viernes, marzo 29, 2024
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La pandemia: una mirada distinta

La pandemia: una mirada distintaEl debate sobre la Pandemia[1] de Coronavirus (Covid19) se ha planteado, hasta hoy, entre infectólogos y economistas, entre partidarios de la cuarentena y enemigos de ésta. Por esa vía se ha llegado a niveles de grosera simplificación, reduccionismo y dogma.

Vamos a intentar una mirada distinta, menos «especializada» y más totalizadora, desde dos disciplinas que se caracterizan por tener visiones más abarcativas de los fenómenos de la naturaleza y la humanidad: la Filosofía y la Geopolítica.

TRES PREMISAS PARA ENTENDERNOS:

1) Nuestra tesis fundamental es que la devastación o desertificación de la naturaleza y la humanidad (en el sentido anunciado por Martín Heidegger, en 1935) había comenzado antes que apareciera el Covid-19. Era una bomba de tiempo destinada a estallar. Lo único que faltaba era la chispa que encendiera la mecha. La llama que provocó el estallido fue el Covid19.

Todo análisis que prescinda de la historicidad de ese fenómeno, su vinculación con el pensamiento postmoderno, la emergencia del neoliberalismo y la globalización, será una fragmentación, una mirada parcial y –consecuentemente– un reduccionismo.

2) Toda ideología se concibe y propone a sí misma como la solución para asegurar el progreso, la justicia y la paz del género humano. Así lo imaginaron: el fascismo, el nazismo y el comunismo que, finalmente, fracasaron. Sin embargo, esto no fue el «Fin de la Historia». Tras el colapso de la URSS, apareció el neoliberalismo que es, en esencia, la etapa de concentración y hegemonía del capitalismo financiero a escala mundial.

El neoliberalismo, o financiarización del capital, opera a través del mercado y la globalización como un dispositivo de poder y dominación sobre toda la humanidad, como lo soñaron las otras ideologías. La gran pregunta que se formula es: ¿Qué se le puede vender a los miles de millones de seres humanos que habitan el planeta?

Esa inmensa masa de seres humanos tiende a ser transformada en potenciales consumidores. Colonizados en su subjetividad por el pensamiento postmoderno, hasta convertirlos en máquinas deseantes, consumidores compulsivos de lo innecesario e individuos narcisistas. Descreen de los grandes relatos, de las tradiciones espirituales y niegan la posibilidad de trascendencia. Por eso los modernos ideólogos del capitalismo hablan de un «Choque de Civilizaciones». El enfrentamiento de Occidente que sólo confía en la Ciencia, la Técnica y el Mercado (sus únicos dioses), versus el Oriente que todavía sostiene algunas formas ideológicas, cultiva sus tradiciones espirituales o, simplemente, cree en Dios, la Trascendencia y lo Sagrado.

 Si algo declina en el mundo es lo que llamamos «Occidente». Esa visión del «Pensamiento Único», que comienza en el siglo xvii, con la entronización de la Razón; continúa en el siglo xviii con el Iluminismo; en el siglo xix, con el Positivismo, y naufraga en el siglo XX con el Cientificismo, dos guerras sin precedente y el holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki. El siglo xxi trata de ser convertido en el siglo de la Transhumanidad, donde los hombres devendrán en dioses, como afirma el historiador israelí Yuval Noah Harari, uno de los autores más leídos de este siglo.

3) En la dialéctica del mundo contemporáneo, la globalización ha sido la condición de posibilidad de que se produjera «la primera pandemia en la historia de la Humanidad».

 El COVID19 se manifiesta en un punto del planeta y, en pocas semanas se expande a los cinco continentes. Con la misma velocidad que, en el marco de la globalización, circulan personas, bienes, servicios y, fundamentalmente, las redes y flujos de capitales móviles que constituyen el instrumento de financiarización capitalista.

Estos capitales móviles son, ahora, el gran sujeto de la historia.

CONCLUSIONES:

1) La pandemia nos obliga a pensar en términos de «Humanidad». A diferencia de las dos grandes guerras, este es un fenómeno planetario que no está localizado y amenaza a todo el género humano.

No podemos ser neutrales. No sabemos cómo reaccionar porque estamos ante un fenómeno nuevo. Desconocemos adónde vamos porque vivimos en una era de total incertidumbre. Nada garantiza que en la postpandemia terminemos más egoístas, ávidos de poder y mezquinos, o que giremos hacia una perspectiva más espiritual y solidaria. La mera vacuna no nos sacará de nuestra miseria espiritual. Hace falta una transmutación que termine con lo que Heidegger llamaba «el olvido del Ser», dejar de ser esclavos de los entes (las cosas materiales) y volvernos hacia lo Sagrado.

2) Estamos en un crepúsculo, como decía Spengler en la Decadencia de Occidente. Necesitamos el «nuevo pensar», que proponía Heidegger, abrirnos a la comprensión, sin conjeturas ni predicciones, una apertura al Asombro, al Misterio, a lo Sagrado. Si la única salvación es la vacuna, volveremos a la normalidad de un mundo que apesta. Necesitamos un pensamiento más radical sobre el sentido del hombre sobre la tierra. Un salto a lo Trascendente, en una era dominada por la tecnología.

3) El gran poeta Hölderlin decía: «Cuando crece el peligro, también crece lo que salva». Pero la salvación supone un cambio radical en nuestra consciencia, debemos abandonar la superstición de que el cambio es imposible, la globalización imparable, el control de los big data sobre la humanidad inexorable, y la hegemonía del capital financiero nuestro destino final. Nosotros creemos que hay salida, que podemos evitar el efecto desintegrador del individualismo neoliberal sobre las relaciones personales, familiares, sociales, nacionales y regionales. Se trata de un gran asalto a nuestra identidad y nuestras raíces, bajo la colonización de nuestra subjetividad, que rebaja al ciudadano a la mera condición de consumidor, impersonal y pasivo, de todo lo que el mercado ofrece e induce a consumir.

4) Necesitamos un pensamiento fuerte, no un pensamiento débil como el de la postmodernidad. Un pensamiento que rescate la espiritualidad de las tres religiones del Libro, del hinduismo, del budismo, de Confucio, del Sintoísmo, del Taoísmo. Que rescate de la Filosofía sus más altas expresiones, sobre este dilema contemporáneo, como la obra de Heidegger, de Guenon, de Carl G. Jung, Julius Ébola y otros nombres ilustres que anticiparon la tragedia que estamos atravesando.

La pandemia nos obliga a pensar en términos de «Humanidad».

5) Existe otro camino y es fácil encontrarlo. Sus bases están contenidas en la Encíclica del Papa Francisco, «Laudato sí», que desarrolla una ética del cuidado de la Tierra como nuestra casa común. Denuncia cómo la ciencia y la tecnología, manejadas por la voracidad ciega de optimizar ganancias, están destruyendo no sólo nuestra casa sino a nosotros mismos. Un pensamiento similar que viene de Eurasia relaciona Geopolítica y Existencialismo, en la obra de Alexander Dugin, o de Europa a través de Alain de Benoit. Estos pensadores refutan el pensamiento «Único y determinista de Occidente». Afirman que no es lo mismo destruir para construir algo nuevo, que la devastación o la desertización, cuando la tierra y la humanidad ya no podrán renovarse. Nada humano puede crecer sino se arraiga en la tierra.

La religión del hombre de la postmodernidad es la religión del libre mercado y el monoteísmop del consumo.

6) La religión del hombre de la postmodernidad es la religión del libre mercado y el monoteísmo del consumo. Sus santuarios son las Bolsas de Valores y su única noción de Paraíso, los paraísos fiscales.

Esto constituye el «idiotismo». La palabra idiota alude al que sólo se conecta consigo mismo, una suerte de narcisismo que tiende al placer inmediato y a vivir en un puro presente. Sin raíces y sin frutos. Para esta gente decir que uno cree en lo trascendente, en lo sagrado o es religioso, equivale a una declaración de demencia.

Heidegger dice que: «La única fatalidad que le queda al mundo es optar por hundirse o perecer». Cuando uno pierde la idea de su origen, sólo perece como acto existencial. Si uno no tiene raíces, ni siquiera muere, se hunde, porque se nos ha exilado de la vida.

Si un pensamiento no es provocativo no nos mueve a despertar, en una humanidad que vive anestesiada. Sin identidades y con una educación como la actual, de pura orientación técnica y con rápidas salidas laborales, que inventó a los especialistas y los expertos, es decir, que nos educa como seres fragmentados, incapaces de ver la totalidad, de tener una cosmovisión de la naturaleza y el hombre, estamos condenados al idiotismo, como estulticia del espíritu. El «idiotismo» es la fascinación por la «multiplicidad» del consumo y caer en el hipnotismo colectivo que nos priva de lo «UNO», en otras palabras, nos lleva «al olvido del SER».

7) En suma, la pandemia no trajo la crisis en que vive el hombre contemporáneo, sólo intensificó lo que ya existía. El dilema y la lucha entre lo que Blacke llamaba el hombre prolífico (el que se entrega) y el hombre devorador (el ávido, egoísta y mezquino).

Ambos libran una lucha entre dos tendencias del corazón humano. Una lucha entre la luz y la oscuridad. La verdadera sabiduría está basada en el UNO, pero en el mundo material hay siempre una lucha entre dos fuerzas opuestas.

No debemos darnos por vencidos ante las fuerzas de la oscuridad que instalaron el relato de que la tecnología y la globalización unidas por el neoliberalismo son invencibles. El coronavirus está mostrando su fragilidad y la del sistema financiero que los instrumenta. Hagamos como el hombre prolífico. Seamos, hegelianamente, dialécticos. Sepamos que el neoliberalismo es una negación y la COVID19 es la negación de la negación. Tomemos consciencia que siempre está presente la salvación que, como toda síntesis creadora, surge de la NADA de ambas negaciones.  Volvamos hacia nuestro interior y busquemos el sentido de la vida en lo trascendente, en el encuentro con Dios o el Ser.


[1] Publicado en Gazeta del Progreso. Periódico mensual del Club del Progreso, Buenos Aires. Año 10 (03/09/2020).

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