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LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDADANÍA DESDE EL ÁMBITO ESCOLAR

Éxodo 94 (may-jun.’08)
– Autor: Luis María Cifuentes –
 
A lo largo de este artículo se pretenden esclarecer una serie de cuestiones que a veces se dan por supuestas y por sabidas, pero que constituyen un conjunto de conceptos complejos y al mismo tiempo, una serie de retos prácticos de difícil solución en nuestras sociedades actuales. Me refiero al mismo concepto de ciudadanía, que a primera vista puede parecer algo indiscutible y evidente, y sin embargo no lo es tanto. Asimismo se pretende desentrañar, aunque sea de modo relativo, el papel que juega la familia y los medios de comunicación en su interacción con la institución escolar en la construcción teórico-práctica de la ciudadanía, sobre todo en los adolescentes.

1. LA CIUDADANÍA EN LA ESCUELA

Para comenzar este tema, me parece muy interesante recordar algo que, de puro evidente, parece haberse olvidado en la historia de la educación española. Ortega y Gasset escribió ya a principios del siglo XX, influido por los ideales educativos de la Institución Libre de Enseñanza y por la Escuela neokantiana de Marburgo, algunas ideas muy acertadas sobre la educación y la pedagogía en España. Decía el filósofo madrileño: Si la educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar las sociedades. Antes llamamos a esto política: he aquí, pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social y el problema español un problema pedagógico. ¿Cómo, en efecto, mejorar a España seriamente si no tenemos una idea un poco exacta de lo que debe ser una sociedad?

La concepción liberal que impregna este discurso pedagógico de Ortega y Gasset era la más apropiada en aquella época para destacar lo esencial de toda educación y de cualquier pedagogía: la mejora del individuo y de la sociedad. Ortega tenía más fe en el individuo que en la sociedad española, pero sabía que sin política y sin pedagogía social España no podía ser mejorada. Esa unión entre lo pedagógico y lo político fue la base de toda la concepción educativa que anidó en las mentes de los dirigentes de la 2ª República española. Por eso las ideas de Ortega fueron, de algún modo, retomadas con un sentido más social y más revolucionario por el Ministro de Educación Fernando de los Ríos. Las ideas socialistas en el ámbito educativo ya no se inspiraban solamente en esa concepción liberal del individuo, sino que añadían una preocupación social por dotar a las clases sociales más desfavorecidas de una educación y una cultura liberadoras del prejuicio, de la ignorancia y de la pobreza. Es decir, que las ideas orteguianas sobre la pedagogía social adquirieron posteriormente en De los Ríos y en Rodolfo Llopis una nueva manera de afrontar los problemas económicos, políticos y sociales mediante la transformación radical de la educación española. La idea de Llopis de que la revolución debía comenzar en la escuela indica muy bien cuál era la concepción socialista de la educación en aquella época.

Esta breve introducción histórica nos sirve para situar el concepto de ciudadanía en el ámbito escolar español y para ver cómo la pedagogía y la política, la educación y la sociedad no son dos elementos aislados ni disociables, sino que forman un todo interrelacionado que interactúa continuamente. Además, ese ligero repaso histórico nos permite también resituar la historia de la educación española en otro de los agentes sociales que más influyeron a lo largo de la historia en la educación española: la Iglesia católica. No se trata de hace aquí una historia de la educación española en todas sus dimensiones, sino de constatar que la concepción pedagógica y social del catolicismo español ha sido determinante para la política educativa de los gobiernos españoles durante muchos siglos. Y ello se debe saber, porque algunas de las polémicas que hoy día se están produciendo en torno a la “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos” tienen un sustrato histórico e ideológico tan denso que no se entiende casi nada si se olvida esta reflexión histórico-filosófica.

La finalidad de la educación no ha sido ni es la misma en el caso de Ortega y Gasset, de los socialistas de la 2ª República y de la jerarquía católica española. La antropología, la ética, la pedagogía social y la política no dan interpretaciones homogéneas en cada uno de estos ámbitos filosóficos ni hoy día se pueden llevar a cabo sus ideas pedagógicas con idénticos planteamientos. Los cambios sociales, culturales y educativos que se han vivido en España desde 1960 hasta hoy han sido tan importantes que la escuela ha tenido que cambiar radicalmente para irse adaptando a la nueva sociedad.

Por todo ello, cabe preguntarse qué se entiende por ciudadanía en el ámbito de la institución educativa. Es preciso saber qué entendemos por ciudadanía cuando se dice que educamos para la ciudadanía, para vivir como ciudadanos en esta sociedad concreta y en los tiempos actuales. No nos bastaría para responder a estas cuestiones con reproducir fragmentos de la última Ley educativa de 2006, la LOE; porque con ello simplemente nos limitaríamos a reproducir lo que dicen los textos legales y la realidad social y educativa es mucho más compleja que las leyes.

De modo resumido se puede decir que la educación cívica del alumnado adolescente en nuestros colegios e institutos de Secundaria tiene que afrontarse desde el conocimiento de los derechos humanos, desde la dignidad personal de todos sin discriminaciones hacia nadie por motivos de religión, raza, orientación sexual o cualquier otra condición social o económica del alumno o alumna. Esto conlleva una serie de exigencias para el profesorado, como son, estar preparado para una educación intercultural, para el conocimiento y el reconocimiento de las diferencias y para la integración dialogada y pacífica de todos en un ambiente de convivencia democrática. El reto del pluralismo cultural, moral y religioso que ya está presente en el aula exige de toda la comunidad educativa una atención especial a la extraordinaria diversidad que está sobre todo escolarizada en la escuela pública. Educar para la ciudadanía consiste además en hacer consciente al alumnado de la importancia de la conservación del medio-ambiente, de educar en la ética ecológica a los adolescentes que tenemos a nuestro cargo, porque el futuro de la Tierra está amenazado por la excesiva presión del ser humano sobre el ecosistema. Esta conciencia ecológica tiene además un valor añadido y es su carácter intergeneracional, ya que nos damos cuenta de que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos dependen de la actividad económica que las actuales generaciones estamos llevando a cabo y que sus efectos pueden alcanzar un tiempo superior a nuestras propias vidas. Un ejemplo dramático de esta carencia total de educación cívica es el de los incendios forestales provocados por algunos individuos y que cada verano se repiten en muchos lugares de España.

En conclusión, la escuela, toda la comunidad educativa en su conjunto tiene la obligación de formar ciudadanos racionales, críticos, responsables y solidarios; para ello debe todo el sistema educativo tener en cuenta los desafíos a los que la sociedad española se está enfrentando desde hace unos años: el hecho multicultural, el pluralismo moral, religioso y cultural y los desastres ecológicos derivados de la actividad humana sobre la Tierra. La LOE ha recogido todos estos problemas y los ha articulado en torno a un amplio curriculum de un curso en la etapa de Primaria, de dos cursos en la ESO y algo en el curriculum de la materia “Filosofía y ciudadanía” en 1º de Bachillerato.

2. LOS AGENTES SOCIALES QUE CONSTRUYEN LA CIUDADANÍA

El sistema educativo es solamente un eslabón de una cadena muy compleja de factores y de agentes sociales que condicionan mucho la formación del ciudadano. La construcción de la ciudadanía no depende exclusiva ni principalmente de la escuela, a pesar de algunas pretensiones de los políticos en ese sentido. La escuela, el colegio y el instituto están anclados en un contexto social, económico y cultural y por eso es la sociedad la que influye de modo directo en las pautas y valores cívicos que vive el alumnado de los centros educativos. Un ejemplo histórico nos aclarará fácilmente lo que se quiere decir. La escuela nacional-católica de la etapa franquista de 1940 y 1950 estaba totalmente al servicio de los ideales políticos, morales y religiosos de aquel régimen político; en cambio, la escuela de la época actual debe estar al servicio de los valores cívicos y democráticos que están recogidos en nuestro sistema constitucional. Por eso, todo el sistema educativo debe regirse por los valores constitucionales plasmados en el Artículo 1º de la Carta Magna de 1978; esto es, la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político. A esos valores propios de un Estado democrático y de derecho hay que añadir el valor del pluralismo moral y religioso que existe hoy en la sociedad española de nuestros días.

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