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La comunidad Interlavapiés, una experiencia intercongregacional

Éxodo 118 (marz.-abril) 2013
– Autor: Pepa Torres y Maite Zabalza –
 
El multicultural barrio de Lavapiés acoge desde hace 8 años a una comunidad intercongregacional identificada por su empeño en “cruzar fronteras” y apoyar las luchas por una ciudanía alternativa y otro mundo y otras relaciones posibles. Actualmente está formada por apostólicas del Corazón de Jesús, dominicas y una laica.

El proyecto de la comunidad Interlavapiés se parece al tejido de cuatro mujeres, tres religiosas y una laica, que empezaron a cruzar sus hebras entre ellas y las gentes de Lavapiés, sostenidas e inspiradas por el aliento de la sophia de Dios:

1. ALGUNOS DE LOS HILOS CON LOS QUE VAMOS TEJIENDO LA VIDA SON:

1.1. El agradecimiento y la alegría de sentirnos invitadas por la Espíritu a novedad de esta experiencia, sabernos con-vocadas y conducidas desde los carismas diferentes de cada una a vivir comunitariamente en este lugar y con sus gentes. Sentimos que adentrarnos en la diversidad que nos ofrece este lugar y la propia diversidad que somos cada una y nuestras congregaciones es la posibilidad de adentrarnos en el misterio de la encarnación y la universalidad de Dios.

1.2. Al identificarnos como comunidad Inter-Lavapiés, lo hacemos no porque seamos sólo una comunidad Inter-congregacional, sino porque queremos vivir lo inter y hacer comunión desde toda la diversidad que nos ofrece el barrio: intercultural, interreligioso, laicidad, movimiento sociales, etc.

1.3. Queremos vivir nuestro seguimiento a Jesús desde una mayor integralidad y totalidad. Sin hacer apartes no compartimentos estancos entre “lo de dentro” y “lo de fuera”, “la casa” y “la calle”, “la misión” y la “comunidad “, el “trabajo” y “las relaciones”, el “hacer” y el “ser”, “lo místico” y lo “político”.

1.4. El deseo de vivir insertas entre los migrantes siendo vecinas, amigas, ciudadanas y compartiendo la vida, las luchas, la espiritualidad, sosteniéndonos mutuamente y experimentando que las diferencias no son un obstáculo para la fraternidad sino su posibilidad, aunque a veces sea costoso.

1.5. Tejer comunidad entre nosotras y con otros y otras desde la casa abierta, la hospitalidad, el cultivo de la amistad, y la organización en la lucha por los derechos y una nueva ciudadanía.

1.6. La relación y la amistad vividas con gratuidad. Aprendiendo y ofreciendo. Pero no cualquier relación, sino relaciones que partan de la escucha profunda, el respeto, la sorpresa ante el otro, la admiración y el cuidado. Estas relaciones las queremos vivir también con conciencia de género y en complicidad con los sueños y las luchas y de las mujeres, especialmente de las migrantes.

1.7. Queremos vivir relaciones de reciprocidad, en horizontalidad y circularidad. Somos conscientes que aunque hay situaciones de asimetría entre nosotras y mucha gente de nuestro barrio (somos “blancas”, tenemos papeles, ingresos fijos, vínculos fuertes que nos sostienen, etcétera) es posible la reciprocidad y el encuentro, siendo compañeras de vida a la vez que nos dejamos acompañar por ellos y ellas. Pero para ello vemos muy importante el diálogo y el discernimiento sobre cómo situarnos en lo concreto.

1.8. Queremos vivir una espiritualidad del acompañamiento y el cuidado entre nosotras y con la gente y queremos hacerlo tejiendo lazos desde la hondura del ser con diferentes matices, según nuestras espiritualidades.

1.9. Somos conscientes que LAVAPIÉS y sus gentes son una realidad de frontera, fuente de vida, utopía y esperanza, pero también de sufrimiento, injusticia, impotencias y desgarros. Reconocemos también que el seguimiento a Jesús es TENSIONAL y que sólo desde las motivaciones más hondas y pasando por el Evangelio y el corazón la intensidad de la vida que se nos ofrece podremos vivir con fecundidad, alegría y “a largo plazo“.

2. LOS VALORES QUE QUEREMOS TEJER ENTRE NOSOTRAS Y CON LA GENTE SON:

2.1. El cuidado mutuo de la vida. Una cultura de la sanación y de la reconciliación ante la violencia del sistema: leyes, crisis, exclusivismo religioso, político.

2.2. Una cultura de la relación y la organización colectiva, que nos haga pasar de la resistencia al empoderamiento. Para ello necesitamos cambiar una percepción que se nos impone de los inmigrantes como víctimas a sujetos de cambio y protagonistas y nosotras con ellos y entre ellos y con grupos alternativos del barrio. Ser y hacer comunidad “Inter”, dentro y fuera de casa, buscando tejer la vida con los últimos más últimos/as. Para vivir este proceso nos damos cuenta que necesitamos un cambio de mirada que sólo nos lo da la proximidad y la amistad con ellos, el compartir frustraciones y esperanzas, indignaciones y logros, lucha y fiesta.

2.3. La gratuidad como estilo relacional que nos lleva a gustar los encuentros con la gente y saborear el momento presente y la apuesta terca y paciente por los procesos.

2.4. Una cultura de la escucha y la hondura. Sentir y vivir la realidad desde dentro. Suspensión del juicio, como punto de partida Atentas a captar “el alma” de la realidad y de las personas.

2.5. La fuerza de lo simbólico en su humanidad y divinidad como lenguajes a cuidar entre nosotras y con la gente, para conectar y encontrarnos en nuestras dimensiones espirituales más hondas.

2.6. La comensalidad abierta como gesto sacramental del encuentro, la inclusión.

2.7. El pluralismo como valor que atraviesa la vida y nos pide ser respetuoso con las diferencias y un estilo de vida dialogal.

2.8. La reciprocidad, la mutualidad, la búsqueda y el cuidado de las motivaciones compartidas para luchar y encontrarnos juntos con nuestras diferencias y nuestras convergencias. Queremos priorizar espacios y relaciones que favorezcan la igualdad y evitar situarnos como “profesionales de lo social “ o como “ayudadoras“ y hacerlo como “compañeras”, amigas“, ayudar a la gente a romper esta expectativa cuando la tengan y romperla nosotras también sobre nosotras mismas .

3. LA PALABRA DE DIOS QUE NOS ACOMPAÑA EN ESTE CAMINO Y QUE DESCUBRIMOS ENCARNADA EN ESTA REALIDAD ES:

l Reyes 17,9:

Cada día se nos regale ser “testigas” y compañeras de camino de muchas vidas “al límite”, el misterio de la supervivencia y la dignidad de personas, la fuerza de lo colectivo, y así cuando parece que no hay salida, el apoyo mutuo, la solidaridad, el compartir no lo que sobra sino lo que se necesita para vivir, la creatividad y las diversas sabidurías de las culturas, se hace posible el milagro de la vida, la lucha por los derechos, la esperanza. En este misterio reconocemos las promesas del Dios que no abandona, pese a todo pronóstico:

“Se levantó Elías y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que recogía leña. Elías la llamó y le dijo: Tráeme, por favor, un poco de agua en tu cántaro para beber. Cuando ella iba a traérselo, la llamó desde atrás: Tráeme también un pedazo de pan. Ella le respondió: No tengo ni una torta; no me queda nada de pan, sólo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en un cántaro. Estaba recogiendo un par de palos para el fuego y ahora vuelvo a casa a preparar esto para mí y mi hijo. Cuando lo hayamos comido, no nos quedará más nada que esperar la muerte. Elías le dijo: “No temas, vete a tu casa a hacer lo que dijiste. Pero primero hazme un panecito y tráemelo, y después lo haces para ti y tu hijo. Porque así dice el Señor: No se terminará la harina de la tinaja ni se agotará el aceite del cántaro hasta el día en que Yavé mande la lluvia a la tierra”.

Mc 7, 24-30

En el reclamo de la sirofenicia reconocemos el reclamo de los y las migrantes y los movimientos sociales por una ciudadanía alternativa, “transfronteriza”, por una transformación profunda del sistema, de los paradigmas en los que nos movemos.

Ellos y ellas, como la sirofenicia hizo con Jesús, nos urgen a modificar esquemas, ideologías, sensibilidad, ampliar comprensiones, horizontes de utopía y realismo, de inclusión y diversidad, y nos urgen a ir más allá de donde estamos, como mujeres, como comunidad, como Iglesia.,

El proceso de Jesús en el encuentro con esta mujer alienta el nuestro y nos hace vivir confiadas y perdiendo el miedo a seguir en camino hacia lo que aún no conocemos ni adonde aún no hemos llegado.

“Se marchó de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa con intención de que nadie se enterase, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía a su hija poseída por un espíritu impuro, se enteró en seguida, acudió y se postró a los pies. La mujer era pagana, natural de la Fenicia, Siria. Le rogaba que echara al demonio de su hija. Él le dijo: –Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perrillos. Le replicó ella: –Cierto, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños. Él le contestó: –Anda, vete, que por eso que has dicho el demonio ha salido de tu hija. Al llegar a su casa se encontró a la niña en la cama; el demonio se había marchado”.

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