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LABILIA EN UN RINCÓN DE áFRICA

Escrito por

Éxodo 99 (mayo-jun.´09)
– Autor: P. Kike Bayo –
 
Hace tres años que ejerzo mi servicio pastoral como vicario de la parroquia de Sainte Anne, situada en la periferia de la ciudad de Isiro, al noreste de la República Democrática del Congo. Junto a otros tres misioneros combonianos atendemos una población total de 20.000 personas con aproximadamente 11.000 católicos. Unos viven en Isiro y se agrupan en 11 Comunidades Eclesiales de Base; el resto están organizados en 51 capillas situadas en medio de la tupida selva tropical. Nuestra gente es gente buena, sencilla y acogedora. La mayoría son agricultores y se ganan la vida arrancando a la tierra productos como la mandioca, el arroz, las judías o los cacahuetes. Nuestra diócesis de Isiro-Niangara es una iglesia madura, en 1998 celebró el primer centenario de su evangelización y en todo este tiempo son muchos los misioneros que han contribuido con éxito a despertar el amor por la Palabra de Dios y el gusto por la lectura de la Biblia. Hoy, el abundante clero diocesano (82 sacerdotes para 21 parroquias) apoyado por un puñado de misioneros continuamos en la misma línea. No obstante, la difusión y la aprehensión profunda de la riqueza bíblica encuentran grandes obstáculos tanto de orden económico como cultural.

A pesar de la fuerte influencia de Occidente la cultura bantú sigue siendo una cultura oral. La lectura todavía no forma parte de los hábitos de la inmensa mayoría de nuestros cristianos. Saber leer y escribir no es prioritario y ser analfabeto no es motivo de vergüenza. Muchos padres no comprenden el valor de la escuela, desatienden la formación escolar de sus hijos e incluso algunos ni siquiera los envían a la escuela. En un ambiente con altos porcentajes de analfabetismo –sobre todo entre las mujeres– los libros son productos de lujo reservados a un grupo limitado de personas. En cualquier caso, entre los cristianos de Sainte Anne la Biblia es sin duda el libro más leído, el más vendido y sobre todo el más escuchado. En los humildes hogares de palos y barro de muchas de nuestras familias sólo la Biblia, o tal vez un Nuevo Testamento, ofrecen la única posibilidad de lectura.

En Isiro la Biblia es un libro caro. Para ayudar a nuestros cristianos, el año pastoral 2007/08 lanzamos un proyecto para vender la Biblia a 4 dólares. Muchos cristianos y todas las Comunidades Eclesiales de Base y las capillas que todavía no la poseían aprovecharon para comprarla. El proyecto terminó, hoy la Biblia cuesta 12,60 dólares y se vende con mucha dificultad porque su precio equivale a la cuarta parte del salario mensual de un profesor de instituto. A pesar de todo siempre hay personas que hacen grandes sacrificios para adquirirla. Recuerdo el caso de mama Christine que venía a mi despacho casi todas las semanas con pequeñas cantidades de dinero hasta que, en cuatro meses, completó el montante y abrazó su Biblia como quien posee un tesoro.

Hace más de 30 años que la Biblia completa está traducida al lingala, la lengua vehicular que se habla en esta parte de la República Democrática del Congo y que es también la lengua litúrgica de nuestra diócesis. Esto permite que mucha gente que no conoce el francés pueda leer y sobre todo escuchar la Palabra de Dios de manera comprensible. No obstante en nuestra parroquia se hablan otras lenguas más minoritarias como el kimbetu y el kiyogo. Nuestros hermanos protestantes han comenzado la traducción de los Evangelios a estas dos lenguas, pero los trabajos avanzan penosamente debido a la falta de medios y a las dificultades propias del trabajo de traducción. Por el momento han editado el evangelio de San Lucas en kiyogo. Cuando visito las capillas de los bayogos, a veces le pido al catequista que haga una relectura del evangelio en kiyogo y aunque yo no entiendo una palabra, puedo comprobar la alegría en los rostros de la gente que escucha la Palabra de Dios en su lengua maternal.

Sabemos que la Biblia no es un libro sino toda una biblioteca y llegar a conocerla bien exige tiempo y mucho estudio, por eso en todas las sesiones de formación a nuestros catequistas y líderes de comunidades introducimos temas bíblicos. La progresión es mucho más lenta de lo que nos gustaría. Nuestros catequistas no son estudiantes sino hombres y mujeres de campo que en su mayor parte abandonaron la escuela sin terminar los estudios primarios. Es difícil hacerles comprender los diferentes géneros literarios presentes en la Biblia o hacerles entrar en la visión bíblica de la Historia de Salvación, su cronología y progresión. En cierta ocasión, pedí a un grupo de 32 catequistas que situaran cronológicamente diez personajes bíblicos de los más conocidos, como Moisés, Abraham o Juan Bautista. El resultado fue desastroso. Uno solo consiguió completar correctamente el ejercicio. Otro problema al que nos enfrentamos es la influencia negativa de ciertas sectas que hacen un uso fundamentalista de la Biblia. La manía de interpretarlo todo al pie de la letra está también bastante extendida entre nuestros cristianos, así por ejemplo muchos no llegan a captar el sentido alegórico de los relatos de la Creación del libro del Génesis o a hacer extrapolación de los contextos históricos.

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