martes, marzo 19, 2024
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Concretando el Decrecimiento

¿En qué se concretan las propuestas decrecentistas?, ¿có-mo sería un sistema económico así? En este breve texto se abordan algunas líneas fuerza partiendo de los resultados del trabajo Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030, donde hemos modelado qué tipo de transformaciones habría que llevar a cabo en el mundo del trabajo y por ende en la economía para encarar los ineludibles desafíos ambientales.

Las políticas decrecentistas construyen una economía con tres pilares: más pequeña, local e integrada en los ecosistemas (es decir, más agroecológica y menos industrial). Para visualizar el nivel de actividad económica, en 2030 esta sería algo inferior a la que existió en España, durante la parte más dura del confinamiento, en abril de 2020. Una forma de expresar la localización de la economía es que el modelo plantea un recorte de un 80% del tráfico marítimo (principal fuente de entrada de mercancías en España). Además, el decrecimiento también apuesta por la desalarización y la desmercantilización, y por la construcción de autonomía política y material, que son elementos centrales para romper con el capitalismo que, a su vez, es el vector central de destrucción ambiental.

Las políticas decrecentistas tienen que acompañarse de una reestructuración drástica del sistema laboral

Si analizamos los distintos sectores productivos, las horas de trabajo dedicadas a construcción, transporte, finanzas, turismo, industria y TIC tendrían que descender ostensiblemente. En el caso del turismo, las horas no se desplomarían porque el sector de la restauración tendría solo un leve descenso, no así el del hospedaje. En el caso de la industria, aunque hay una reducción neta de horas de trabajo, lo más significativo es la reconfiguración del sector, con una diversidad mucho mayor del tejido productivo para poder hacer frente a una economía menos globalizada. Esto se muestra en la revitalización del procesado de alimentos, la fabricación de muebles o el textil. Además, se apostaría por un sector industrial de bajo impacto ambiental. O, dicho de otra forma, más artesanal y menos industrial.

En contraposición, el sector de la energía y, sobre todo, de la silvicultura y la alimentación experimentarían fuertes subidas. Además, se reconfigurarían de manera apreciable. La energía evolucionaría desde un mix basado en los combustibles fósiles de importación, hacia otro renovable en el que estas no solo produzcan electricidad, sino también trabajo directo. Hablamos de renovables realmente renovables fabricadas con energía y materiales renovables, y no tanto grandes huertos fotovoltaicos o parques eólicos. En el caso de la alimentación se desarrollaría con fuerza la agroecología.

El resultado final es que el sector alimentario pasaría a ser el tercero con más horas dedicadas, solo por detrás del de cuidados remunerados (sanidad, educación, etc.) y comercio, y a un nivel similar que el de servicios. En cambio, el transporte y la construcción, que en 2019 tenían un número de empleos similar a la alimentación, el turismo, la industria y la administración del estado, dejarían de estar al nivel de todos esos sectores y quedarían en un tercer escalafón de importancia en términos de empleos.

En el plano personal, las emisiones de la climatización de los espacios públicos y privados se reducirían un 50%. Esto implicaría, más allá de medidas de aumento de la eficiencia, cambiar aires acondicionados por ventiladores, o pasar de calentar las casas a calentar determinadas estancias (el baño o la sala de estar) o a las personas (braseros debajo de mesas camilla). También hay una fortísima reducción de la movilidad en avión y, solo un poco menor, en automóvil.

Con estas medidas se alcanzarían las reducciones necesarias de GEI del 68% durante esta década, que están acordes a criterios de justicia ambiental. Pero… se destruirían alrededor de 2.000.000 de puestos de trabajo.

Esto en lo que concierne al trabajo remunerado. En lo que respecta al trabajo no remunerado, que es más de la mitad del trabajo que realiza ahora mismo la sociedad española (el 53%), en la propuesta decrecentista modelamos un incremento de esos trabajos para autogestionar a nivel familiar parte de los cuidados que deja de proveer el mercado. Eso sí, teniendo especial atención a que esto no refuerce las relaciones patriarcales que ya existen en el interior de los hogares.

Una conclusión importante es que las políticas decrecentistas tienen que acompañarse de una reestructuración drástica del sistema laboral, bueno, en realidad son medidas que están en el corazón de la propuesta desde el principio. Una primera política sería el reparto del trabajo (no solo del empleo, sino también de las tareas de cuidados no remuneradas). Por ejemplo, con una jornada de 30 horas semanales y reparto del empleo se generarían 1.300.000 empleos netos. Pero son también imprescindibles mecanismos de reparto de la riqueza, como la renta básica de las iguales o expropiaciones (incluidas tierras para poder poner en marcha la ruralización social necesaria). Dicho de otro modo, la transición ecológica debe ser al tiempo hacia sociedades más justas y autónomas.

Otra conclusión es que no podemos enfrentar la crisis ambiental, la crisis de la vida, sin cambios muy importantes en la economía y la organización social. Estos cambios no solo son muy complicados y urgentes, sino que no van a estar exentos de dolor social. Pero no nos engañemos pensando que podemos no llevarlos a cabo: un decrecimiento, localización y primarización de la economía es inevitable como consecuencia de los límites ambientales. Lo que está en juego es cómo de justa sea la transición.

Finalmente, esta profunda reestructuración socioeconómica puede tener sentido no solo ambiental, sino también vital. Si se pusiesen en marcha estas medidas, trabajaríamos menos horas en total, dedicaríamos más a los cuidados no remunerados, menos al empleo (tanto público como privado) y aparecería un campo de trabajo autogestionado no capitalista enmarcado en la economía social y solidaria. Para mí, una vida que merece más ser vivida. 

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