jueves, abril 25, 2024
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¡Hasta aquí hemos llegado!

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Una mirada atenta al momento que estamos atravesando nos lleva a preguntarnos por lo que está pasando realmente en España en este dichoso 2017. Es verdad que las posibles respuestas no pueden desligarnos del contexto global en el que estamos viviendo. Cada día es más cierta nuestra dependencia e interconexión con el resto del mundo. Pretender aislarnos sería una quimera. Para no errar en el diagnóstico y detectar lo que está ocurriendo en nuestra propia casa, necesitamos acercarnos desde lo que nos afecta desde más lejos.

Nos afecta el cambio climático que descongela los polos de la tierra y acrecienta amenazante el nivel del mar. Esa tierra, madre de la vida, que se desertiza y que, por el calor y los incendios, pierde su frescura y masa forestal. Esta tierra, planeta azul, donde los huracanes, ciclones y tormentas arruinan nuestras cosechas y ciudades.

Nos afecta la crisis global, el terrorismo y las guerras que siguen causando masacres y desplazamientos masivos de gente –el Mediterráneo convertido un cementerio para la juventud– y desbalijando el patrimonio cultural y la memoria acumulada de los pueblos. ¿Llegaremos a poner algún día nuestras manos en Venezuela y las bombas imperiales en Corea del Norte?

Aquí, entre nosotros, ¡cómo ignorar que los recursos no se están aplicando al mantenimiento de la vida sino de unas instituciones que sirven solo los intereses de unos pocos! ¿Qué se ha hecho de esos 40.000 millones de euros que el pueblo ha tenido que pagar para rescatar la bancarrota de unos pocos desalmados?, ¿volverán algún día esos rescates que son fruto de la sangre y sudor del pueblo al lugar de donde salieron? ¡Cómo ignorar que esos recursos robados al pueblo han hecho que el patrimonio medio de los hogares ricos, en los últimos doce años, haya duplicado al de los pobres, generando una espiral de la desigualdad creciente!

Y mirando a Cataluña, en plena efervescencia después del referéndum del pasado 1-O, ¿se puede ignorar que, aunque declarado ilegal, supo burlar las grandilocuentes proclamas de un ejecutivo sin iniciativa, solo amparado en la ley? La sagacidad y las argucias del nacionalismo independentista se han impuesto sobre la incompetencia de un Gobierno sin respuesta política ante uno de los mayores desafíos de nuestra época democrática. No podemos adivinar en estas fechas el final de este magno conflicto, pero nos resulta difícil esperarlo de quienes, hasta el momento, lo han estado alimentando con sus interminables torpezas. (En nuestro próximo Éxodo analizaremos más detenidamente este asunto).

Estamos en una encrucijada. ¡Hasta aquí hemos llegado! Y se han cruzado ya demasiadas líneas rojas. Esto nos lleva a preguntarnos por los intereses y la ceguera de los nuevos amos del mundo y por la vigencia de la Constitución del 78 en España. Nos preocupa especialmente la creciente espiral de la desigualdad entre nosotros y el crecimiento de la ultraderecha y la fascización sociopolítica en Occidente.

En busca de unas bases comunes para la convivencia, Éxodo nunca se ha permitido ceder al pesimismo. A pesar de la terca realidad, nuestra actitud será siempre la de caminar con los ojos abiertos en el presente sin perder de vista la promesa que encierra el futuro. Como invita Marcos al final de su evangelio, “De la higuera debemos aprender el sentido de la parábola: Cuando ya sus ramas se ponen tiernas y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca”. Pues “cuando veáis que estas cosas están sucediendo, sabed (que lo nuevo) está cerca, a las puertas” (Mc 13, 28-29).

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