padecen unas condiciones ambientales menos saludables y mayores riesgos de contraer enfermedades y sufrir accidentes. Además, sus posibilidades de rehabilitación son menores al no disponer de suficientes recursos económicos. Tal como se recoge en el Gráfico 2, la prevalencia de personas con discapacidad es tres veces mayor en las familias pobres que en las ricas: la proporción de trastornos correlaciona estrechamente con los tramos de ingresos.

ENFERMEDADES Y ACCIDENTES

Las enfermedades destacan como la principal causa de las discapacidades ya que en ellas tiene su origen el 48% de las limitaciones funcionales masculinas y el 61% de las femeninas. Conviene tener en cuenta que, según la última Encuesta Nacional de Salud (2003), había 18 millones de personas en España con alguna enfermedad crónica o de larga duración diagnosticada por el médico (43% de la población) y, de ellas, 6,4 millones reconocían que les limitaba en sus actividades habituales (15% de la población). Esta prevalencia de enfermedades crónicas que limitan la capacidad para desenvolverse en la vida cotidiana, es mucho mayor entre las mujeres (28,1%) que entre los hombres (12,3%). El Gráfico 3 recoge la diversa incidencia por sexos de las principales enfermedades crónicas.

Los accidentes, por último, están en el origen del 21% de las discapacidades masculinas y del 9% de las femeninas. Además, constituyen la cuarta causa de muerte del conjunto de la población y la primera entre los menores de 35 años. Por tipos de accidente, destacan los laborales, por encima de los de tráfico y los domésticos.

AUMENTAN LAS PERSONAS MAYORES DEPENDIENTES

La edad de las personas es el factor más asociado a la prevalencia de discapacidades. Si la media de personas con discapacidad en la encuesta de 1999 se situaba en el 9%, la frecuencia se elevaba al 32% entre los mayores de 64 años, bajaba al 1,2% entre los menores de 16 años y se reducía al 5% entre los situados en edad laboral (16-64 años). De ahí la importancia que tiene el envejecimiento de la población española como factor explicativo de la dependencia.

El envejecimiento de la población se debe, a su vez, a dos causas: el incremento de la esperanza de vida y la reducción de la tasa de natalidad. La consecuencia es que la proporción de personas mayores de 64 años ha pasado del 10% de la población en 1970 al 17,5% en 2005.

CUIDADOS A PERSONAS DEPENDIENTES

Los cuidados que necesitan las personas dependientes se pueden agrupar en tres tipos, que a veces se compaginan entre sí: la ayuda familiar, a través de los propios parientes, que se basa en las relaciones de reciprocidad; la ayuda mercantil, obtenida en el mercado privado, mediante la compra-venta de servicios; y la ayuda pública, cuando los cuidados son proporcionados por la administración pública.

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