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JOSÉ COMBLIN, PIONERO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Escrito por

números 78-79 (marzo-junio ’05)
– Autor: Evaristo Villar y Carlos Pereda –

José Comblin nació en Bruselas en 1923. Se ordenó sacerdote en 1950 y después de trabajar ocho años en parroquias de su país, decidió vivir en América Latina. Estaba muy frustrado de la iglesia de su país, “con una fachada todavía poderosa pero donde el evangelio estaba ausente”, y encontró su oportunidad cuando Pío XII pidió sacerdotes “para luchar contra el comunismo en América Latina”. Residió en Campinas (Brasil), Santiago (Chile) y volvió de nuevo a Brasil. Fueron años en los que trabajó como profesor y contribuyó a crear la teología de la liberación . En 1972 le expulsaron los militares y pasó a Chile, donde todavía gobernaba Allende. Asistió al golpe de estado de Pinochet, “cuyo entendimiento con el nuncio Solano, actual secretario de Estado del Vaticano, fue total”, y trabajó desde la Vicaría de Santiago. Escribió un libro denunciando la doctrina estadounidense de la seguridad nacional lo que le valió de nuevo la expulsión del país. Volvió a Brasil, donde vive desde 1980. José Comblin se siente “archiviejo”, con sus 82 años, pero permanece libre como el viento para decir lo que piensa y seguir el camino que predica y predicó Jesús. Lo entrevistamos en Porto Alegre, a donde ha acudido para participar en el Foro Mundial de Teología y Liberación, y en el Foro Social Mundial. Dos foros que, en su opinión, deben mantenerse unidos. Pese a su edad, aguanta los 40 grados del verano brasileño con una sonrisa cómplice.

Cuando afirmamos que “otro mundo es posible”, ¿qué queremos decir?

Yo diría lo que dijo una mujer indígena guatemalteca: ese otro mundo ya existe, pero escondido en medio de los pobres. En los medios de comunicación se habla de los pobres siempre de forma negativa, como los que no tienen bienes, que no tienen cultura, que no tienen para comer. Visto desde fuera, el mundo de los pobres es todo negatividad. Sin embargo, visto desde dentro, el mundo de los pobres tiene vitalidad, luchan para sobrevivir, inventan trabajos informales y construyen una civilización distinga de solidaridad, de personas que se reconocen iguales, con formas de expresión propias, incluidos el arte y la poesía. He conocido barracas construidas sobre el mar en El Salvador donde viven miles de personas en condiciones muy precarias, incluso con peligro de caer al agua. Pero la gente vive allí con una alegría, con una conciencia, una apertura y una paciencia que son el reverso del mundo de los ricos. Se realiza lo que dice Jesús: el reino de Dios está ahí escondido en medio de los pobres, pero se necesita que haya algunas figuras de tipo profético para recuperar la esperanza, la confianza. Es como la levadura que hace falta para fermentar la masa. Donde no hay profetas queda como una frustración, pero desde el momento en que aparece una persona inspirada, se levanta una experiencia nueva. Y entonces hay muchísimos lugares en que se encuentra ese pueblo, que es ese mundo alternativo.

Desde ese otro mundo de los pobres, ¿es posible hacer frente al actual modelo neoliberal?

Todos los imperios se han destruido por luchas internas o porque otro imperio más fuerte les ha sobrepasado, como podría ser pronto el caso de China. No va a ser la teología la que va a destruir los imperios, éstos se destruyen por sí mismos o entre sí… pero no sabemos cuando. Entonces, el otro mundo no nace porque fracase el mundo actual sino por la introducción de un mundo nuevo desde lo más bajo. Todo lo bueno que hay en la democracia moderna en realidad nació en las ciudades medievales. En las ciudades medievales fueron los pobres campesinos que huyeron del campo y formaron comunidades propias, llegando a crear nuevas formas de cultura, hasta que el capitalismo moderno ha destruido toda la independencia y autonomía de las ciudades.

¿Qué papel está jugando la iglesia católica en esta situación?

El “otro mundo” de Porto Alegre está apareciendo pero la iglesia católica va en otra dirección. La opción por los pobres se ha olvidado y se practica una religión burguesa, muy comprometida con movimientos burgueses como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo o Comunión y Liberación. La iglesia oficial se sitúa fuera del reino de Dios y se dedica a cultivar los sentimientos religiosos de la clase dominante, de los privilegiados del sistema. Yo he conocido otra iglesia en tiempos de Helder Cámara o Leónidas Proaño que se ubicaban dentro del mundo de los pobres y les daban esperanza… Pero la iglesia romana tiene como única preocupación mantener su poder y la evolución del episcopado en estas últimas décadas es una tristeza. Un día leí en un libro de Freire una anécdota ilustrativa sobre el confesor de Pío XII, que era profesor de historia en la Gregoriana y que como confesor del Papa podía conocer todas las mentiras con las que se engañaba a sí mismo, y entonces dejó escrito en su testamento que la iglesia católica es como un castillo medieval, rodeado de agua; el castillo tiene un puente pero lo han levantado y han cerrado la puerta, han tirado la llave, se han encerrado dentro y ya no pueden cambiar.

Acabamos de terminar el primer Foro Mundial de Teología y Liberación. ¿Qué valoración haces de esta forma de teología en la situación actual?

Hace 30 o 40 años, cuando se fundó la teología de la liberación, la idea era suscitar todas las fuerzas del pueblo cristiano para entrar en el movimiento revolucionario que existía en aquel tiempo. Desde entonces se han producido transformaciones grandes: primero, la esperada revolución se ha mostrado imposible y el sistema se ha mucho más fuerte de lo que era entonces. El imperio actual estaba empezando hace cuarenta años, pero ahora las grandes corporaciones, las multinacionales lo ocupan todo. La Telefónica de España está en toda América del Sur; el Banco de Santander está comprando los mejores bancos en Chile, aquí en Brasil, en Méjico… O sea, España está reconquistando América Latina, como parte del sistema capitalista de conjunto.

En segundo lugar, el pueblo ha emigrado masivamente del campo a las ciudades y en los suburbios es más difícil crear relaciones sociales y comunitarias, la gente está ahí más dispersa. Entonces hay que repensar en función de esos desafíos. Y estar en medio de este pueblo excluido que lucha justamente para crear una cultura de sobrevivencia. Entonces hay que repensarlo e imaginar cuál es el papel que podemos jugar los cristianos en todo eso. Pero la iglesia católica está ausente completamente de los suburbios y ha dejado ese espacio a los evangélicos. En Río de Janeiro los jóvenes que llegan del campo tienen dos alternativas: o se hacen evangélicos o entran en el tráfico de drogas. El mundo católico no está presente en la ciudad. El cardenal de Río, Eugenio Salas, luchó contra las comunidades de base, contra toda pastoral popular, y el resultado ha sido una reducción enorme del número de católicos. Para muchos obispos brasileños, toda comunidad de base era comunista, todo era marxismo, y la teología de la liberación puro marxismo.

En Brasil debe haber por lo menos 2000 profesores de teología actualmente, pero no se oye mucho su voz. La teología está paralizada, inconsciente del mundo en que vive, y eso se debe en gran parte al control de la ortodoxia que se ejerce sobre las facultades de teología. Por eso falta una nueva generación de teólogos de la liberación a partir de la situación actual, que es muy diferente a la de hace 30 años.

Dices que los jóvenes no han tomado el relevo de la teología de la liberación, pero hay 35.000 jóvenes acampados en el V Foro Social Mundial.

Sí, sí, pero no se ve mucha teología en eso, son movimientos laicos, movimientos de profesionales, de estudiantes, pero no sé… no se oyen muchas voces teológicas en eso. Por ejemplo, el movimiento sin tierra, no sé ve mucha teología ahí. A mí me invitan para cursos y charlas así, pero yo soy archiviejo, no sé ve mucho a los jóvenes teólogos interesados en participar en esos movimientos. En el Foro Social Mundial participan algunos obispos como Don Demetrio, de Porto Alegre, o Samuel Ruiz, de Chiapas, pero la mayoría de los obispos no es que no acudan sino que infunden en el clero la idea general que esas cosas son peligrosas, esas cosas no son muy ortodoxas. Al Papa no le gustan esas cosas. Hay también un movimiento de contestación-discusión, pero la voz cristiana es mucho más débil que hace 30 o 40 años. Las comunidades de base han reducido mucho su peso y su presencia social, porque no han tenido apoyo de de los obispos ni de los curas. Se ha tratado de recuperar, de integrar dentro del sistema parroquial tradicional… y se han levantado pocas voces proféticas para reforzar las comunidades de base.

¿Qué te parece el reciente retiro de Pedro Casaldáliga?

Va a ser un vacío inmenso. Todavía hay obispos profetas que hablan claramente. Están Tomás Balduino o Demetrio, pero él es el primero. Casaldáliga es la voz que todavía habla con sinceridad, espontaneidad y total liberad. Es un ejemplo, no solamente para los católicos, sino para toda la sociedad en general y tiene un prestigio y una irradiación muy grande. Desde Roma lo han castigado durante todo su episcopado, ha sido vigilado constantemente y ha tenido innumerables conflictos. Ha podido salvarse porque en aquel tiempo tenía el apoyo del cardenal Arns. La curia romana no se ha atrevido a sacarlo sencillamente porque la reacción habría sido muy fuerte. Pero ahora ya no es así. La conferencia episcopal ha cambiado radicalmente, se ha romanizado completamente. Si él tuviera que empezar ahora no encontraría apoyo, pero es ya viejo y por eso lo respetan, pero si tuviera que empezar no habría sido posible.

Lula es una figura que desde España se sigue con mucho interés. ¿Cómo le ves tú desde Brasil?

Lula es una personalidad, pero no es el gobierno. El gobierno es el Partido de los Trabajadores, que es un nombre usurpado porque en realidad no es el partido de los trabajadores. La gran mayoría, el 70% de los miembros del partido, son funcionarios públicos, o sea, son todos pagados por el estado. No son obreros, no son campesinos y la dirección del partido hace diez años tomó una opción muy clara: queremos el poder con cualquier condición, cualquiera que sea la condición queremos el poder. Y como decía el presidente confidencialmente: si hay que irse a la derecha, el partido irá a la derecha. Y entonces, de hecho, se prepararon para tener el apoyo o, por lo menos, la tolerancia de los grandes bancos, de las corporaciones mundiales y así la campaña electoral fue un continuo mensaje de paz, tranquilidad, diálogo, sin ningún conflicto, o sea, ningún conflicto con ninguna fuerza poderosa, ni con los bancos, ni con el Fondo Monetario, ni con los propietarios rurales, ni con las corporaciones multinacionales, ¡ningún conflicto! Y de hecho todos éstos se sienten felices, los bancos nunca ganaron tanto como ahora.

Entonces, las corporaciones multinacionales pueden comprar aquí todo lo que quieren y expandirse mucho, porque el Partido ya tomó esa decisión, aunque no lo han comunicado a los militantes de base. Entonces, los militantes se quedaron con la ilusión de que querían el socialismo, querían otra sociedad y así. Pero la dirección del partido ya tenía su programa hecho desde hace diez años. Muchos líderes se han salido del partido, ya no pueden más porque ven la orientación que están tomando las cosas. En cuanto a Lula, es la figura popular que les permite tener audiencia en el pueblo, es su mejor propaganda, la propaganda del sistema, pero él no es el que manda, no es el que elabora la política.

Además, él acepta ese papel porque es un negociador tradicional. En sus orígenes como sindicalista aprendió a negociar, a hacer acuerdos con los patronos. Y eso es lo que hace. En la industria automovilística tenía algún poder de negociación, pero frente a las corporaciones mundiales, el Fondo Monetario o los bancos, ¿qué márgenes tiene? Ahí la negociación siempre termina en capitulación.

¿No hay aspectos positivos en la política de Lula?

Hay aspectos positivos. Uno de ellos la lucha contra la corrupción. Parece que con su gobierno hay menos corrupción aunque su búsqueda de alianzas con otros partidos no sé hasta dónde se lo va a permitir. Lo mejor del Partido de los Trabajadores es su trabajo en los municipios en donde han tenido la alcaldía, ahí han podido ser más creativos porque eso tampoco interesa tanto a las multinacionales ni a los grandes. Pero a nivel del gobierno central de Brasil hasta Frei Betto, compañero suyo desde hace muchos años, le ha dejado porque ya no puede aceptar más su orientación económica neoliberal. Mantuvo la ilusión de que las cosas podrían cambiar pero no aguantó más. Ya hace un año que él quería salir del gobierno, pero insistieron, insistieron y al final decidió que ya no podía seguir.

¿Y el Programa contra el hambre?

La orientación de este programa ha sido muy discutida. Dar comida a los que tienen hambre es la solución de la burguesía tradicional; se dan limosnas, comidas, pero no se soluciona ningún problema. En buena parte eso les adormece, les quita estímulos para mejorar las cosas y muchos se dan por satisfechos. En cambio, desde el gobierno no se impulsa ningún programa para movilizar a las fuerzas populares. Todo el contacto con los obreros campesinos es para decirles: “tengan paciencia, tengan paciencia. La transformación no se hace en un año, se hace despacito”, o sea, acaban desmovilizando. El resultado es que no hay ningún antagonismo entre el mundo popular y las corporaciones, entre la industria y los bancos.

¿Qué pasa?, no pasa nada: en materia de educación, nada; en materia de salud, nada. Porque la prioridad es pagar las deudas. Y se mantienen los intereses altísimos, de tal modo que los bancos nunca ganaron tanta plata como ahora, nunca. Y la deuda del gobierno, el año pasado creció en 100.000 millones de reales. Por todo esto ya hay sectores populares que inician la protesta contra Lula, como se podía escuchar en las manifestaciones del Foro Social Mundial. En muchas reuniones populares Lula empieza a ser contestado porque después de dos años empiezan a estar un poco impacientes.

Y del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ¿qué piensas?

No he estado en Venezuela recientemente, pero es una figura muy controvertida. Es muy carismático, muy desorganizado, pero es el primero que en Venezuela ha hecho algo por los pobres, por los campesinos, por los habitantes de los cerros, es el primero y por eso le apoyan. Por eso hubo tantas manifestaciones. El petróleo estaba en manos de sindicatos totalmente vendidos a las empresas internacionales y el fue el primer gobernante de Venezuela que recuperó el petróleo. Hasta que él intervino, una fortuna de miles de millones de dólares se escapaba del país y él prácticamente lo ha recuperado, y el petróleo está ayudando a mejorar la situación de los pobres. De cualquier manera Chavez tiene ese mérito, ha sido el primero que hizo algo para enfrentarse con la burguesía, con los bancos, con los medios de comunicación… Lo tenía todo en contra y la iglesia católica también estaba contra él en primera fila, liderando las campañas contra Hugo Chavez. Pero, a pesar de eso, el pueblo lo apoyó, lo que es una señal. Ahora, si va a lograr realmente transformar un poco las estructuras eso todavía, todavía no se sabe, pero hay señales que son positivas.

En el Foro Social Mundial podemos observar un clamor contra la ocupación de Irak por Estados Unidos. ¿Cómo valoras la nueva doctrina de la guerra preventiva?

La guerra de Irak fue la primera aplicación de la nueva doctrina estadounidense. Hasta 2002, oficialmente, Estados Unidos no había reemplazado la doctrina Truman como estrategia geopolítica. La doctrina Truman, definida en 1947, ponía como meta de la política americana la contención del comunismo y legitimó la guerra de Corea e innumerables intervenciones militares en todos los continentes pero con la disolución de la Unión Soviética el comunismo dejó de ser una amenaza grave. En septiembre de 2002, el presidente Bush anunció una nueva doctrina geopolítica que plantea la necesidad de “guerras preventivas” contra cualquier amenaza posible al liderazgo mundial de Estados Unidos. No se trata de responder a una agresión, sino de hacerla imposible. Estados Unidos no iba a tolerar la formación de ninguna potencia que pudiera amenazar su predominio. Fue la proclamación oficial del imperialismo estadounidense, para que nadie tuviera dudas.

¿Y piensas que un imperialismo así puede legitimarse hoy día?

Como todos los imperios, Estados Unidos disfraza sus intenciones y se legitima ante el mundo pro la promesa de ser el guardián de la paz mundial. En América Latina la conquista de las tierras de los indígenas se justificó siempre por la “pacificación”: la misma conquista era un acto de pacificación según la ideología imperial de los conquistadores. Estados Unidos fue a Irak a llevar la paz, aunque no fuera aceptada por la mayoría de sus habitantes. Pero el mensaje se dirigía a todos los pueblos árabes y musulmanes en general. Una vez ocupados Afganistán e Irak, Estados Unidos posee una red de bases militares desde donde controla todo el Medio Oriente y Asia Central. Por supuesto, los pueblos de la región no aceptarán fácilmente esta situación de dependencia y Estados Unidos va a tener que ejercer una represión permanente en todo su imperio, lo que pondrá de manifiesto la contradicción entre imperialismo y democracia.

Otra oposición le vendrá también del propio pueblo norteamericano. Pero los gobernantes de Estados Unidos y los grandes grupos financieros que les presionan van a lo suyo: ya habían conquistado las reservas petroleras de África en Angola, Gabón, Nigeria, Guinea… y ahora domian todo el Medio Oriente y Asia Central, o sea, las antiguas repúblicas asiáticas de la Unión Soviética. De este modo, la gran vencida en la guerra de Irak es Europa, porque va a depender de Estados Unidos en sus provisiones de petróleo. Algunos gobiernos europeos -no precisamente Aznar- eran conscientes de lo que estaba en juego y por eso trataron de evitar la guerra. No lo consiguieron y la conclusión es que Europa ha dejado de ser una amenaza posible para el dominio económico de Estados Unidos.

Volviendo al viejo teólogo de la liberación, ¿cuál es tu mensaje central en el último libro “El camino”?

El propósito del libro es separar claramente lo que es cristiano de lo que es religioso. Lo cristiano es el mensaje de Jesucristo, que no es religioso, no funda ninguna religión, no crea ninguna actividad religiosa sino al revés, destruye toda la religión de su pueblo. Es cierto que la gente necesita religión, dar expresión pública a un sentimiento religioso, pero eso no es el cristianismo todavía. La iglesia ha pasado a lo largo de la historia por varias fases: reintrodujo el antiguo testamento creando a los sacerdotes y reinterpretando la eucaristía como el sacrificio; después integró también gran parte el sistema romano, la religión pública al servicio del estado y legitimadora del mismo; introdujo también buena parte de la religión de los pueblos germánicos, de los que cambió poca cosa. El programa del Papa Gregorio venía a recomendar a los misioneros que mandaba a Inglaterra la siguiente misión: “ustedes irán a los santuarios de los paganos, sacarán los ídolos que veneran y en su lugar coloquen las imágenes de los santos”, y de hecho continuaron su religión tradicional con un revestimiento cristiano.

Durante siglos, desde la alta Edad Media, se hizo ese convenio, que naturalmente facilitó la conquista de los estados europeos. El episcopado cierra los ojos y le basta con que la gente vaya a misa, se bautice y reciba la señal exterior de la iglesia; pero la religión que se practica es de los santos, una nueva expresión de sus espíritus tradicionales, no el mensaje de Jesús. Eso no es el cristianismo.

Entonces, para ti, ¿cuál es hoy ese camino de Jesús?

El camino de Jesús se puede expresar en tres claves. La primera la esperanza, o sea, la esperanza de que no solamente otro mundo es posible sino que está empezando ahora. Es un movimiento de mucho sufrimiento, que pasa por la cruz, por las luchas enormes que pueden ser, pero donde tenemos la convicción de que estamos construyendo un mundo nuevo. Ése es el tema de la esperanza.

En segundo lugar la clave de la fe, pues hemos recibido el espíritu de Dios que nos da fuerza para trabajar en la esperanza. Por eso, la fe es confianza en nosotros mismos, porque los pobres lo que más necesitan es la confianza en sí mismos, el sentimiento de que son capaces de construir el Reino aquí y ahora, esa es la revelación de Jesús: el espíritu santo vendrá y hará a través vuestro obras mayores de las que yo he hecho. O sea, el espíritu los hará libres, capaces de hablar, de crear y de renovar la vida.

Y la tercera clave es el amor, la convocación a formar una fraternidad entre los seres humanos. Esa es la vocación fundamental del mensaje cristiano, como dice San Pablo: “la fe y la esperanza pasarán, todo lo demás pasará, lo único que permanece es el amor”. Entonces, después de la muerte, lo único que quedará es el amor. El amor que es algo concreto, ponerse al servicio del otro, de los otros, de los necesitados en primer lugar. Entonces, donde existe amor, ahí está presente el Reino de Dios.

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