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El Papa Francisco. ¿Una primavera para la Iglesia?

Éxodo 118 (marz.-abril) 2013
– Autor: Pedro Miguel Lamet –
 
El primer gesto durante la aparición en el balcón de la logia de San Pedro ha determinado la trayectoria de los últimos papas. La fragilidad de cuello tronchado y dulce voz de Luciani-Juan Pablo I auguraban la debilidad de alguien que no podría soportar el peso vaticano; las manos firmes sobre la balaustrada de Wojtyla-Juan Pablo II, su fortaleza y capacidad de liderazgo hasta el final; y la mirada viva y timidez inteligente de Ratzinger- Benedicto XVI, su índole de papa teólogo. El papa Francisco se ha anunciado al mundo sin paramentos papales, con su habitual cruz de bronce, el saludo sencillo de una sola mano y una profunda inclinación para iniciar la plegaria. Parece mostrarse como “Papa de los pobres”, humilde, próximo, humano y cercano como indica el nombre elegido del Santo de Asís. Y por su escudo papal, enamorado de Jesús y María. El habemus papam descolocó previsiones y quinielas de papables. Se convirtió desde el primer momento en una sorpresa para los miles de periodistas destacados en Roma y para todo el mundo.

A este primer gesto hay que añadir durante las primeras semanas de pontificado una actitud positiva y evangélica, que de una Iglesia que parecía fustigar a la sociedad como tarea primordial parece insistir en un mensaje de esperanza, conversión y preferencia por los pobres. Era insólito que un Papa se pronunciara respetando la conciencia de periodistas no creyentes en su audiencia a los informadores después del cónclave; que eludiera protecciones especiales en su movimiento por Roma; que rompiera el protocolo; rechazara el apartamento papal para vivir en Santa Marta; eligiera a dos mujeres, una musulmana, para el lavatorio de pies de Jueves Santo en un establecimiento penitenciario (con escándalo de un canonista profesor de San Dámaso de Madrid por “ir contra las rúbricas”), y sobre todo que sus primeros nombramientos importantes hayan sido para crear un consejo internacional de cardenales para gobernar la Iglesia, en un paso sin precedentes hacia la colegialidad.

En una “carta a Dios”, que el que suscribe publicaba antes de la elección en Internet, pedía: “un hombre con sabor a ti, sabor a Evangelio, a desprendimiento, pobreza y apertura. Un hombre que traiga esperanza y libertad a la Iglesia y al mundo, sobre todo por su ejemplo; que consiga acabar con las divisiones y corruptelas no sólo en el interior del Vaticano sino en toda la Iglesia. Que no conciba la Iglesia como castillo sino como plaza de pueblo. Que no se encierre en el Vaticano sino que baje a la calle. Que no sólo nos hable y nos guíe, sino que escuche; que llore con los que lloran y ría con los que ríen. Que todos lo reconozcamos como uno de los nuestros y sepa ayudarnos a despertar y encontrar a Dios no como una póliza de seguridad, sino como una luz que da sentido y se reparte. Pero sobre todo que dé esperanza y optimismo, o lo que es lo mismo, que crea de veras en Ti”.

¿QUIÉN ES REALMENTE JORGE MARIO BERGOGLIO?

Los gestos parecen confirmar que esta oración fue escuchada. Pero la primera pregunta que muchos se hicieron desde el primer momento es quién es realmente el nuevo Papa. Primer papa jesuita de la historia, Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia sencilla del barrio porteño de Flores. Era el mayor de cinco hijos nacidos del matrimonio formado por el empleado contable Mario José Bergoglio y Regina María Sívori, ambos inmigrantes italianos en Argentina, procedentes del Piamonte.

Hay en sus comienzos un inocente amor infantil: “Si no me caso con vos, me hago cura”, le dijo un día Bergoglio a Amalia, su “novia” del barrio porteño de Flores, cuando apenas contaban doce años. Luego obtuvo en la escuela secundaria industrial Hipólito Yrigoyen el título de técnico químico y respondió a su vocación sacerdotal ingresando en el seminario del barrio bonaerense Villa Devoto. A los veinte años le fue extirpado un pulmón que le impidió realizar deportes, pero no condicionó en el futuro llevar una vida normal.

En 1958 accede durante dos años al noviciado en la Compañía de Jesús. Tras sus primeros votos del “bienio” en la orden, el juniorado lo hace en Santiago de Chile, donde llevó a cabo estudios humanísticos, y en 1964 regresó a Buenos Aires para dedicarse (como “maestrillo”: experiencia como profesor antes de estudiar Teología) a la docencia de Literatura y Psicología en el colegio de El Salvador. Los estudios de Teología los realiza entre 1967 y 1970 en la Facultad de San José, San Miguel de Tucumán (norte de Argentina). Ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, viaja a España para cumplir su Tercera Probación (periodo en que los jesuitas renuevan su espiritualidad tras los estudios) en Alcalá de Henares (Madrid), bajo la dirección del instructor padre José Arroyo. Sus compañeros españoles le recuerdan como un jesuita algo tímido, austero y de profunda espiritualidad. Así concluye sus años de formación según el largo proceso que caracteriza a la Compañía, que culminó con los últimos votos solemnes con el grado de profeso el 22 de abril de 1971.

Desde el primer momento los superiores advirtieron en él grandes cualidades y una honda espiritualidad, porque lo nombraron enseguida maestro de novicios en Villa Barilari, San Miguel (1972-1973), profesor de la Facultad de Teología, Consultor de la Provincia y Rector del Colegio Máximo.

Finalmente un día de San Ignacio de Loyola, 31 de julio de 1973, el padre General lo nombra provincial de Argentina, cargo que ejerció durante seis años. Tres años después de su nombramiento y ejerciendo su cargo de responsable de los jesuitas argentinos, le toca vivir el oscuro periodo de la dictadura militar. Su gran personalidad marcó la vida de la provincia jesuítica argentina hasta el extremo de que le acusaron de dividirla. Otro gran jesuita colombiano, el padre Álvaro Restrepo, que fue nombrado provincial años después con la misión de unirla, relata que más que disidencia en dos grupos: “los modernos y a los atrasados, descubrí que era un problema de liderazgos. El argentino es muy afectivo, se entrega, necesita un líder, y en cierto momento nacieron liderazgos distintos. Unos seguían la formación de Jorge Mario y otros eran más nuevos, una generación distinta”.

Comenzaba una época trágica de desapariciones de disidentes, niños raptados, torturas y matanzas de Videla. El periodista argentino Horacio Verbitsky en su libro El silencio: de Paulo VI a Bergoglio acusa al futuro papa de haber “entregado” a dos jesuitas que fueron torturados por la dictadura militar. Eran Francisco (Franz) Jalics, de origen húngaro, y el otro Orlando Yorio, ya fallecido. Trabajaban en las Villas Miseria de Buenos Aires. Falsamente acusados de colaborar con la guerrilla, fueron arrestados durante cinco meses, atados y torturados con los ojos vendados. Restrepo los trató a ambos, y asegura: “Con Orlando me encontré tiempo después en Montevideo. Fui a visitarlo personalmente un día. Había salido ya de la Compañía, pero siguió de cura diocesano. Jalics se quedó un poco más en Argentina, antes de radicarse en Alemania, y un día fue a verme. Me dijo: ‘Con Jorge Mario no tengo sino gratitud’. Con Orlando las cosas sí quedaron así, con su salida de la Compañía”.

Bergoglio le dijo: “Ustedes se van de Argentina porque no puedo responder por la vida de ustedes aquí”. Según Restrepo los envió fuera para protegerlos. El jesuita Jalics, hoy en Hungría tras dirigir una casa de espiritualidad en Alemania, afirma: “Después de ser liberados, no estoy en grado de hacer ninguna declaración en contra del arzobispo Bergoglio. Abandoné Argentina. Después de años tuve la oportunidad de hablar con él sobre lo que había sucedido. Hemos celebrado públicamente juntos la misa y nos hemos abrazado. No queda nada que tenga que ser reconciliado. Y por lo que a mí respecta, lo considero como un incidente absolutamente cerrado. Le deseo al papa Francisco abundancia de bendición en su ministerio”.

Otro jesuita español ahora en Paraguay, José Luis Caravias, ha narrado con pelos y señales cómo Bergoglio le salvó la vida y telefoneó personalmente al padre Arrupe para que este consiguiera del Vaticano que otros compañeros fueran sacados de las cárceles.

Entre 1980 y 1986, al padre Bergoglio le toca ser rector del Colegio Máximo y de la Facultad de Filosofía y Teología de la misma casa y párroco de Patriarca San José, en la diócesis de San Miguel. En marzo de 1986 marcha a Alemania para concluir su tesis doctoral, y sus superiores lo destinaron al colegio de El Salvador, y después a la iglesia de la Compañía de Jesús, en la ciudad de Córdoba, como director espiritual y confesor.

Pocos años después, en 1992, se inicia su carrera episcopal. Primero como auxiliar de Buenos Aires. Luego, tras la muerte de su predecesor monseñor Quarracino, pasa a ocupar la sede arzobispal bonaerense, que lleva consigo convertirse en primado de Argentina. Durante el consistorio del 21 de febrero de 2001, el papa Juan Pablo II lo creó cardenal con el título de San Roberto Belarmino. Ha pertenecido a numerosas comisiones y dicasterios. Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en dos períodos consecutivos desde 2005 hasta noviembre de 2011, Bergoglio se caracterizó desde el primer momento por su humildad, su compromiso con los más pobres y desfavorecidos, y su doctrina tradicional en moral y dogmática. Optó por promover el diálogo y acercarse a los distintos colectivos sociales, fuesen o no católicos, así como por reforzar la tarea pastoral en las parroquias, aumentando la presencia de sacerdotes en las villas o barrios marginales. Ha pronunciado vibrantes homilías contra la nueva esclavitud en las grandes ciudades, el neoliberalismo económico, la corrupción política y la ley de matrimonios de homosexuales. Defendió que los niños nacidos fuera del matrimonio fueran bautizados. Su estilo de vida sencillo ha contribuido a la reputación de su humildad: vivía en un apartamento pequeño en vez de la residencia palaciega episcopal, renunció a su limusina y a su chófer en favor del transporte público, y cocinaba su propia comida. Sus escritores preferidos son Fiódor Dostoievski y Jorge Luis Borges y en la literatura religiosa Guardini, Martini, Kasper y una española, la teóloga Dolores Aleixandre. También le gusta la ópera, y como buen argentino, el tango y el fútbol.

Durante el Cónclave de 2005, fue el segundo que obtuvo más votos (según filtraciones, 40 votos), tras el cardenal Ratzinger, y al parecer pidió a los electores que dejaran de votarle en beneficio del que sería Benedicto XVI. El pasado martes 13 de marzo de 2013, el cardenal Bergoglio era elegido papa a las 19:06 del segundo día del cónclave, en la quinta ronda de votaciones. Es el primer papa de procedencia americana y el primero no nacido en Europa, Oriente Medio o el norte de África. También es el primer pontífice hispano desde Alejandro VI y el primero no europeo desde el 741, año en el que falleció Gregorio III, que era de origen sirio, además de primer papa perteneciente a la Compañía de Jesús.

Esto último, en contra de lo que la gente cree, no produjo exultación en un primer momento entre los jesuitas, ni siquiera en el padre general Adolfo Nicolás. ¿Por qué? Primero porque el jesuita hace voto de no aceptar dignidades eclesiásticas. Segundo porque se pensó un mayor control de la orden. Tercero, por los problemas de división creados en Argentina. Pero estas nubes se disiparon desde el momento en que el nuevo papa telefoneara con sencillez a Nicolás y saliera a la puerta de Santa Marta a abrazarle. Esto y el nombramiento para secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica al padre José Rodríguez Carballo, ministro general de la Orden Franciscana de los Frailes Menores, y presidente de la Unión Internacional de Superiores Generales muestra su interés por la vida religiosa frente al privilegio mantenido en anteriores pontificados a los nuevos movimientos neoconservadores.

Con todo la lectura de sus libros y entrevistas como cardenal rompen los códigos habituales de conservador y progresista. Bergoglio se sale de la foto. Todos dicen que tiene una gran personalidad muy espiritual y exige una fuerte adhesión.

DIEZ GRANDES DESAFÍOS

Esto supuesto puede decirse que parece comenzar, al menos en las formas, un nuevo periodo en la vida de la Iglesia. Pero, ¿responderá eficazmente a los desafíos que hoy tiene planteados la Iglesia? En una doble página del diario El Mundo (13-III-1913) presentaba yo lo que me parecían esos retos planteados al pontificado sintetizándolos en diez:

1. Proclamar la buena noticia. 2. Dialogar con el mundo de hoy. 3. Acelerar el ecumenismo. 4. Desbloquear la colegialidad. 5. Replantear la moral sexual. 6. Redimensionar el papel de la mujer. 7. Revisar la ley del celibato. 8. Reformar la curia romana. 9. Mejorar la comunicación y la comunión, y 10. Responder al hambre de mística y justicia.

Para los puntos 1, 2 y 9 hay buenas perspectivas. Francisco se ve como un hombre cercano, que gusta a la gente y que no parece ir tan de jerarca como de pastor. Su lenguaje es inteligible y sencillo. Está por ver si será posible un diálogo más profundo con el mundo secular y de la cultura. Pero su actitud en la manera de proclamar la buena noticia está lejos de ser condenatoria, para transmitir cercanía y esperanza a una sociedad azotada por la desigualdad y la crisis.

Todo el mundo sabe que en la Iglesia no existen conceptos como “democracia” o “soberanía popular”. Pero sí “colegialidad” o “Pueblo de Dios”. El Vaticano II dio gran importancia a la función a la corresponsabilidad del centro y la periferia, que “puede ser ejercida por los Obispos dispersos por el mundo a una con el Papa, con tal que la Cabeza del Colegio los llame a una acción colegial” (Lumen Gentium, 66). Pero de hecho el Sínodo sólo ha funcionado como órgano consultivo y no deliberativo y el papado hasta ahora ha seguido actuando como una monarquía absoluta. ¿No es hora de recuperar este espíritu de participación de la catolicidad? Lo mismo se podría hablar del concepto de Pueblo de Dios: ¿No ha llegado la hora de la mayoría de edad de los laicos para que tengan la oportunidad de aportar su experiencia y su palabra? Francisco ha pronunciado repetidas veces la palabra “periferia” y ha nombrado un consejo internacional para que le ayude en el gobierno. Es un paso.

Otra asignatura pendiente es la obsesión centrada en la moral sexual por encima de otros problemas éticos que plantea nuestra sociedad. El reciente discurso del cardenal Rouco a la plenaria episcopal española muestra esta decantación hacia el aborto, el matrimonio homosexual, etcétera. como una de las prioridades en sus exigencias a un gobierno no confesional. La Iglesia no puede renunciar al mensaje de Jesús, donde la personalización de las relaciones sexuales se ha de basar en el amor. En otras palabras la Iglesia siempre estará en contra del sexualismo sin alma hoy dominante. No se trata de renunciar al decálogo y a los ideales evangélicos, pero hay matices que deberían ser contemplados, por ejemplo en el caso de la comunión de los divorciados vueltos a casar, o el uso del preservativo en prevención del sida o como mal menor. En todo caso el nuevo papa tiene el desafío de enfocar esta moral en positivo más que como un mero catálogo de prohibiciones. ¿Lo hará?

Los últimos papas han subrayado la importancia del papel de la mujer en la Iglesia en cuanto virgen y madre. Pero, como en otros temas, evoluciona a remolque del progreso de la sociedad. Su cuota de influencia en las decisiones sobre la vida eclesial es prácticamente nula. Juan Pablo II llegó a decir a la IV Conferencia de la ONU en Pekín que “no deberían existir dudas de que sobre la base de su igual dignidad con el hombre, las mujeres tienen pleno derecho a insertarse activamente en todos los ámbitos públicos y su derecho debe ser afirmado y protegido incluso por medio de instrumentos legales donde se considere necesario”. Sin embargo el mismo Juan Pablo II en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis afirma solemnemente que “con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Cabe preguntarse si es una cuestión inamovible. La intervención de algunos padres sinodales apuntó a que al menos, como se puede en teoría ser cardenal sin ser obispo, podría ser esta una manera de que la mujer participara en el gobierno de la Iglesia. No parece que Francisco llegue a ordenar a mujeres, pero sí podría darles cargos de responsabilidad en la Iglesia. Algo parecido habría que decir de la ley vigente del celibato.

En lo que hay sobradas esperanzas de que el papa Francisco se meterá a fondo, porque para eso ha sido especialmente elegido, es en la reforma de la curia romana. Como toda “corte” o aparato de gobierno se presta al tráfico de influencias y poderes en la sombra. Las recientes filtraciones de los Vatileaks y la sentencia condonada al mayordomo Pauletto suenan a un cierre en falso de una corrupción interna y una guerra oscura en el interior de la curia. Seguro que Francisco ya ha abierto la famosa caja fuerte y leídos los informes secretos encargados por Benedicto XVI, que parece influyeron de alguna manera en su renuncia. Detrás están también las recientes decisiones sobre la “banca” vaticana. La reforma de la curia será, desde el punto de vista humano, su más ominoso desafío.

Por último están los desafíos de la mística y la justicia. El teólogo Karl Rahner decía que “si el siglo XX fue el siglo del hombre, el XXI será místico o no será”. Hoy el hambre de misterio se manifiesta por mil caminos: esoterismo, mancias, milienios, New Age. Muchos buscan en Oriente métodos de oración, cuando la Iglesia católica tiene una gran tradición de maestros espirituales. Hay un despertar de la conciencia, por lo que la búsqueda directa de Dios, mediante la meditación y contemplación, no puede estar reservada a los monasterios y la clausura. Dado su talento y su gran vida de oración es muy probable que Francisco hará vehicular este resurgir espiritual en medio del materialismo reinante.

Pero nunca sin olvidar a los predilectos de Jesús (“Bienaventurados los pobres”. “Los pobres son evangelizados”. “Porque tuve hambre…”, Mt 5, 1-12; 11,5; 25, 5-46 y Lc 7,22). La Iglesia se ha ocupado especialmente de la justicia en su Doctrina Social, sobre todo a partir de León XIII y a través de la educación en escuelas gratuitas y cientos de formas de beneficencia. Pero algunos la acusan de una acción de mera caridad frente al paso previo de comprometerse con la justicia, amordazando o resituando hasta casi anularlos a los teólogos de la liberación. Más allá de toda ideología o excesiva horizontalización, decía yo antes de su elección que muchos desearían que el nuevo papa pudiera ser conocido como el “Papa de los pobres”. Parece que lo será, pero es posible que más cerca de Francisco de Asís o Madre Teresa en una preferencia por los pobres, que de Romero, Ellacuría o Casaldáliga, y una opción por la justicia como consecuencia de la fe.

Pero en todo caso si el papa Francisco cambia el centro de gravedad de la Iglesia hacia los pequeños, los pobres y los que sufren, se abre un gran camino de esperanza y de gozo para los creyentes. ¿Le dejarán caminar por esta senda? La puerta apenas se ha abierto. Queda mucho por andar y por ver. Pero la sonrisa, la sencillez y la mano tendida de este hermano nuestro que se nos presenta como uno más parecen pronosticar que se puede estar acabando el frío del invierno y llegar una nueva primavera.

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