viernes, abril 26, 2024
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Buscando unas bases comunes

¡A ‘esa derecha’ no están los cielos¡Se trata de diseñar unas posibles bases comunes para una convivencia pacífica y madura entre todos los miembros de la sociedad. La sociedad sigue avanzando a ritmo frenético hacia una secularidad, entendida ésta como una constante independencia de toda oferta religiosa.

Se trata de hacer camino, desde un infantilismo religioso en una sociedad infantilizada, hacia la madurez humana y cristiana en una sociedad adulta. Hay dos aspectos, entre otros, que quiero presentar como bases que estimo necesarias en la marcha hacia esa sociedad que soñamos, y son la espiritualidad y la laicidad. En las sociedades modernas, cada vez más complejas, más mestizas, más plurales y más interreligiosas, sólo es posible la laicidad como el instrumento social y político que engloba todas esas realidades humanas.

Aspiramos a una sociedad que sea no sólo laica, es decir, liberada del control religioso, sino también adulta, madura, en el sentido más pleno y completo de la palabra. Que sea autónoma para tomar sus propias decisiones y respetuosa con las decisiones de los demás. La igualdad y el pluralismo son lo propio de esta sociedad. Y para que, en una sociedad plural, sea posible la igualdad efectiva entre todos, la sociedad no tiene más remedio que organizarse como una sociedad laica.

  1. La base de la laicidad

Todos somos laicos, no hay distinción entre clérigo y laico. Es una distinción clerical. El laico no está sometido a ninguna tutela religiosa, el laico es un ser humano (SH) autónomo, que en su comportamiento no se rige por normas religiosas, sino por su proyecto ético: por ejemplo.

Hoy proponemos este cambio de perspectiva en una Sociedad que quiere ser Laica

– Ya no “hay” pecado

Lo que hay es Injusticia

[El pecado es la dimensión religiosa de la injusticia, en cuanto que es contraria al Proyecto de Dios] La 1ª carta de Juan (5,17) apostilla: Toda injusticia es pecado.

– Ya no “hay” Mandamientos.

Lo que hay son Derechos Humanos

 [Los Mandamientos son una formulación religiosa que regula las relaciones humanas]

– Ya no “hay” Reinado de Dios

Hay Sociedad Alternativa ¡¡¡Otro mundo es posible!!!

[El reinado de Dios es una formulación cultural propia del judaísmo que expresa la dimensión “social” del proyecto de Dios para toda la humanidad]

La religión crea desigualdades. Uno de los componentes determinantes de la cultura es la religión. Y en nuestra cultura occidental se practica la religión cristiana. Y en el ámbito de la religión cristiana, la católica. Y dentro de la religión católica rige el Derecho Canónico (CIC, por sus siglas en latín, Codex Iuris Canonici). Pues bien, en el CIC, como sabemos, las mujeres no son iguales en derechos a los hombres. Ni los laicos son iguales a los clérigos. Ni los presbíteros tienen los mismos derechos que los obispos. Ni los obispos se igualan con los cardenales. No olvidemos que la religión es generalmente aceptada como un sistema de jerarquía que implica rangos, que implica dependencia y sumisión.

La laicidad, por tanto, cuestiona la religión, la opción religiosa de cualquier ciudadano/a es una cuestión privada. (La religión católica es una entidad privada, no pública). La laicidad es una plataforma amplia donde se encuentra todo lo que es público. Todos somos laicos.

  1. La base de la espiritualidad

Lo que entendemos por “espiritualidad”: Espiritualidad en su acepción semántica procede de “espíritu”, palabra que ha llegado a nosotros después de un largo recorrido. Desde la tradición judeocristiana nos encontramos con una larga historia que viene desde el término hebreo femenino, “la ruaj”, el aliento de vida, pasando por su traducción griega “to pneuma” (convertida en una palabra neutra, que quiere decir “fuerza activa que da vida, sustenta, guía, gobierna todas las cosas”) hasta su traducción latina “spiritus” (masculina y patriarcal) que es cómo ha llegado a nosotros.

El espíritu, por tanto, es la fuerza, la energía que alienta, la que da consistencia a toda realidad, a cualquier realidad.

Una sociedad o persona espiritual sería, por tanto, la que va descubriendo la verdad de su Ser, la que descubre cuál es la energía que da aliento a su persona, a la sociedad, su verdadera identidad, vislumbrando el Fondo Ultimo de la realidad (la Unidad que somos, formando un TODO con la naturaleza) y trata de vivir coherentemente con esa verdad experimentada, poniendo el aliento, la energía de todo lo que es vida, en el centro de sus intereses, para cuidarla, defenderla y protegerla de un modo especial. Por un lado, la vida de la Madre Tierra con la que formamos un todo orgánico y vital, y por otro lado, la vida de los seres más amenazados, la vida de las personas empobrecidas.

Espiritualidad laica sería la que nos induce a contemplar una ética y una mística, que nos llevaría a creer en la humanidad por sí misma sin necesidad de más añadidos religiosos. Sin confundir fe y creencias. Afrontamos el reto del nuevo paradigma, que algunos consideran incluso post-religioso, y post-cristiano. El mundo necesita nuevo lenguaje y nuevos contenidos. No hacen falta predicadores sino testigos de una espiritualidad laica en un mundo secularizado.

Una conclusión: lo que tienen de común estos dos pilares de la sociedad, la laicidad y la espiritualidad, es la plataforma de la igualdad. Ahí es donde se encuentran. Solo desde la igualdad radical, podemos construir una sociedad pacífica y democrática. Desde la aceptación de una igualdad entre hombres y mujeres, que tienen los mismos derechos y las mismas libertades, es la manera de construir una sociedad madura.

El reto de una sociedad laica-adulta, madura, supone “salir de la minoría de edad y pasar a la mayoría de edad” (Kant): buscar y encontrar fórmulas de convivencia donde todas las personas y los colectivos que la componen, de modo que se encuentren cómodos y a gusto. Este marco de convivencia se ha llamado “oferta de mínimos”: garantizar los derechos de todas las personas y colectivos que integran la sociedad. ¡No es poco, si se tiene en cuenta la declaración universal de DD.HH. en su art, 18! Esas formas de convivencia se concretan en valores éticos compartidos y consensuados por la mayoría de la población.

 

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