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HACIA UN CONSUME RESPONSABLE Y TRANSFORMADOR

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Éxodo 111 (nov.-dic.) 2011
– Autor: Pablo Chamorro –
 
Nuestra sociedad de consumo está agotando los recursos naturales de la Tierra y a pesar de la crisis económica y financiera no se detiene. Hemos creado un modelo económico que solo es viable bajo premisas de generación de deuda y de crecimiento económico continuo, lo cual está exprimiendo más y más nuestros recursos, hasta el punto de que hoy en día la población mundial consume más recursos y produce más residuos que los que el planeta puede abastecer y absorber respectivamente.

En este contexto, el consumismo se presenta como una de las causas principales de muchos de los problemas ambientales en los que trabaja Greenpeace.

La debacle económica y financiera tiene su origen en una crisis del modelo productivo y de consumo, en el que todos tenemos cierta responsabilidad. Hay compromisos comunes porque las decisiones que un individuo toma como consumidor pueden contribuir a fomentar empresas y modelos destructivos o, por el contrario, potenciar alternativas más sostenibles con el planeta y justas con las personas.

Se trataría de llevar a cabo un consumo responsable. La buena noticia es que ya existen muchas de esas alternativas: reducir nuestro consumo; apostar por un consumo local y de productos ecológicos; promover la movilidad sostenible, apoyar las empresas que respetan al medio ambiente y a las personas (economía alternativa y solidaria, cooperativismo…); fomentar la eficiencia energética y las energías renovables como el modelo que propone el informe Energía 3.0 de Greenpeace.

Para romper la espiral es fundamental la reducción del consumo en los países industrializados. Esto requiere un cambio cultural de gran magnitud pero conlleva muchas ventajas. Entre ellas, a modo de ejemplo y en un sentido individual, necesitaremos menos dinero y por tanto podremos trabajar menos o escoger más entre distintos empleos; ganaremos tiempo para ocio; contribuiremos a la sostenibilidad del planeta y nos liberaremos de la insatisfacción permanente; podremos elaborar los productos nosotros mismos, lo que nos permite aprender habilidades y sentirnos capaces y útiles. Además, valorar lo que consumimos nos hace disfrutar más de ello. Para llevar a cabo esta reducción del consumo podemos plantearnos si lo que vamos a consumir nos hace más felices y si incrementa nuestro bienestar; comprar cosas de mayor calidad, con más resistencia al paso del tiempo, u objetos reparables y con recambios, o controlar el consumo de energía… hay miles de posibilidades, con imaginación y ganas es posible.

EL SALTO A LO COLECTIVO

Sin embargo, no es suficiente caminar solos por la vía del consumo consciente o responsable para cambiar el mundo. Es necesario el salto a lo colectivo y a lo político si queremos que nuestro consumo sea también transformador. El consumo responsable corre el riesgo de ser entendido como un activismo personal y desplazar otras fórmulas de organizarse colectivamente y de movilización. El consumo es un ámbito idóneo de desarrollo personal y de construcción de ciudadanía, pero teniendo en cuenta el ámbito colectivo y político, que han de caminar juntos, en paralelo.

De esta manera y para salir del atolladero de la crisis financiera son necesarias soluciones colectivas a problemas colectivos y propuestas de consumo responsable colectivas, basadas en la organización social, la autogestión, la cooperación y la ayuda mutua. El consumo responsable se inserta junto con gran cantidad de movimientos y líneas de pensamiento en la acción colectiva que persiguen la transformación; ideas como el decrecimiento, la agroecología, la soberanía alimentaria, la relocalización de las economías, la justicia en el comercio global y el local, el comercio justo, la protección y desarrollo de los servicios públicos, la regulación de empresas y mercados, la democracia participativa, la renta básica, la potenciación de la cultura libre, la reducción de la jornada laboral, las políticas en defensa del territorio… El movimiento 15M ha sido una movilización sin precedentes que recogía las más diversas demandas de multitud de indignados e indignadas, ha hecho suya la calle, no solo para manifestarse, sino para hacer política, debates, charlas, acciones en la calle como espacio público apropiado.

En Greenpeace estamos convencidos del alto potencial de transformación social del consumo responsable si se tienen en cuenta algunos matices. En lugar de plantearnos si podemos cambiar el mundo desde el consumo, podemos intentar esforzarnos en no dejar que el consumo siga transformando nuestras vidas, nuestros barrios, nuestros pueblos, nuestro mundo. No se trata de sobrevalorar el poder del consumidor individual, sino de destapar la dilidad del consumismo, es decir, de no dar importancia al consumo. Además de escoger a las empresas más respetuosas, romperíamos la peligrosa espiral si consumiéramos menos.

Las propuestas de consumo responsable deben apostar por un cambio hacia un modelo social alternativo, amable con todas las personas y el medio ambiente, justo a escala local y global, y requiere también unas formas de vida diferentes a las actuales, que necesitan a su vez que cambiemos nuestros hábitos de vida y nuestra forma de evaluar las cosas.

En definitiva serán prioritarias la reflexión, el conocimiento, la educación, la construcción de alternativas, la acción, cooperación… Una apasionante aventura. Será liberador aprender a consumir menos y vivir mejor.

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