martes, marzo 19, 2024
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HOJA DE RUTA PARA UNA ECONOMÍA LIBERADORA

Éxodo (spet.-0ct.’09)
– Autor: François Houtart –
 
Frente a la crisis financiera, que afecta a toda la economía mundial y que se combina con la crisis alimentaria, energética y climática, para terminar en un desastre social y humanitario, son diversas las reacciones que se perfilan en el horizonte.

Algunos proponen castigar y cambiar los actores (los ladrones de gallinas, como dice Michel Camdessus, el exdirector del FMI) pero continuando exactamente igual como antes. Otros señalan la necesidad de regular el sistema, pero sin cambiar los parámetros, como George Soros. Finalmente hay aquellos que piensan que es la lógica misma del sistema económico contemporáneo la que está en juego y que se trata de encontrar alternativas a éste.

La urgencia de soluciones es el desafío mayor. No queda mucho tiempo para actuar eficazmente contra el cambio climático. En el curso de los dos últimos años, según la FAO, 100 millones de personas han pasado por debajo de la línea de pobreza. La necesidad imperativa de cambiar el ciclo energético está frente a nuestras puertas. El cambio climático anuncia situaciones siempre más inquietantes para el planeta y para la humanidad. Una multitud de soluciones alternativas existen en todas las áreas, pero exigen una coherencia para garantizar su eficacidad, no un nuevo dogma, sino una articulación entre ellas.

Para promover una economía liberadora son varios los nuevos parámetros que tendrán que ser propuestos. Deben corresponder a las exigencias de la vida colectiva de los seres humanos sobre la tierra: las relaciones con la naturaleza, la produción de la vida, la organización socio- política y la representación cultural de la realidad junto con la ética necesaria a la construcción social.

Estos parámetros podrían ser presentados, como lo propuso el padre Miguel d’Escoto, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el último discurso de su mandato, en una declaración solemne de las Naciones Unidas.

De la misma manera que la Declaración de los Derechos del Hombre proclamada por las Naciones unidas, una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad podría tener un papel similar. En efecto, los Derechos del Hombre, antes de haberse adoptado por la comunidad internacional, han conocido un largo recorrido entre las revoluciones francesa y estadounidense. El mismo proceso progresivo ha tenido la tercera generación de los derechos, incluyendo una dimensión social antes de ser proclamados. Bastante occidental en sus perspectivas, el documento fue completado con una Declaración africana y por una iniciativa similar del mundo árabe. Sin ninguna duda la Declaración es manipulada en función de intereses políticos, especialmente por las potencias occidentales. Pero ella continúa siendo una referencia de base, indispensable a toda legitimidad política y una protección para las personas.

INICIATIVAS ALTERNATIVAS PARA UNA ECONOMÍA LIBERADORA

Actualmente la Declaración Universal de Derechos Humanos debe ser completada, ya que está en juego la supervivencia de la humanidad y de la tierra. Cuatro ejes fundamentales correspondientes a las bases de la vida colectiva en el planeta ya citados, podrían dar coherencia a las nuevas iniciativas que buscan construir las alternativas y también orientar numerosas prácticas de una economía liberadora.

1. La utilización sostenible y responsable de los recursos naturales. Esto significa otro enfoque de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza: pasar de la explotación al respeto de esta última, fuente de toda la vida.

2. Privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio. Y, en consecuencia, definir la economía como la actividad destinada a crear, dentro del respeto de las normas sociales y ecológicas, las bases de la vida física, cultural y espiritual de todos los seres humanos sobre el planeta.

3. Generalizar la democracia a todas las relaciones sociales y a todas las instituciones. No solamente aplicarla y profundizarla en el campo político, con una nueva definición del Estado y de los organismos internacionales, sino también ampliarla al área de la economía, de la cultura y de la relación entre hombres y mujeres.

4. La multiculturalidad, a fin de dar la posibilidad a todos los saberes, a todas las culturas, a todas las tradiciones filosóficas y religiosas de participar en la definición del Bien Común de la Humanidad y en la elaboración de su ética.

La adopción de estos principios permitiría comenzar un proceso alternativo real frente a las reglas que presiden actualmente el desarrollo de la economía capitalista, a la organización política mundial y a la hegemonía cultural occidental, que son las que causan las consecuencias sociales, culturales y naturales que conocemos actualmente. Los principios expresados desembocan sobre grandes orientaciones que es posible esbozar.

EXIGENCIAS Y ORIENTACIONES PRÁCTICAS DE ESTAS ALTERNATIVAS

1. Control colectivo de los recursos

En efecto, está claro que el respeto de la naturaleza exige el control colectivo de los recursos. Esto requiere también constituir los elementos, los más esenciales a la vida humana (el agua, las semillas…), como patrimonio de la humanidad, con todas las consecuencias jurídicas que ello provoca. Significaría igualmente asumir con coherencia las “externalidades” ecológicas en el cálculo económico.

2. El valor de uso por encima del valor de cambio

Privilegiar el valor de uso exige una transformación del sistema de producción actualmente centrado sobre el valor de cambio, con el fin de contribuir a la acumulación del capital considerado como el motor de la economía. Esta transformación requiere el restablecimiento de los servicios públicos, incluidos en las áreas de salud y de la educación, es decir su “no mercantilización”.

3. Generalizar la democracia

Generalizar la democracia, especialmente en la organización de la economía, supone el fin del monopolio de las decisiones ligadas a la propiedad del capital, pero también la puesta en práctica de nuevas formas de participación que conviertan a los ciudadanos en sujetos.

4. Aceptación de la muticulturalidad

Aceptar la multiculturalidad en la construcción de los principios mencionados significa no reducir la cultura a uno solo de sus componentes y permitir a la riqueza del patrimonio cultural humano expresarse, y poner así término a los afanes monopolizadores del saber y poder expresar una ética social en los diversos lenguajes.

5. Necesidad de la utopía

¡Utopía ! Sí, ya que lo que no existe hoy, puede existir mañana. Utopía necesaria, ya que es sinónimo de inspiración creadora de coherencias en los esfuerzos colectivos y personales. Y, también, aplicaciones muy concretas, sabiendo que cambiar un modelo de desarrollo no se realiza en un día y su construcción demanda un conjunto de acciones individuales y colectivas las cuales evolucionan de forma diversa en el tiempo. Entonces, ¿cómo proponer medidas insertándose en esta lógica y que podrían ser objeto de movilizaciones populares y decisiones políticas?

A las muchas propuestas planteadas pueden agregarse algunas otras.

ALGUNAS PROPUESTAS PARA NUEVAS DECISIONES POLÍTICAS Y POPULARES

1. En el plano de los recursos naturales

_ Un pacto internacional sobre el agua, proveyendo una gestión colectiva (no exclusivamente estatal) correspondiente a la consciencia existente de la importancia del problema.

_ Otras orientaciones podrían ser propuestas: la soberanía de las naciones sobre los recursos energéticos; la prohibición de la especulación sobre los productos alimenticios; la regulación de la producción de los agrocarburantes en función del respeto de la biodiversidad, de la conservación de los suelos y del agua y, en principio, de la agricultura campesina; la adopción de las medidas necesarias para limitar, en el curso del siglo XXI, a un grado centígrado el aumento de la temperatura de la tierra, el control público de las actividades petroleras y mineras mediante un código de explotación internacional, verificado y aprobado, vigilando y garantizando los efectos ecológicos y sociales (los derechos de los pueblos indígenas, entre otros).

2. En el campo del valor de uso

A propósito del valor de uso, pueden darse también ejemplos concretos. Se trataría de restablecer el estatuto de Bien Público del agua, de la electricidad, del correo, de los teléfonos, de internet, de los transportes colectivos, de la salud, de la educación, en función de las especificidades de cada sector.

Exigir una garantía de cinco años sobre todos los bienes manufacturados, lo que permitiría alargar la vida de los productos y disminuir la utilización de materias primas y de la energía.

Imponer un impuesto sobre los productos manufacturados que recorren más de 1000 kilómetros entre su producción y su consumo (adaptable según los productos) y que sería atribuido al desarrollo local de los países más frágiles.

Reforzar las normas de trabajo establecidas por la OIT, sobre la base de una disminución de los tiempos de trabajo y de la calidad de este último.

Cambiar los parámetros del PIB, introduciendo en él los elementos cualitativos que conlleven la idea del “buen vivir”.

3. En el campo de la democracia

Las aplicaciones de la democracia generalizada son innumerables y podrían alcanzar a todas las instituciones que piden un estatuto de reconocimiento público, tanto por su funcionamiento interno como por la igualdad en las relaciones de género: empresas, sindicatos, organizaciones religiosas, culturales, deportivas.

En lo que concierne al plan de las Naciones Unidas, se podría proponer la regla de los dos tercios para las decisiones de “principio” y de la mayoría absoluta para las “medidas de aplicación”.

En cuanto a la multiculturalidad, comprendería, entre otros, la prohibición de patentar los saberes tradicionales; la puesta a disposición pública de los descubrimientos ligados a la vida humana (médicos y farmacéuticos); el establecimiento de las bases naturales necesarias para la supervivencia de culturas particulares (territorialidad).

Estas orientaciones constituyen una hoja de ruta para una economía liberadora. Muchas iniciativas locales ya existentes contradicen la lógica del capitalismo, pero falta una coherencia general para crear una fuerza de cambio suficiente.

Los movimientos sociales pueden actuar en esta dirección. América Latina es el único continente que ha puesto en marcha iniciativas políticas nacionales y regionales (como el Alba) que aportan perspectivas realmente nuevas, pero son todavía vulnerables. La necesidad de una acción generalizada sobre la base de un pensamiento coherente se transforma en evidencia y la idea de una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad es un elemento que puede contribuir a su promoción.

Se ha hecho un llamamiento para que las propuestas concretas sean reunidas en un conjunto coherente de alternativas, que constituirían el objetivo colectivo de la humanidad y de una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Cada movimiento y cada actor social quedarían luego convocados a proyectar y construir su contenido.

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