Escrito por
– Autor: Jerónimo Aguado Martínez –
“Amayuelas de Abajo, una pequeña experiencia de desarrollo integral”
La sociedad rural tal y como la vivieron nuestros antepasados está en crisis. Los procesos de industrialización de nuestro país forzaron el éxodo del campo a las grandes urbes, que, unidos a la privatización galopante de los recursos naturales (tierra, agua, semillas…), a la práctica de una agricultura sin agricultores/as, y a la interiorización de la cultura del productivismo y del consumo ilimitado, han permitido el abandono casi absoluto de los pueblos. La cultura rural apenas tiene valor en un mundo donde todo está mercantilizado.
Pero también es cierto que somos cada vez más las personas preocupadas por esta situación y son muchas las instituciones que colocan en sus agendas el debate sobre el futuro de nuestros pueblos. Es desde esta óptica donde se sitúa una pequeña experiencia de desarrollo rural en un pequeño municipio de la provincia de Palencia. Se llama Amayuelas de Abajo, uno de los muchos pueblos emiabandonados del Estado español.
Desde la apuesta por lo local, con la perspectiva de una transformación global, el proyecto de Amayuelas es una alternativa de modelo de vida para un pequeño grupo de personas. Amayuelas ha supuesto la creación de pequeñas iniciativas laborales; el asentamiento de un grupo de jóvenes procedentes del mundo urbano; la creación de servicios locales comunitarios e innovadores; la puesta en práctica de otras formas de trabajar la tierra, el ganado, produciendo alimentos saludables; la apertura de diferentes líneas de investigación; construcción con tierra; gestión integral de los residuos urbanos; rescate de semillas y razas locales, frente al monopolio y la privatización de la biodiversidad que están imponiendo las transnacionales de la agroalimentación.
Para sacar adelante el proyecto que nos traemos entre manos hemos desarrollado tres líneas de trabajo:
La primera se concreta en el acto de producir bienes y servicios, concretándolo en la creación de pequeñas unidades productivas (agricultura y ganadería ecológica, energías renovables, turismo responsable, pequeñas empresas transformadoras de la producción local, etc.), creadas a partir de la gestión de los recursos locales.
La segunda corresponde con la tarea de investigación, no en el laboratorio sino en el territorio, cuando las personas son “actoras” pueden hacer de una actividad productiva el inicio de un proceso de investigación. Los hombres y las mujeres del campo a lo largo de la historia han dado respuesta a innumerables problemas con este método. En nuestro caso la investigación se centra en mejorar las prácticas de la agricultura y la ganadería ecológica, en el mantenimiento de la biodiversidad agrícola, en la construcción del hábitat humano con un material puramente renovable como es la tierra y en la gestión de los residuos que generamos.
La tercera consiste en hacer de Amayuelas un espacio donde los actores del proyecto nos situamos en un proceso continuo de formación. El pequeño pueblo y la actividad productiva se convierten en una escuela (más tarde en una Universidad) de y para la vida. Se aprende cuando se emprende, más si el emprendimiento está unido a buscar respuestas colectivas a las necesidades humanas. Es en este marco donde se cruzan las ofertas de una pequeña comunidad que ha producido un bien socioeducativo –mientras vive, trabaja y goza– con las demandas de una población que valora ese bien como el mejor contenido pedagógico para cubrir lagunas y mejoras que desde otros espacios más institucionalizados no se pueden cubrir: el niño/ña, el o la estudiante que conoce cómo se produce el trigo, la leche, el pan…, y los vínculos que estos productos tienen con la persona y el entorno que los produce.
