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EL HAMBRE Y LA OPULENCIA; FLUJOS Y REFLUJOS DEL CAPITAL

Éxodo 97 (ener.-febr.’09)
– Autor: José Ramón Montes –
 
El hambre, máxima expresión de la pobreza, ha sido compañera inseparable del largo devenir histórico de los seres humanos; las guerras, las pestes, las tormentas, las sequías y las inundaciones, trajeron siempre a las poblaciones el hecho terrible de no poder alcanzar la subsistencia. En la civilización mediterránea del trigo siempre se ha invocado al PAN como símbolo de seguir viviendo: es el mínimo, es el pan de cada día. También la opulencia ha estado siempre como característica típicamente humana. En cuanto algunos se diferenciaron de las mayorías aparecieron los palacios, las vestiduras lujosas y el ocio sin obligaciones, y como elemento fundamental el enfrentamiento, la revuelta, la confrontación: penuria y lujo están asombrosamente próximos en el espacio y en el tiempo, ese es el gran desafío.

La dicotomía hambre-hartazgo, miseria-opulencia, en definitiva la plasmación escandalosa de la iniquidad y la injusticia, es algo tan viejo como la historia de las sociedades humanas y en todos los tiempos fue objeto privilegiado de las reflexiones de filósofos, literatos, políticos y moralistas.

Nuestro tiempo no es en esencia tan diferente a las épocas pasadas: tal vez lo que sucede es el hecho de la gran VISUALIZACIÓN de las situaciones, sobre todo en los países ricos cuyos habitantes disponen de todos los medios escritos y audiovisuales por lo que, a pesar de las manipulaciones, puede decirse que “conocen” a grandes rasgos las situaciones. El conocimiento suele ser muy sesgado y en el llamado Occidente el sistema procura alejar los teatros de las situaciones; por ejemplo, el hambre es cosa de África, de Guatemala o de Afganistán por culpa de los talibanes, fanáticos y opuestos al desarrollo y a la modernización. Sin embargo el cuarto mundo, este de las zonas suburbiales del Norte, es generalmente tratado de refilón, evitándose profundizar en fenómenos como las causas últimas de los conflictos de las periferias francesas en el invierno de 2005.

Recientemente ha concluido 2008 en el que se ha conmemorado el sexagésimo aniversario de la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS; y desde ATTAC, como movimiento esencialmente ciudadano, entendemos el hambre como la carencia por cualquier persona o familia, en cualquier parte del mundo en que resida, de aquellos elementos, servicios y equipamientos que le son reconocidos en aquel texto fundamental, evitando toda interpretación asistencialista o de limosna; se ha de hablar en todo caso de DERECHOS que el mundo en su conjunto, y en especial la ECONOMÍA, se han de encargar obligatoriamente de satisfacer.

ECONÓMICO IGUAL A OPULENCIA

En los usos habituales del lenguaje y en la cultura mediática oficial, la economía y sus asuntos se asocian a la ganancia, al éxito y a los estándares acomodados de vida o a aquella manera de existencia lujosa que llama la atención y según nos dicen son los grandes incentivos sin los que la actividad económica no puede florecer en las sociedades humanas. Dado que eso es verdad, la lucha por un mundo más justo y equitativo y por una utilización más adecuada de los recursos del planeta no sería un quehacer económico sino esencialmente POLÍTICO, SOCIAL, CULTURAL Y ECOLÓGICO.

TOM WOLFE, tal vez sin saberlo, publicó con su novela LA HOGURA DE LAS VANIDADES de 1987 el más agudo tratado de economía de los finales del siglo XX, con aquellos banqueros excéntricos y elitistas, aquellos lujos del vivir inigualados tal vez desde la Pompeya que devoró el Vesubio.

Con la hábil teoría del GOTEO, la economía liberal aún oficial bendice y canoniza el consumo opulento pues la producción y distribución de los elementos lujosos y superfluos alimenta la actividad y, dicen, fomenta el empleo, justificar lo más injusto.

En medio de la opulencia, de su actual reflujo se lamenta vehementemente la bajada de las ventas de coches de alta gama, cuando todo el mundo sabe que esos artefactos no convienen ni como instrumentos de transporte, ni como utilizadores de la energía. ¿Qué se lamenta entonces?: se lamenta el cuestionamiento de unas formas de vida, el escándalo evidente, los miedos de los privilegiados, pues hambre y opulencia no están lejos como se quiere hacer creer, están muy próximas y conviven en las mismas ciudades y si no que se haga un repaso por ejemplo de un país emergente como BRASIL en el que el contraste es flagrante y muy caliente, pues la distancia no lo suaviza.

Sociológicamente es muy fácil observar los efectos urbanos del feo encuentro entre el hambre y la opulencia que estalla a cada paso en los barrios acomodados y en las urbanizaciones privilegiadas y es la bunkerización, el miedo, representado en cámaras, rejas, vigilancia privada, aislamiento; se está llegando al absurdo de la OPULENCIA ENCARCELADA, soportada por gentes y grupos que hacen de la LIBERTAD su proclama continua y favorita. El viejo y evangélico contraste entre el banquete del rico y la lacerante pobreza de Lázaro sale al encuentro todavía cuando se recuerda que hace 54 años en BANDUNG se reunieron unos dirigentes honestos e ilusionados pensando que el tiempo iba a ir, al menos, paliando las injusticias del mundo; y que no muy lejos de aquel encuentro vive hoy el JEQUE DE BRUNEI en una isla petrolera y dicen que es el hombre más rico del mundo, y como en las leyendas infantiles, en sus palacios y en sus aviones privados hay grifos de oro y zapatos adornados con esmeraldas. ¿Qué dice de todo esto el FMI?, con toda seguridad no dice NADA y si en algo se pronuncia será en el sentido de que su majestad insular efectúa grandes y provechosas inversiones en el terreno energético, y en el consumo de bienes suntuarios que tanto fomentan los empleos más calificados como los de buceadores pescadores de perlas que rastrean las preciadas ostras en los mares cálidos con riesgo de sus vidas; sin hablar de las guerras, sufrimientos y latrocinios que la extracción y comercio de los diamantes vienen acarreando en SIERRA LEONA, REPÚBLICA DEL CONGO y otros desgraciados pueblos que guardan en sus subsuelos riquezas que labran su desgracia. Sí, economía es igual a opulencia y un signo de opulencia social está representado por nuestros teléfonos móviles sin los que ya no sabemos vivir, y es de general conocimiento que esos artilugios precisan de un mineral llamado coltán por cuya captura los corruptos de allá y los empresarios de acá han originado guerras desconocidas que han llevado la muerte y el exilio a millones de personas: ese mineral y otros que se utilizan para la producción de armamentos y municiones son la más clara expresión de una ECONOMÍA GLOBAL que sostiene la opulencia de unos cuantos y perpetúa el hambre y las carencias de muchos y muchas más.

HAMBRE, OPULENCIA Y MIGRACIONES

El hombre y la mujer de hoy con más o menos distorsiones están informados y conocen las grandes situaciones, de modo que los pobres y los hambrientos saben muy bien dónde habita la opulencia y dicen entender la consigna y la proclama liberal de eso que llaman el mundo sin fronteras; y se lanzan por tierra, por mar y hasta en avión hacia esos oasis de bienestar que las pantallas televisivas difunden y publicitan; parece que esos dos nombres opuestos se van a fundir en un abrazo y así parten las pateras, pero el mar es duro y amargo y las engulle, y los espaldas mojadas cruzan eso que los anglos llaman THE RIO GRANDE. Resulta que la opulencia es esquiva: los liberales afirman que es el premio al mérito y al trabajo pero el premio no se alcanza porque no se alcanza el instrumento que es el dichoso empleo; la integración cultural es difícil y esa opulencia incluso abandona a los autóctonos de los países de destino de las migraciones. Entonces resulta que todavía hay fronteras y violencias y peleas entre todos los expulsados de allí y también de aquí. Y una vez más habla la economía, esta vez con terminología pastelera –sí, sí, de repostería– y nos dice que no se sabe por qué pero es el caso que ha menguado la tarta de modo que en esa merienda estadística, muchos niños y niñas se quedarán sin su trozo esperado, con tanta ilusión que les hacía: las leyes económicas son inexorables y están construidas con el inapelable rigor matemático de profundísimos cálculos prácticamente infalibles; de modo que si recordamos el famoso naufragio del TITANIC de 1912, de los viajeros de primera clase perecieron el 30% mientras que de entre los miembros de la tripulación resultaron ahogados el 70%: así que la cosa resulta bastante explícita, la patera de 2009 es como la tripulación de 1912.

Es interesante repasar un reciente discurso de NICOLÁS SARKOZY en el que se puede leer entre líneas una línea etnicista de apoyo a los trabajadores blancos y por tanto en contra de la inmigración: la globalización es económica pero no humana.

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