viernes, abril 19, 2024
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ANÁFORA SOBRE EL ADVIENTO

Escrito por

Celebraciones
– Autor: Evaristo Villar –
 

ANÁFORA SOBRE EL ADVIENTO
TEXTOS PARA LAS LECTURAS
ORACIÓN DE LA COMUNIDAD
Palabras Cristianas

FE
La virtud que más me gusta, dice Dios, es la esperanza.
La fe es algo que no me extraña,
que no tienen nada de raro.
Porque ¡brillo de tal manera en mi creación!
En el sol, en la luna y en las estrellas,
en todas mis criaturas.
En los astros del firmamento y en los peces del mar,
en las plantas y en los animales
y en las bestias de la selva,
y en el hombre, mi criatura.

En el hombre y en la mujer, su compañera,
y sobre todo en los niños, mis criaturas,
sobre todo en la mirada y en la voz de los niños
porque los niños son más mis criaturas que los hombres,
ellos no han sido derrotados todavía por la vida
y son mis servidores más que nadie, antes que nadie.

Verdaderamente brillo de tal manera en mi creación
que para no verme sería necesario
que los hombres fueran ciegos.

CARIDAD
La caridad, dice Dios, es algo que no me extraña
en absoluto, que no tienen nada de extraño.
Estas pobres criaturas son tan desdichadas que,
a menos de tener un corazón de piedra,
¿cómo no iban a tener caridad las unas con las otras?
¿Cómo no iban a tener caridad con sus hermanos?
¿Cómo no se iban a quitar el pan de la boca,
el pan de cada día, para dárselo a los pobres niños
que van de puerta en puerta?

¡Y mi Hijo tuvo para con ellos una caridad tan enorme!
¡Mi Hijo, su hermano, les tuvo tanto amor!

ESPERANZA
Pero la esperanza, dice Dios, esto sí que me extraña,
me extraña hasta a mi mismo,
esto sí que es algo verdaderamente extraño.
Que estos pobres hijos vean cómo marchan hoy las cosas y que crean que mañana irá todo mejor,
esto sí que es asombroso y es, mucho más,
la mayor maravilla de nuestra gracia.
Yo mismo estoy asombrado de ello.
Es preciso que mi gracia sea efectivamente
de una fuerza increíble y que brote
de una fuente inagotable desde que comenzó
a brotar por primera vez como un río de sangre
del costado abierto de mi Hijo.

¿Cuál no será preciso que sea mi gracia y la fuerza
de mi gracia para que esta pequeña esperanza,
vacilante ante el soplo del pecado,
temblorosa ante los vientos, agonizante
ante el menor soplo, siga estando viva,
se mantenga fiel, en pie,
tan invencible y pura e inmortal
e imposible de apagar
como la pequeña llama del santuario
que arde eternamente en la lámpara fiel?
De esta manera, una llama temblorosa
ha atravesado el espesor de los mundos,
una llama vacilante ha atravesado el espesor
de los tiempos, una llama imposible de dominar,
imposible de apagar al soplo de la muerte,
la esperanza.

Lo que me asombra, dice Dios, es la esperanza,
y no salgo de mi asombro.
Esta pequeña esperanza que parece una
cosita de nada, esta pequeña niña esperanza, inmortal.

Porque mis tres virtudes, dice Dios, mis criaturas,
mis hijas, mis niñas, son como mis otras criaturas
de la raza de los hombres:
la fe es una esposa fiel, la caridad es una madre,
una madre ardiente, toda corazón,
o quizá es una hermana mayor que es como
una madre.
Y la esperanza es una niña de nada
que vino al mundo la Navidad del año pasado
que juega todavía con Enero, el buenazo,
con sus arbolitos de madera de nacimiento,
cubiertos de escarcha pintada, y con un buey
y su mula de madera pintada, y con su cuna de paja
que los animales no comen porque son de madera.

Pero, sin embargo, esta niña esperanza es
la que atravesará los mundos, esta niña de nada,
ella sola, y llevando consigo a las otros dos virtudes,
ella es la que atravesará los mundos llenos de obstáculos.
Como la estrella condujo a los tres Reyes Magos
desde los confines de Oriente
hacia la cuna de mi Hijo,
así una llama temblorosa, la esperanza,
ella sola, guiará a las virtudes y a los mundos,
una llama romperá las eternas tinieblas.

Por el camino empinado, arenoso y estrecho,
arrastrada y colgada de los brazos
de sus dos hermanas mayores, que la llevan de la mano,
va la pequeña esperanza y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación de dejarse arrastrar
como un niño que no tuviera fuerza para caminar.
Pero, en realidad, es ella la que hace andar
a las otras dos, y la que las arrastra,
y la que hace andar al mundo entero
y la que lo arrastra,.
Porque es verdad que no se trabaja sino por los hijos
y las dos mayores no avanzan
sino gracias a la pequeña.

Charles Péguy

Los emisarios de Juan Bautista

Sus discípulos informaron a Juan de todo aquello. Juan,
entonces, llamó a dos de ellos y los envió al Señor para preguntarle:
-¿Eres tú el que tenía que llegar o esperamos a otro?

Aquellos hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
-Juan bautista nos envía a preguntarte: «¿Eres tú el que tenía que llegar o esperamos a otro?»

Entonces mismo curó Jesús a muchos de enfermedades, tormentos y malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. Después contestó a las enviados:
-Id a informar a Juan de lo que habéis visto y oído:
Ciegos ven, cojos andan,
leprosos quedan limpios y sordos oyen,
muertos resucitan,
a pobres se anuncia la buena noticia.
Y ¿dichoso el que no se escandalice de mi!

Cuando se marcharon los emisarios de Juan, se puso Jesús a hablar de Juan a las multitudes:
-¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver si no? ¿Un hombre vestido con elegancia? Los que visten espléndidamente y viven en el lujo, ahí están, en la corte de los reyes. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, desde luego, y más que profeta. Es él de quien está escrito:
«Mira, envío mi mensajero delante de ti;
él preparará tu camino (Ex 23,20; Mal 3,1).
Os digo que entre los nacidos de mujer ninguno es más grande que Juan y, sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.

Lucas 7, 18-28


 

P. Venid, aclamad todas las voces al Señor,
recuperad el aire de fiesta,
restableced la alegría y la cordialidad
para acoger,
con la ingenua candidez del niño,
este nuevo Adviento de Dios que nos llega
cargado de promesa, de presencia, de gracia.

L1. Levantad el ánimo, mirad,
los mensajeros de la Buena Noticia
ya están a las puertas de la ciudad:
desplegad todos los puentes levadizos, derribad los muros,
asomad vuestra alegría al alfeizar de todas las ventanas,
llenad de luz y de agua las rotondas de todas las plazas.
Porque, entre el ruido y
bajo la visera de humo
que cubre nuestros tejados,
es siempre posible el milagro de una nueva primavera.
¡Abrid caminos al Señor que se acerca!

A. ¡“Marana tha”, ven, Señor nuestro!
Porque el hartazgo de tantas cosas sin alma
nos deja insatisfechos;
y el caminar a oscuras, sin utopía y sin sentido
nos apaga el espíritu.
Prendidos de la primera luz del alba,
te esperamos, Señor Jesús.

L2. Ya ha venido y está llegando nuevamente el Señor.
No perdáis la ocasión, salid a recibirle
como habéis hecho otras veces:
cuando tuvisteis tierra para acogerle
el día que vino creando las cosas,
cuando tuvisteis pañales
para recostarle en un pesebre
el día que él quiso compartir nuestra tienda
y abrirla hasta los confines del mundo.
El Señor viene ahora
ofreciéndonos la posibilidad de un mundo otro.
Dad crédito a lo que estáis oyendo
y salid con alegría a recibirle.

A.¡Marana tha, ven, Señor Jesús!
Como cauce que espera la crecida de las aguas,
te esperamos;
como piedras que hacen sonoro el cristal del río
haremos que, desde todas las esquinas de nuestra ciudad,
resuenen la justicia y la paz en nuestra espera.

P. Al final de toda espera, hecha con justicia y en paz,
está el gozo del encuentro con el Señor
en los suyos y en el cosmos.
Anticipemos ahora este feliz momento
uniendo nuestras voces al canto de toda la creación

A. SANTO, SANTO, SANTO

P. Para cuando llegue al Señor
alguien tendrá que bajar hasta al río
y hacer guardia junto al puente
y ante las puertas de la ciudad.
Alguien tendrá que estar vigilando día y noche
para vislumbrarlo y anunciarlo
cuando venga con la aurora.

L3. Alguien tendrá que estar en casa
mirando por entre los visillos,
entre los visillos de las palabras y los hechos,
entre los visillos de la historia opaca de nuestro mundo.
Y alguien tendrá que disponer un nuevo sitio y una mesa
para compartir nuestros alimentos con un amigo más.
Alguien tendrá que estar vigilante
para soportar su presencia sin dudar de su venida,
para soportar su silencio y sin embargo cantar.

A. Nosotros, calzadas las sandalias,
te estaremos esperando y te acompañaremos
hasta el final del camino como hicimos en Emaús.
Envíanos ahora tu Espíritu que nos abra los ojos
para reconocerte
a la hora de partir, compartir y repartir el pan.

P. En la noche en que iba a ser entregado,
Jesús tomó el pan….

…………………………………………………………………

P. Aunque sabemos, Señor, que estás con nosotros
hasta la consumación del mundo,
no por todos los caminos llegamos a descubrir
tu nueva presencia de resucitado.
Como tus primeros discípulos
necesitamos que salgas a nuestro encuentro
para no confundirte con el jardinero
como María Magdalena,
ni querer perseguirte como hizo Saulo de Tarso.

L4. No viene el Señor
por el descuido y el desprecio de las cosas:
por el grifo de agua siempre abierto,
la batería del coche siempre encendida,
la acera de casa sucia,
el armario y la despensa reventando de lo que nos sobra.
El Señor viene por el cuidado
y el respeto a la Carta de la Tierra, nuestra casa común,
en la que somos una sola familia y una sola comunidad.

A. Cuando tú vengas, Señor,
la tierra será un jardín;
el desierto, un hontanar de agua fresca;
y los campos reventarán de espigas y de vida.
¡Ven, Señor Jesús!

L5. No vendrá el Señor
por el escabroso atajo de la injusticia:
por la explotación del emigrante
y la discriminación de las razas,
ni por la apropiación de los recursos
y la exclusión de los pobres de la mesa de la vida.
El Señor Jesús viene
por la distribución equitativa de la riqueza
y el compartir fraternal con el pobre y el necesitado.

A. Cuando tú vengas, Señor,
nuestra ciudad será una gran familia
donde todos nos tratemos con respeto y consideración.
Pues todos somos hermanos. ¡Ven, Señor, Jesús!

L6. No vendrá el Señor por el camino de la violencia,
el odio, la guerra y la muerte:
por la v
iolencia de género, los nacionalismos excluyentes
y el racismo,
por el armamentismo nuclear y bioquímico,
por la guerra prendida siempre en la mentira.
El Señor viene por la cultura de la tolerancia,
la no violencia activa y la paz;
por la comprensión mutua,
la solidaridad y la cooperación.

A. Cuando tú vengas, Señor,
el emperador se habrá convertido en siervo;
las religiones, en una fiesta de hermandad;
y la Iglesia se habrá convertido al Evangelio.
Nuestra casa, por respeto y salud de nuestros muertos,
será la casa de la esperanza, de la alegría
y la paz para todos.
¡Ven, Señor Jesús!

P. Con esta esperanza, brindamos ahora
por ese día que se acerca, que ya llega:

A.. POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL…

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