viernes, marzo 29, 2024
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El gemido de nuestra casa común

Escrito por

Éxodo 130
– Autor: Helena Caballero –

“Al observar la puesta del sol, noche tras noche, a través de la niebla sobre las aguas envenenadas de nuestra tierra natal, debemos preguntarnos seriamente si realmente queremos que algún futuro historiador del universo, en otro planeta, diga sobre nosotros: «Con toda su inteligencia y toda su habilidad, se quedaron sin previsión, sin aire, ni alimentos, ni agua y sin ideas”. U Thant, Secretario General, dirigiéndose a la 7ª Asamblea General, Nueva York, 1970.
«La humanidad del período post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia». Encíclica Laudato Si. Papa Francisco, Roma 2015

Una preocupación ambiental creciente

En junio de 1972 se celebraba en Estocolmo una Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente que centraba la atención internacional en la degradación ambiental y la contaminación transfronteriza. Esto último era muy importante, ya que señalaba el hecho de que la contaminación no reconoce límites políticos o geográficos, afectando a los países más allá de su punto de origen. Las conclusiones de la reflexión de los allí reunidos se llamó la Declaración de Estocolmo.
Durante las décadas que siguieron, este concepto se amplió para abarcar temas medio ambientales de alcance transnacional como la contaminación, el cambio climático, la reducción de la capa de ozono, el uso de los océanos y los recursos de agua dulce, la deforestación, la desertificación, los vertidos peligrosos y la disminución de la diversidad biológica, reconociéndose que pueden tener graves repercusiones para la seguridad internacional, ya que socavan la base económica y la estructura social de los países pobres, exacerbando los conflictos sociales y provocando éxodos de refugiados.
En 1987, aparece el Informe Brundtland, titulado “Nuestro Futuro Común”, publicado por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas. Este informe fue el primer documento que empleó el concepto «desarrollo sostenible”, definido como “el desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”.
En este contexto de preocupación creciente por el estado del medio ambiente, en mayo de 1992 se acuerda la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. El documento es un esfuerzo por definir y resolver el problema del cambio climático y del calentamiento global, a nivel internacional.
Un mes después, en junio de 1992 se adopta la Declaración de Rio de Janeiro, en la primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, conocida popularmente como la Cumbre de la Tierra. La declaración reafirmó y desarrolló la Declaración de Estocolmo, teniendo como objetivo principal alcanzar un desarrollo sostenible, y produjo otros acuerdos importantes sobre desertificación y biodiversidad , junto al del cambio climático, así como la «Agenda 21», un plan de acción adoptado por más de 178 gobiernos para atender los impactos humanos en el medio ambiente local, nacional y mundial. En la Cumbre para la Tierra de 1992 se reconoció internacionalmente el hecho de que la protección del medio ambiente y la administración de los recursos naturales deben integrarse en las políticas que combaten la pobreza y el subdesarrollo.
En 1994 se publica la Carta de Aalborg, o Carta de las Ciudades Europeas hacia la Sostenibilidad, es un compromiso de las autoridades a fomentar el desarrollo sostenible local y a cumplir los requisitos de la Agenda 21.
En 1997 ve la luz el Protocolo de Kyoto, es un acuerdo internacional relacionado con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. El aspecto más importante de este documento es que establece unos objetivos y un mecanismo para lograr la reducción de los gases de efecto invernadero, adquiriendo los países firmantes compromisos concretos para alcanzarlos.
El comienzo del nuevo milenio también fue muy activo, en el año 2000 ve la luz la Carta de la Tierra. La Carta comenzó como una iniciativa de las Naciones Unidas, pero se desarrolló y finalizó como una iniciativa de la sociedad civil, es el producto de un diálogo intercultural que se llevó a cabo durante diez años a nivel mundial, en torno a cuatro principios: respeto por la vida, integridad ecológica, justicia social y económica , democracia, no violencia y paz.
Ese mismo año Naciones Unidas impulsó la Cumbre del Milenio, que reunió a los líderes mundiales para discutir el papel de Naciones Unidas en el siglo XXI acordando los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), a cumplir en este año 2015. Los ODM son un compromiso de 189 países para promover un mundo con menos pobreza, hambre y enfermedades; mayores perspectivas de supervivencia para las madres y sus bebés, mejor educación, igualdad de oportunidades para las mujeres, un medio ambiente más sano, y un mundo en el que los países desarrollados y en desarrollo trabajen conjuntamente por un bienestar común. Esta visión se expresa en ocho ODM en los que el medio ambiente aparece como tema transversal en varios de ellos, destacando especialmente el ODM7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. Este ODM estableció metas para lograr reducciones significativas en la tasa de pérdida de biodiversidad para el año 2010, reducción a la mitad la proporción de la población que carece de acceso sostenible a agua potable y servicios básicos de saneamiento para el 2015, y para mejorar significativamente las vidas de al menos 100 millones de habitantes de asentamientos precarios para el 2020.
En el año 2002, diez años después de la anterior y treinta de la primera Conferencia Internacional sobre el Medio Humano (Estocolmo, 1972), se celebró la segunda Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, Brasil, llamada la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, en ella los gobiernos acordaron el Plan de Acción de Johannesburgo, en el que reafirman su compromiso con la Agenda 21.
En 2009, avanzando sobre el protocolo de Kioto, se produce el Acuerdo de Copenhague, cuyo logro fue reconocer la necesidad de establecer metas de emisión capaces de mantener el incremento en la temperatura global por debajo de los 2°C.
En 2010, avanzando en el desarrollo del Convenio de biodiversidad (CDB), se adopta un plan estratégico revisado y actualizado para la biodiversidad durante el período 2011-2020, el cual incluye el conjunto de metas de Aichi para la biodiversidad, compuestas por cinco objetivos estratégicos y 20 metas cuantificables como, por ejemplo, la Meta 5: Para 2020, se habrá reducido por lo menos a la mitad y, donde resulte factible, se habrá reducido hasta un valor cercano a cero el ritmo de pérdida de todos los hábitats naturales, incluidos los bosques, y se habrá reducido de manera significativa la degradación y fragmentación de los mismos.
Ese mismo año tiene lugar el reconocimiento por NNUU del acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano al agua: “Toda persona tiene derecho a un agua que sea salubre y de calidad aceptable, disponible en cantidad suficiente y de manera constante, accesible física y económicamente y sin discriminación”. Es decir, el derecho al agua emana de una calidad de vida adecuada y es indispensable para la misma, ya que es una de las condiciones más elementales para la supervivencia.
En 2012 se revisó, veinte años después, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible o Cumbre de la Tierra Río+20, en la que la aportación más destacada fue la llamada “economía verde”, que para sus defensores se define como un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin, al mismo tiempo, exponer a las generaciones futuras a significativos riesgos ambientales y escasez ecológica. O dicho de otro modo, la promoción de la sustitución de combustibles fósiles por energías renovables, la creación de infraestructuras verdes, la generación de empleos ligados a esa economía, etc. Para sus detractores, se entiende como un nuevo camuflaje del modelo capitalista a través de la mercantilización de los recursos naturales –los “servicios de los ecosistemas” frente al concepto de “bien común” de los recursos naturales que defiende también el papa en su encíclica “laudato si”– y una amenaza a la soberanía de los países en desarrollo, a través de la imposición de estándares ambientales internacionales.
En 2015 se ha hecho balance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, encontrando luces y sombras: hoy hay menos pobreza, hambre y analfabetismo en el mundo que hace 25 años, la mortalidad infantil y materna ha bajado, más personas tienen acceso a una fuente mejorada de agua o a un saneamiento muy básico, así como a mosquiteras y medicamentos contra el sida, pero también se ha agrandado aún más la brecha en cuanto al acceso a la educación, y el progreso ha ido paralelo a una creciente desigualdad, de manera que las personas más pobres gozan poco o nada de ese progreso, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, es decir que el crecimiento económico no se traduce en un mejor reparto de la riqueza.
Un balance de los ODM con más detalle, puede encontrarse en el extenso artículo que publiqué en el nº 120 de esta revista “El agua y el desarrollo más allá de los ODM”, pero claramente siguen siendo asignaturas pendientes el desarrollo sostenible, la defensa de los derechos humanos, promover un crecimiento inclusivo y la lucha contra las desigualdades sociales.
Para dar continuidad a los ODM, en la Cumbre de NNUU del pasado mes septiembre, se ha acordado la Agenda 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS: documento de NNUU A/69/L.85).
Los ODS aprobados recientemente en la cumbre de septiembre en Nueva York, contienen algunas sombras importantes como la inconcreción de las metas en números cuantificables y plazos para alcanzarlos, si no se pospone todo a 2030. Así, los 17 ODS comprenden 169 metas, cuando eliminamos aquellos objetivos con metas difusas, nos quedamos con solo 29 como bien señala Jan Vandemoortele, colaborador en la elaboración de los ODM, crítica a la que quiero añadir que en otros casos el objetivo es muy poco ambicioso: por ejemplo la meta 16.5 dice que hay que «reducir sustancialmente la corrupción y el soborno en todas sus formas” ¿La meta no debería ser eliminarlos? Respecto a los ODS estrictamente ambientales –agua, energía, consumo, cambio climático, océanos, bosques- las metas se limitan a regular el USO de los recursos, frente a la consideración de los recursos naturales como bien común, patrimonio de todos, pobres y ricos, como muy acertadamente considera el Papa Bergoglio en su encíclica Laudato SI: «En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres».

Los retos que hoy tiene planteados Nuestra Casa Común

Al comienzo del siglo XXI, los datos científicos muestran que se está empujando a los sistemas terrestres hacia sus límites biofísicos, que ya casi se han alcanzado y, en algunos casos, superado. Los principales retos que deben afrontarse hoy son:

El cambio climático
La contaminación del aire es una de las causas principales de muertes prematuras –casi dos millones al año– y problemas de salud, especialmente en los niños. De los nueve objetivos atmosféricos acordados a nivel internacional, solo se aprecian avances significativos en la eliminación de las sustancias que agotan la capa de ozono, y en la reducción del plomo en la gasolina. Por el contrario, poco o nada se ha avanzado respecto al cambio climático: Si no se cambian los modelos actuales, las emisiones de gases de efecto invernadero pueden duplicarse en los próximos cincuenta años, lo que provocará un aumento de la temperatura del planeta de 3º C o más a finales de siglo y un perjuicio económico anual equivalente a entre el 1% y el 2% del PIB mundial. Un nuevo tratado internacional sobre el cambio climático debe aprobarse en París antes de que finalice 2015 para entrar en vigor en 2020.

La pérdida de Biodiversidad
El mundo no ha alcanzado el objetivo de desarrollo del milenio (ODM) que perseguía la reducción significativa de la tasa de pérdida de biodiversidad en 2010. En torno al 20% de las especies de vertebrados están amenazadas, los arrecifes de coral se han deteriorado en un 38% desde la década de los ochenta y son el organismo vivo cuyo riesgo de extinción aumenta con más rapidez.
En las últimas dos décadas hemos presenciado un deterioro de las poblaciones de peces sin precedente. Las capturas marinas aumentaron más de cuatro veces desde principios de la década de los cincuenta hasta mediados de los noventa, desde entonces se estabilizaron por el agotamiento de las poblaciones y esto, en términos económicos, supone pérdidas de entre 4.000 y 36.000 millones de dólares.
Por otra parte, más del 30% de la superficie terrestre se dedica a la producción agrícola, lo que ha provocado una disminución de más del 20% de los hábitats naturales desde la década de los ochenta. A pesar de todo esto, se aprecia algún avance en las respuestas políticas, como, por ejemplo, el aumento en el número y superficie de áreas protegidas.
Se ha avanzado también respecto al acceso a los recursos genéticos y a la participación justa y equitativa en los beneficios derivados de su utilización, se ha reconocido el derecho de los indígenas y de las comunidades locales a regular el acceso al conocimiento tradicional de acuerdo con sus normas y prácticas consuetudinarias.

Acceso a Agua y saneamiento
Se ha avanzado en el acceso a una fuente mejorada de agua, pero no en las zonas rurales, sobre todo en África y el Pacífico. La calidad del agua sigue siendo uno de los principales motivos de los problemas de salud en todo el mundo, y el acceso a un saneamiento mínimo sigue estando pendiente en gran parte del mundo. En este año 2015 más de 600 millones de personas no tienen todavía acceso a agua limpia segura y más de 2.500 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de saneamiento. La reducción de la contaminación del agua podría generar beneficios para la salud valorados en más de 100 millones de dólares solo en las grandes economías de la OCDE. Para poder hacer frente a los desafíos actuales y futuros que plantea el problema del agua, es necesario desarrollar y fortalecer la gestión integral del agua así como la elaboración de acuerdos de gestión en las cuencas transfronterizas, de las 263 cuencas de agua dulce internacionales, en torno a 158 todavía no cuentan con marcos de gestión cooperativa, lo que es una fuente permanente de conflictos.

Los océanos
Tampoco se han hecho progresos en la prevención, reducción o control de la contaminación del mar. El número de zonas costeras muy contaminadas ha aumentado drásticamente en los últimos años. Solo 13 de las 169 zonas costeras muy contaminadas del mundo se están recuperando, y 415 zonas costeras sufren eutrofización. Alrededor del 80% de la contaminación marina es causada por actividades realizadas en tierra.

Inundaciones y sequías
Es necesario reforzar la prevención y mitigación de los fenómenos extremos, como los desastres causados por el cambio climático. Las inundaciones y las sequías aumentaron un 230% y un 38%, respectivamente, entre la década de los ochenta y la primera década del siglo XXI, y el número de personas expuestas a inundaciones se incrementó en un 114%. Se estima que la adaptación de la costa al cambio climático costará entre 26.000 y 89.000 millones de dólares en la década que comienza en 2040, en función de la elevación del nivel del mar.

Desertización y deforestación
Apenas se ha avanzado en la lucha frente a la desertización, y la excesiva demanda de alimentos, piensos, combustible y materias primas intensifica las presiones sobre la tierra, lo que conduce a la deforestación. Solo África y América Latina y el Caribe son responsables, conjuntamente, de la pérdida de más de 7 millones de hectáreas anuales entre 2005 y 2010. Sin embargo, ha habido avances en materia de deforestación a nivel mundial: la pérdida de bosques se redujo de 16 millones de hectáreas en la década de los noventa a 13 millones de hectáreas entre 2000 y 2010.
Agentes químicos y residuos electrónicos
Se han hecho avances en relación con los metales pesados, los contaminantes orgánicos persistentes y los desechos radioactivos. No obstante, más del 90% de las muestras de agua y peces extraídas de medios acuáticos están contaminadas por plaguicidas. La contaminación por contaminantes orgánicos persistentes (POP, por sus siglas en inglés) también se ha extendido y afecta especialmente a zonas remotas, como es el caso del Ártico y la Antártida.
Entre los nuevos asuntos que preocupan está la aplicación urgente de sistemas apropiados de gestión de los residuos eléctricos y electrónicos y los retos que plantean los agentes químicos disruptores endocrinos, los plásticos en el medio ambiente y la producción y el uso de nanomateriales.

Retos de las distintas regiones del mundo
El cambio climático es un problema global. El crecimiento de la población y el aumento del consumo son problemas comunes a África, Asia y el Pacífico, América Latina y el Caribe. En África y en Asia y el Pacífico se ven agravados por un rápido proceso de urbanización que provoca una mayor presión respecto al agotamiento de los recursos naturales.
Europa y América del Norte mantienen niveles de consumo no sostenibles
Las políticas europeas destinadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero muestran que el cambio es posible. Lo mismo ocurre en América del Norte, donde se ha flexibilizado la red de suministro eléctrico para introducir las energías renovables y se han aplicado impuestos que gravan las emisiones de carbono en Quebec y en la Columbia Británica. Sin embargo, en España se ha frenado el crecimiento de la industria de las energías renovables.
Asia Occidental se enfrenta a una mayor escasez de agua, la degradación del suelo y la elevación del nivel del mar, pero también hay buenas prácticas, como la gestión de los recursos hídricos en Yemen, Arabia Saudí y Bahrein.

Conclusiones
El desarrollo no tiene por qué alcanzarse a expensas del medio ambiente o de las poblaciones que dependen de él, y disponemos de los conocimientos necesarios para evitarlo. No hay desarrollo si aumenta la desigualdad. Una nueva definición del concepto de riqueza que vaya más allá del producto interior bruto e incluya indicadores de sostenibilidad es la mejor manera de aumentar el nivel de vida y el bienestar de todas las comunidades, especialmente las de los países en desarrollo.
La cooperación internacional es imprescindible, dado que los problemas ambientales no entienden de fronteras. Las respuestas mundiales pueden desempeñar un papel fundamental a la hora de establecer objetivos, crear recursos financieros y facilitar que se compartan las mejores prácticas. O, en palabras del Papa Francisco:
«El gemido de la hermana Tierra se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos».

Bibliografía
PNUMA (2011). Seguimiento a nuestro medio ambiente en transformación: de Río a Río+20 (1992-2012).División de Evaluación y Alerta Temprana (DEWA), Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Nairobi.
“El agua y el desarrollo más allá de los ODM”
https://noticiaspsh.com/el-agua-y-el-desarrollo-mas-alla-de-los-objetivos-del-milenio/
PNUMA (2012).GEO-5.Perspectivas del medio ambiente Mundial. Medio Ambiente para el futuro que queremos.
PNUMA (2012).GEO-5.Resumen para responsables de políticas.
A/RES/66/288. El futuro que queremos. Septiembre 2012.
Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe de 2015.
http://www.un.org/es/millenniumgoals/pdf/2015/mdg-report-2015_spanish.pdf
A/69/L.85. Proyecto de documento final de la cumbre de las Naciones Unidas para la aprobación de la agenda para el desarrollo después de 2015. Agosto 2015.

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