miércoles, abril 24, 2024
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LA REVELACIÓN PROGRESIVA SEGÚN LOS BAHÁ’ÍS

– Autor: José Luis Marqués Utrillas –
 
La Fe bahá’í es una religión desconocida para muchos. Surgió a mediados del siglo XIX en Irán y en el XX se ha ido extendiendo por todo el mundo. Todavía algunas enciclopedias la definen como una secta musulmana, un movimiento sincrético o “un racionalismo antimusulmán e irreligioso”. Sus cinco o seis millones de seguidores proceden de más de 1.200 etnias y de todas las culturas. De hecho es la segunda religión más extendida geográficamente después del cristianismo. Sus templos, uno en cada continente hasta ahora, son circulares y con nueve puertas, un lugar de encuentro para cualquier ser humano que entre en ellos, venga de donde venga.

Su fundador, Bahá’u’lláh (1817-1892) fue encarcelado en una hedionda mazmorra de Teherán (1852) y allí se sintió llamado por Dios para su gran misión, como Moisés ante la zarza ardiente o Jesús en el Jordán. Su precursor, el Báb, fue fusilado y miles de correligionarios fueron terriblemente masacrados. Daban su vida por reconocer que el Báb era el Mahdí o el Qaim esperado durante siglos por los musulmanes, como los judíos conversos lo hacían por ver en Jesús de Nazareth al Mesías o Cristo de las profecías bíblicas. Pero el Báb, aunque hizo una gran reforma del islam que podía haberse convertido en una nueva religión, anunció que detrás de él venía “Aquel a quien Dios manifestará”. Cuando Bahá’u’lláh se presentó como tal en Bagdad, a punto de empezar una nueva etapa de su largo exilio, la mayoría de los babíes lo siguieron.

Bahá’u’lláh proclamó, primero a sus seguidores y más tarde a los dirigentes políticos y religiosos más relevantes (incluido el Papa Pío IX) que él era el enviado de Dios para esta época. El objetivo de su revelación era renovar la única y eterna religión de Dios manifestada a los hombres en diversas épocas según las condiciones de los hombres. Según Bahá’u’lláh no hay más que un Dios y todas las religiones proceden de Él. Sus fundadores son como los maestros de una misma asignatura que se adaptan a la capacidad del niño según va creciendo. Aunque podemos conocer a Dios en todas las cosas y más aún en nosotros mismos, Dios ha querido manifestarse en unos seres humanos muy especiales, de alguna forma divinos, para que podamos conocerle mejor. Por eso Bahá’u’lláh les llama “Manifestaciones de Dios” y reconoce en ellos una realidad humana y otra divina, como un espejo en el que se refleja la luz del sol. Ha habido diversas Manifestaciones de Dios en el pasado y las seguirá habiendo en el futuro.

Habiendo creado el mundo y todo lo que en él vive y se mueve, Él (…) escogió conferirle al hombre la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle, una capacidad que debe necesariamente ser considerada el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera. (…)

Sobre la más íntima realidad de cada cosa creada Él ha derramado la luz de uno de Sus nombres y la ha hecho un recipiente de la gloria de uno de Sus atributos. (…)

Sobre la realidad del hombre, sin embargo, Él ha concentrado el esplendor de todos Sus nombres y atributos y la ha hecho un espejo de Su propio Ser. (…)

Estando así cerrada la puerta del conocimiento del Anciano de Días a la faz de todos los seres, la Fuente de gracia infinita ha hecho que (…) aparezcan del reino del espíritu aquellas luminosas Joyas de Santidad, en la noble forma del templo humano, y sean reveladas a todos los hombres a fin de que comuniquen al mundo los misterios del Ser inmutable y hablen de las sutilezas de Su Esencia imperecedera. Estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua gloria son, cada uno de ellos, los Exponentes en la tierra de Aquel que es el Orbe central del universo, su Esencia y su último propósito. (Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, XXVII y XIX)

Esta forma unificadora de ver todas las religiones los bahá’ís la llaman “revelación progresiva” y no es nueva. Es un concepto religioso que subyace en el hinduismo y el budismo; también en el islam, que acepta una progresiva revelación de Dios a través de múltiples profetas, conocidos o desconocidos, a lo largo de la historia humana. Para un cristiano es comparable a la evolución de la revelación de Dios a lo largo de la Biblia, en la que no se manifiesta Dios igual en los tiempos de Abraham o de Moisés que en los escritos sapienciales o sobre todo en el Nuevo Testamento.

Según las enseñanzas bahá’ís, cada religión o etapa de la revelación de Dios se centra en un tema especial, aunque el contenido esencial es siempre el mismo: conocer y amar a Dios, a uno mismo y a los demás seres humanos. Unas religiones se han enfocado más a la ley, el amor al próximo, el desprendimiento, la sumisión, etcétera. Bahá’u’lláh dedicó los 40 años de sucesivos destierros y cárceles (la última en la fortaleza de Akká, cerca del Monte Carmelo) para llamar a la humanidad a lograr la paz a través de la unidad y la justicia, dos términos que expresan el eterno mensaje del amor en su nivel social. La paz y el bienestar de la humanidad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida.

Según todo esto, es evidente que los bahá’ís no creemos que haya un único mediador, salvador o redentor de la humanidad. Todo ser humano puede encontrarse con Dios, pero Dios sale al encuentro del hombre a través de sus Manifestaciones. Cada una de ellas redime al hombre, por usar un término cristiano, con sus enseñazas y el ejemplo de su vida. Moisés, Zoroastro, Buda, Cristo, Muhammad o Bahá’u’lláh han redimido a millones de seres humanos al liberarles de su ignorancia y de su egoísmo, en tanto en cuanto ellos se han servido de sus enseñanzas para progresar en el verdadero conocimiento y en el amor.

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