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La Iglesia, pueblo de Dios, convocada a dar respuesta a los retos de la familia actual

Éxodo 125
– Autor: Benjamín Forcano –

El Evangelio de la familia, tema para el Sínodo de 2015

El tema elegido para el Sínodo del 2015 trata de: “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. El documento preparatorio, si atendemos al cuestionario enviado y a las respuestas recibidas, se elabora sobre tres puntos fundamentales: 1. El Evangelio de la Familia hoy. 2. Situación familiar actual. 3. Sus desafíos y propuestas.

La Iglesia católica siempre se ha ocupado de la familia, dándole un puesto prioritario y eminente, por ser núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. Es, dice el Documento, “parte integrante de su misión”.

Analizado el documento -que será el Intrumentum Laboris del Sínodo de 2015-, me propongo hacer algunas reflexiones.

El Evangelio de la Familia

1. Cristo manfiesta el hombre al propio hombre

No hay duda de que, como cristianos, la revelación de Dios es para nosotros luz que nos guía en la comprensión de la relación entre el hombre y la mujer, su amor y la fecundidad de esta su relación. El Vaticano II nos repite que “Cristo manifiesta el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS, 229). En sintonía perfecta, el Instrumentum Laboris asume esta verdad: “El fundamento del anuncio de la Iglesia acerca de la familia radica en la predicación y vida de Jesús”. “El amor de Dios resplandece de modo peculiar en la familia de Nazaret, punto de referencia seguro para toda familia. En ella brilla el amor verdadero, al que deben mirar todas nuestras realidades familiares, para obtener luz, fuerza y consolación”.

2. El seguimiento de Jesús, norma para todo cristiano y para todo matrimonio y familia

1. La vida de toda persona cristiana tiene como cimiento el seguimiento de Jesús. 2. El seguimiento de Jesús es para vivir como Él y hacer propios su proyecto, valores, opciones y comportamiento. Lo que hoy necesitamos, en este Occidente “cristiano”, para una nueva economía y política, para una convivencia más igualitaria, justa y fraterna, para unos matrimonios más estables, responsables y libres, es un cuadro de valores que debieron sernos sagrados e intocables y que hoy se los ha atropellado o diluido en la marea ingobernable del neoliberalismo consumista.

Frente a la simplicidad y seducción del Evangelio, nos hemos entretenido en imponer normas que atemorizaban más que atraían a la gente: “La moral cristiana, recalca de nuevo el Papa Francisco, no es una moral estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía, ni un catálogo de pecados y errores”. “Sin amor, el edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes” (GE, cfr. 25-39).

3. Qué hacer para seguir a Jesús

Los evangelistas no pueden ser más claros: hablan de quienes quieran seguir a Jesús y explican qué deben hacer para ello.

Primero, Se trata de abrazar un proyecto que coloca en el centro de la vida los valores por los que Jesús ha luchado y vivido y que, inevitablemente, entrarán en conflicto con los valores de otros proyectos, que supondrán afrontar la incomprensión, la malquerencia, la persecución e incluso la muerte. A Él, esto le supuso la desaprobación y rechazo de los poderes establecidos de su tiempo, civiles y religiosos.

Segundo, Jesús sabe que a sus seguidores les va a tocar actuar en circunstancias parecidas, y se lo deja dicho: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. Tener que llevar la cruz de Jesús adviene por seguirle, por adoptar su estilo de vida. No hay que buscarla, vendrá como una consecuencia impuesta por otros: “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os expulsen y os insulten y propalen mala fama de vosotros por causa de este Hombre. Alegraos ese día” (Lc 6, 22-23).

Tercero, el seguimiento de Jesús tiene sentido porque anunciamos y practicamos un proyecto de convivencia distinto, con unos valores que tocan lo más genuino del ser humano. Valores que están a la vista en las páginas del Evangelio:

1. Todos vosotros sois hermanos y, si hermanos, iguales, y, si iguales, merecedores de mismo trato y amor.

2. El que aspire a ser el mayor, que sea servidor de todos. Que nadie se tenga en más que nadie; la soberanía de quien me sigue está en servir, no en mandar.

3. Los últimos son los primeros. Debéis tener como predilectos a los últimos, ellos son los preferidos de Dios y, para Él, serán los primeros.

4. Hacer un bien a los más pequeños es como hacerlo a mí mismo. Los pobres son mis vicarios: los que me representan y hacen mis veces.

5. Y la sentencia última de la vida se hará en base a cómo os habéis portado con mis hermanos los más pequeños.

Si esto es lo primero, si de ello vivimos y con ello actuamos, estoy seguro que sabremos aplicarlo en el matrimonio y en la familia y encontrar solución a los problemas y desafíos -matrimoniales y familiares- que en ella se nos vayan planteando.

4. La enseñanza y pautas del Magisterio

Es éste otro punto por el que, según el Documento Preparatorio, llega la manifestación del designio de Dios acerca del matrimonio y de la familia. Y, a decir verdad, el Magisterio eclesiástico ha seguido pegado a esta realidad, acompañándolo con multitud de declaraciones. El contenido del cuestionario enviado, este Magisterio se limita con buen sentido a lo enseñado en el Concilio Vaticano II (Documentos) y a otras declaraciones, todas ellas posteriores al concilio.

Seguramente en la mente de los recepcionistas del Cuestionario ha estado presente la postura de la Iglesia que, hasta las vísperas mismas del concilio, se expresaba con ideas y planteamientos desfasados e inmóviles, reflejo no del Evangelio, sino de paradigmas culturales del pasado. Dichos planteamientos han sonado en la enseñanza de la Iglesia, han llegado a los fieles, no se los ha cumplido mucho en la práctica y serán un plato fuerte para los padres sinodales, que habrán de discernir entre la escucha de las voces del “pueblo de Dios” y el acatamiento de las normas de ese Magisterio.

He tenido oportunidad de ver las respuestas que, sobre el Cuestionario, han enviado a Roma las Conferencias de Alemania, Francia, Bélgica, Suiza y Japón. En el parangón de las respuestas hay diferencias. Pero, respecto a preguntas sobre el conocimiento y aceptación del Magisterio sobre diversos temas, hay una fuerte coincidencia. Me limito a reproducir las respuestas dadas por la Conferencia Episcopal Alemana, indicativa de otras muchas, ya que todas ellas, de una manera u otra, ponen el dedo en la misma llaga.

Primera pregunta: ¿Cuál es el real conocimiento… de la Gaudium et Spes, de la Familiaris Consortio, y de otros documentos del Magisterio post-conciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia católica?

Los documentos eclesiales son desconocidos, o conocidos por unos pocos y por lo tanto de poca importancia para la conducta personal. La mayoría de los creyentes piensan que la Iglesia tiene, por un lado, una actitud pro familia, pero por otro lado, posee una moral sexual lejana de la vida real.

Allí donde es conocida la enseñanza de la Iglesia, ésta es aceptada de modo parcial. La idea del matrimonio como sacramento, que comporta la fidelidad y exclusividad del cónyuge, así como la transmisión de la vida, es algo normalmente aceptado por los que se casan en la Iglesia… En cambio, las afirmaciones de la Iglesia sobre las relaciones sexuales prematrimoniales, la homosexualidad, los divorciados vueltos a casar, y el control de la natalidad, son temas que encuentran poquísimos consensos o son rechazados abiertamente.

Segunda pregunta: ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general?

El concepto de “ley natural” también es familiar para la mayoría de los fieles, pese a que en algunas respuestas, los creyentes rechazaron expresamente responder esta pregunta, diciendo que este concepto les resulta simplemente desconocido. Como resultado, muchos aspectos de la moral sexual de la Iglesia, en particular, las declaraciones del Magisterio respecto a los métodos de anticoncepción y sexualidad extraconyugal no se entienden o no son compartidas por la mayoría de los creyentes.

Tercera pregunta: ¿Es una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular la convivencia ad experimentum? ¿Es posible estimar numéricamente un porcentaje?

-Convivencia prematrimonial: Casi todas las parejas que piden el matrimonio religioso ya conviven desde hace años (se estima que va desde el 90% al 100%). Esta realidad es valorada de modo positivo por los católicos, más o menos igual que el conjunto de la población, como lo demuestra una reciente encuesta. También aumentan los matrimonios de parejas que ya tienen hijos. Pero la convivencia no se ve tanto como un “experimento”, sino como un momento normal, una etapa preliminar del matrimonio, que es vivida como la oportunidad de afianzar la relación y en segundo momento contraer matrimonio, si es que la relación es estable…

-La convivencia de hecho, sin reconocimiento civil o religioso, es un fenómeno en crecimiento. En Alemania, de las parejas heterosexuales, que forman un mismo hogar, en el 2012, el 87% eran casadas y el 13% eran parejas de hecho. Los católicos en Alemania aceptan, sin mayores problemas, la convivencia de parejas no casadas. En este sentido sólo un 3% asume un estricto rechazo al respecto.

-También los separados y divorciados vueltos a casar. En Alemania uno de cada tres matrimonios termina en divorcio, aunque recientemente el número total anual de divorcios va a la baja. Algunos estudios concluyen que los matrimonios de los católicos son un poco más estables que el promedio.

-Los bautizados no viven su situación como una condición irregular. En este contexto, ellos sin duda rechazan los términos “regular” e “irregular”, porque son términos percibidos como marginadores y discriminadores, especialmente respecto a las familias, que de todos modos ya se enfrentan con difíciles condiciones de vida. Ellos juzgan la separación que se ha producido y la creación de una nueva relación como moralmente justificada y, por el contrario, a veces sostienen que sería un pecado permanecer en una relación insostenible.

La mayoría de los católicos, incluso los que viven en un matrimonio intacto, no pueden entender la enseñanza de la Iglesia sobre este punto. Es más, exigen una pastoral basada en el respeto frente al problema de la conciencia del individuo y una actitud misericordiosa en relación al quiebre, que permita un nuevo comienzo y la readmisión a los sacramentos, en particular a la Eucaristía. Ellos, subrayan, que en general, en una nueva relación también se viven los valores cristianos, como el amor, la lealtad, la responsabilidad en la pareja y con sus hijos. La readmisión a los sacramentos es pedida, sobre todo, por los católicos que participan en la vida parroquial.

Cuarta pregunta: ¿Existe en el país una ley civil de reconocimiento de las uniones de personas del mismo sexo equiparadas, de algún modo, al matrimonio?

Desde el año 2000, en Alemania existe el Instituto de Uniones Civiles Registradas, abierto a las parejas del mismo sexo y que en los últimos años han sido casi equiparadas al matrimonio. El derecho de adoptar niños, actualmente está reservado solo para las parejas unidas en matrimonio. En 2012 había 32.000 uniones civiles registradas en Alemania y 17.992.000 parejas casadas.

Los obispos alemanes se han expresado en repetidas ocasiones contra la igualdad jurídica del matrimonio y de las uniones registradas, señalando que el matrimonio tiene una importancia diferente, porque está orientado a la concepción de los hijos y a la formación de una familia y que esto debería estar expresado también en el estatus jurídico de las respectivas instituciones. En el futuro, se prevé una discusión respecto a si las dos instituciones jurídicas deberían ser transformadas en una única institución: “matrimonio”, abierto ya sea a las parejas heterosexuales como a aquellas homosexuales. Aquí también la Iglesia católica toma una posición abiertamente negativa y amonestadora, porque ve una equiparación de cosas que “per se” son diferentes.

En general para los católicos alemanes, la tolerancia y el respeto individual hacia las personas homosexuales es muy importante. En este contexto, existe en los católicos alemanes una clara tendencia a admitir, como un imperativo de justicia, el reconocimiento legal de las uniones homosexuales y la igualdad de trato respecto al matrimonio. En cambio, la apertura del matrimonio, en cuanto tal, a parejas homosexuales, es más bien rechazada. Sin embargo, muchos creen que es justo y positivo ofrecer un rito de bendición a las parejas homosexuales.

Historicidad del Magisterio eclesiástico

Las respuestas mantenidas por el Magisterio serán seguramente el punto que más discusión suscite en el Sínodo. Por una doble razón: porque se las ha mantenido contra viento y marea, al margen del sentir del pueblo y, en especial, al margen de las búsquedas y propuestas de numerosos teólogos moralistas y pastoralistas, que ya habían formulado antes, durante y después del concilio.

La indiferencia y alejamiento de muchos planteamientos y normas del Magisterio es un hecho evidente y fue enconándose con el paso del tiempo. Estaba en juego no el Evangelio sino en unos paradigmas culturales que no expresaban la verdad de esos temas de acuerdo con los nuevos resultados de las ciencias.

El Evangelio es universal, la vida de Jesús nos proporciona principios y valores que valen para todo tiempo, pero al darles encarnación y expresión concretas, resultan relativos y mudables, pues tras una formulación de la Patrística o de la Edad Media, se encuentran presupuestos científicos, antropológicos y filosóficos, cosmológicos, que pueden ignorar o contradecir dimensiones y propiedades del ser humano, que nunca lograremos poseer totalmente. Esta tarea no es ajena al Evangelio, pero no viene descrita por él. Y entonces resulta lógico e inevitable que el evangelizador, al resolver problemas y situaciones concretas, lo haga con el uso y recursos que le prestan las ciencias humanas, las cuales, lejos de sospechar, impedir o negar la fe, le ayudan a explorar ese ámbito de verdad, propio de la inteligencia y del saber humano.

Quiere esto decir que la Iglesia deberá compartir la verdad del Evangelio de la familia con la verdad de las ciencias, ya que ellas tienen autonomía y método propio y no deben ser suplantadas por la teología. Es, creo, lo que en los 50 últimos años –colaboración entre las ciencias y la teología- no se ha dado, por considerarse la Iglesia poseedora y portadora de toda verdad.

En medio de los cambios culturales de nuestro tiempo, sería absurdo volver al lenguaje y fórmulas del pasado, aferrándonos a una verdad monolítica, sin atender al contexto actual y a las circunstancias propias de nuestra época y de cada sujeto humano, que marcan el ritmo y grado de su crecimiento: “Más que el temor a equivorcarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en unas estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite: ´Dadles vosotros de comer´” (Mc 6, 37. (EG, Nº 46-49).

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