jueves, abril 25, 2024
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TEXTO-BASE PARA NAIROBI

Escrito por

Creer de otra manera. Otra espiritualidad es posible
 
TEXTO – BASE PARA NAIROBI

Creer de otra manera _ Otra espiritualidad es posible _ Espiritualidad laica para otro mundo posible

En las últimas décadas Europa ha vivido una agitada e intensa experiencia espiritual, y está todavía inmersa en ella, discerniendo trabajosamente cuál puede ser el camino a seguir.Para el VI FSM, y dentro de él, también para el II FMTL, los europeos deben aportar su propia experiencia para la construcción de «otro mundo posible» y de «otra manera de ser hoy creyente».Estos guiones (en algunos aspectos conscientemente provocativos) sólo pretenden ser una ayuda para que los grupos cristianos dela RE (y «Redes Cristianas») se expresen, de forma que pueda luego ser recogida y sistematizada esa experiencia, para que en el II FMTL sea presentada y ofrecida a creyentes y no creyentes de todo el mundo. Lo que queremos elaborar no es una visión pretendidamente abstracta o universal, sino una aportación concreta europea –experiencial y casi biográfica- ofrecida humildemente a la universalidad humana. Así lo vemos y lo vivimos en Europa, y así lo ofrecemos al mundo.

Descripción

Cuatro unidades de debate que afrontan, uno por uno, aspectos temáticos que en la realidad están unidos; la separación-distinción es sólo metodológica.

Cada unidad comprenderá: presentación, desarrollo del tema y propuesta pedagógica para trabajarla (textos antológicos, tesis sintéticas, preguntas, sugerencias).

Las dos primeras unidades acometen una tarea de «deconstrucción» de elementos hoy inservibles; es importante, pero no tanto. Las dos últimas tratan de hacer espacio a la recuperación del fundamento de una nueva forma de creer o de ser «espiritual», que es la parte directamente constructiva.

Tema 1: Después del exclusivismo… _ (Relectura pluralista del cristianismo)

Objetivo

_ Concienciar y asumir la «relectura pluralista de la fe cristiana», que aunque está en curso todavía, ya es frecuentemente afirmada por no pocos.

Desarrollo del tema

_ El mundo ha cambiado rápidamente en los últimos tiempos. La movilidad humana, los trasportes, las comunicaciones, las migraciones… han roto y hecho desaparecer aquellas sociedades aisladas de la antigüedad, en las que los seres humanos vivían en ambientes homogéneos y estables, dominados por una sola cultura y sin perspectivas de cambio. Hoy la sociedad, por todas partes, se ha hecho pluricultural, plurirreligiosa, y en efervescencia, en cambio constante.

Esto ha afectado fuertemente a la vivencia de la religión en Europa. Durante milenio y medio, Europa fue casi exclusivamente cristiana, y el cristianismo se impuso como la única religión verdadera, frente a la cual las otras eran consideradas falsas, o inferiores, o inexistentes. La mayor parte de los europeos fuimos educados en la certeza de creer en la religión verdadera, la única religión verdadera, que lo era por haber sido traída a este mundo por el mismo «Dios en persona», Dios mismo en la persona de su Hijo, Jesucristo. La raza blanca, la cultura occidental, era la depositaria de la Verdad revelada por Dios, y por eso mismo, tenía sobre sí la misión de llevar esa verdad salvadora a los pueblos que no habían tenido el privilegio que Europa disfrutaba. Los cristianos eran el Pueblo elegido por Dios para llevar la salvación a otros pueblos…

La experiencia actual de pluralismo cultural y religioso ha hecho saltar esta visión clásica religiosa. Conociendo otras religiones y otras culturas, ya no nos es posible creer de la misma manera. Se nos hace evidente que la religión cristiana no es la única «la religión verdadera» sino una religión más, una de las muchas religiones verdaderas. También se nos hace inverosímil pensar que seamos el pueblo escogido, el privilegiado frente a todos los demás: esa elección, ese privilegio, hoy nos parecería una injusticia, y un Dios que favoreciera a un pueblo sobre todos los demás nos parecería indigno de ser Dios.

Aquella visión exclusivista, típica del cristianismo tradicional, nos parece hoy no sólo insostenible, sino lamentable, y nos causa vergüenza haberla vivido durante tantos siglos. Afortunadamente hoy estamos en los antípodas de aquella visión, y ya no podríamos creer de aquella manera. Hoy nos sentimos humildemente «una religión más», y nos sentimos felices de saber que hay tantas otras en el mundo, que forman un admirable concierto de creatividad humana. Nos deja admirados la variedad de religiones, sus acenstrales sabidurías, la riqueza de sus mitos y de sus códigos éticos… Nos gozamos y exultamos ante la visión de este inconmensurable pluralismo religioso.

No estamos decepcionados ni nos sentimos engañados: sabemos que el planteamiento exclusivista no fue algo propio del cristianismo, sino que es un mecanismo espontáneo que se ha dado en la mayor parte de los pueblos y religiones que han vivido aislados, y chupando todo el mapa de su sociedad. Hoy nos sentimos felices de haber superado aquella visión, y creemos que esta superación no es un paso facultativo u opcional, sino un salto de conciencia que, de una manera u otra, todas las religiones deberán realizar para estar a la altura del futuro humano que viene.

Nos sentimos más allá del «inclusivismo» oficial, que sigue manteniendo un oculto exclusivismo, ya que aunque por una parte reconoce que las demás religiones tienen valores, sostiene por otra que esos valores no son sino participación de los valores únicos de la religión propia, que sigue siendo superior. Nosotros no sentimos que nuestra religión sea la única, ni la mejor, ni la que sería fuente y norma de las demás, sino de una religión que, como todas las demás, tiene –aun con toda su enorme riqueza- sus limitaciones, es a la vez muy humana, tiene mucho de que purificarse, y tiene mucho que aprender y mucho con lo que enriquecerse en su relación y diálogo con las otras religiones.

Uno de los principales cambios que se derivan de esta nueva visión es la del fin del proselitismo: no nos sentimos en grado de imponer nuestra religión, ni siquiera de hacer proselitismo, mucho menos de denigrar otras religiones o de querer combatirlas. Estamos convencidos de que la mutua aceptación y el diálogo, la complementariedad y el mutuo enriquecimiento es y ha de ser la nueva forma de creer en el otro mundo posible.

Preguntas para el diálogo:

¿En qué estás de acuerdo o en desacuerdo con este planteamiento que se hace del pluralismo religioso? Explica en pocas palabras tu postura. _ ¿Cuál es en este campo la diferencia fundamental en el modo de creer antiguo y el actual? _ ¿Se puede seguir siendo cristiano compartiendo a la vez los valores que ofrecen las otras religiones?

Textos antológicos

_ • Catholic, like Christians in general, are realizing that for something to be truth, it need not be absolute. KNITTER, P., No Other Name?, p. 219 _ • La conciencia de un pluralismo religioso insuperable nos invita a redescubrir la singularidad propia de la verdad cristiana y a comprender mejor que puede requerir un compromiso absoluto al creyente, sin convertirse por ello en una verdad exclusiva o inclusiva con respecto a toda otra verdad en el orden religioso o cultural. GEFRRE, Prefacio al libro de BASSET, Jean Claude, El diálogo interreligioso, Desclée, p 12. _ • Each religion is a map of the territory, but not the territory itself. KNITTER, No Other Name?, 220. _ . We recognize that in the interrelated context of our contemporary lives, interreligious cooperation is no longer an option but a necessity. One could say that to be religious today is to be interreligious. Religion will prosper in this century only to the extent that we can maintain a sense of community among people of different religious beliefs who work together as a human family to achieve a world of peace. Se entiende que es un documento de un Simposio auspiciado por el Vaticano. – ver el documento en inglés _ • One must follow the Golden Rule and grant to religious experience within the other great traditions the same presumption of cognitive veridicality that one quite properly claims for one’s own. HICK, God has many names, p. 24.

Bibliografía

_ Bibliografía sobre Teología del pluralismo religioso: http://www.latinoamericana.org/2003/textos/bibliografiapluralismo.htm _ KNITTER, Paul, The Myth of Religious Superiority. A Multifaith Exploration, Orbis Books, Maryknoll 2005, 256 pp. _ PANIKKAR, R., The Intrareligious Dialogue, New York, 1978. _ TORRES QUEIRUGA, Andrés, Diálogo de las religiones y autocomprensión cristiana, Sa Terrae, Santander 2005. _ VIGIL, José María, Teología del pluralismo religioso. Curso sistemático de teología popular, El Almendro, Córdoba 2005.

Tema 2: Después de la religión… _ (Espiritualidad post-religional)

Objetivo

_ Acoger y discernir la experiencia europea de la «crisis de la religión». Aceptación del nuevo «tiempo axial» que atravesamos. Vislumbrar el emergente mundo «post-religional» que parece el único escenario posible en el que la humanidad podrá seguir siendo «espiritual», plenamente humana.

Desarrollo del tema:

En los últimos años se está dando en Europa una transformación religiosa sin precedentes: países que hace cuatro décadas eran mayoritariamente cristianos, hoy registran sólo una ínfima parte de su población como cristiana. Una gran parte de la población, que ha sido tradicionalmente cristiana, no se adhiere ya al cristianismo, o se aparta positivamente de él. Las generaciones jóvenes viven ya radicalmente al margen, sin que hayan sido siquiera objeto de una transmisión cultural de la fe… La crisis de la religión en Europa no tiene precedentes, y todo apunta a que estamos ante un cambio epocal de enormes dimensiones, tanto cultural como religioso.

Se nos impone cada vez con más fuerza la distinción entre las religiones y la espiritualidad del ser humano. Sabemos que ésta le acompaña desde que el humano es humano. Hay vestigios arqueológicos datados hasta 100.000 años atrás que documentan y testimonian la religiosidad de nuestra especie: homo sapiens es coetáneo de homo religiosus. Por el contrario, las religiones son muy recientes: de apenas 4.500 años. El ser humano ha vivido la mayor parte de su existencia sin religiones, aunque no sin espiritualidad.

Las religiones son unas formas de expresión de la espiritualidad constitutiva del ser humano, que han surgido en una época determinada de la historia, concretamente con el neolítico: cuando la humanidad se sedentariza y pasa a vivir en ciudades. Es la época de la revolución agraria, la época del origen de los grandes imperios, que toman su fuerza del trabajo de la tierra, para el que hacen falta muchos brazos bien fornidos para organizar bien una sociedad cuyo trabajo genere excedentes y se organice militarmente para construir un imperio que se defienda poderosamente ante sus vecinos. Para todo eso hace alta una sociedad bien cohesionada, que pueda dirigir con autoridad y sin fisuras el trabajo coordinado y eficiente de sus ciudadanos. En esas primeras sociedades imperiales la «religión» ha ocupado el papel central ideológico. Todas las antiguas sociedades han sido profundamente religiosas, siendo la religión como la espina dorsal del espíritu que anima a la sociedad. Ha sido como el software de programación para los miembros de esas sociedades: la religión ha provisto las mayores y más profundas expresiones del sentido de la vida, con sus mitos, sus grandes relatos fundantes, que contienen no sólo la descripción del mundo espiritual, sino los valores éticos y morales.

Elemento central de las religiones han sido las «creencias»: mitos, grandes relatos, narraciones de hechos primordiales fundantes de la identidad de cada pueblo y cada religión. Obviamente han sido construcciones humanas, expresiones geniales del sentido que cada pueblo ha dado a su vida y a su interpretación de la realidad (aunque cabe la posibiidad de que aun siendo en algún aspecto atribuidas a Dios, no sean fruto de una intervención mágica). Pero esas construcciones humanas han sido proyectadas al cielo de lo absoluto, atribuidas a Dios, proclamadas como venidas de Él, para quedar así configuradas como absolutas, indubitables, enteramente divinas, a las que se debe una sumisión omnímoda y total.

Las religiones han funcionado milenariamente a base de tales «creencias». La epistemología de los tiempos pasados permitía todavía el argumento de autoridad, de autoridad absoluta en el caso de la religión. Pero en la actualidad, y desde hace algunos siglos, la epistemología está cambiando, y ya podemos decir que estamos en otra época, con otra epistemología. El argumento de autoridad –ni siquiera el de autoridad divina- ya no es viable. El ser humano ha tomado conciencia de su capacidad de conocimiento crítico y de su derecho a saber, y ha decidido no dimitir de este derecho: «Sápere aude!». Las creencias ya no tienen cabida, siendo necesariamente sustituidas por otro tipo de conocimiento. La epistemología ha cambiado.

No siendo ya posible el mecanismo cultural de las creencias, las religiones, que se basaban en ellas, comienzan a sentir irrespirable el aire en la nueva situación epistemológica. La espiritualidad del ser humano, que adoptó la forma de las religiones, hoy comienza a verse forzada a abandonar esa forma y a adoptar formas nuevas que aún están por ser encontradas. La espiritualidad del ser humano va a continuar (el ser humano va a continuar siendo religioso), pero desligada de la forma “religional”, más allá de las religiones.

Europa es el primer lugar del mundo donde la sociedad agrícola y su epistemología han desaparecido prácticamente ya, y es por eso por lo que las religiones en ella han entrado en un gravísimo declive. Esto que está ocurriendo no es algo negativo, sino algo natural. Es una transformación profunda debida a un drástico cambio cultural y humano, que algunos llaman «tiempo axial». No hay que culpabilizar a nadie, porque lo que está ocurriendo no es ningún pecado. Es una crisis, pero de crecimiento, por la que hay que felicitarse. Las religiones tal vez van a entrar en una fase de languidecimiento y de extinción, y ello va a ser la gran oportunidad para la espiritualidad, que va a sentirse libre y liberada, fuera de las instituciones religiosas que durante milenios la controlaron y la sometieron a sus condicionamientos y a sus intereses.

Liberada, la espiritualidad humana va a sentirse libre de las religiones, aunque pudiendo compartirlas todas. Va a ser una espiritualidad no controlada por las instituciones de las grandes religiones, «laica» en ese sentido, profundamente humana, pluralista (ni exclusivista ni inclusivista), abierta a todas las religiones…

Preguntas para el debate

_ ¿En qué estás de acuerdo o en desacuerdo con el planteamiento que se hace de la crisis de la religión? Razona brevemente tu respuesta. _ ¿Crees posible separar espiritualidad y religión? ¿Espiritualidad sin creencias? ¿Cómo será la espiritualidad liberada de las religiones y de las creencias? _ ¿Se puede vivir sin religión, sin creencias?

Textos antológicos

· Lo que se ha entendido como «religión» ha llegado a su fin En los países desarrollados la desaparición de los últimos restos de vida pre-industrial y agrícola, la generalización del modo de vida industrial y la nueva gran transformación de los sistemas científicos y técnicos están imponiendo una transformación radical de los modelos culturales. Lo que hasta ahora hemos llamado «religión» se está viendo afectada de lleno por esas transformaciones.

En Occidente, la religión siempre se ha presentado como un sistema colectivo de creencias. Un sistema colectivo de creencias es, también, un sistema de control colectivo. Todo sistema de control requiere de un sistema de poder. A esta cadena de hechos hay que añadir que el vehículo mítico-simbólico de las religiones, en Occidente, ha sido el mismo vehículo de programación colectiva de las maneras de pensar, sentir y actuar, las cuales deben ser fijadas de forma intocable y rigurosamente controlada. Las religiones han estado, por ello, conectadas con las creencias, el control y el poder.

Las transformaciones culturales de las sociedades industriales desarrolladas han puesto fin a esta situación. Creemos que se puede afirmar seriamente que las religiones, tal como se concibieron en Occidente durante casi 2.000 años, se han terminado o están en camino de extinción.

Por otra parte, y paradójicamente, se da, simultáneamente con ese decaimiento profundo de las religiones clásicas, un resurgir fuerte, y un tanto salvaje, del interés por lo religioso, un interés por lo que podríamos llamar -intentando buscar una terminología más adecuada a la nueva situación- una dimensión profunda y vivida de la existencia; crece el interés por la Gran Dimensión de la existencia, una dimensión que está ausente, casi por completo, en nuestra vida cotidiana. La época de las «religiones», tal como se concibieron en Occidente, va camino de su fin o, como mínimo, va camino de quedar en los márgenes de la marcha de la cultura. La manera cultural como se vivió y expresó la experiencia religiosa en las sociedades pre-industriales de Occidente está siendo barrida y marginada por la sociedad industrial avanzada. Lo que está muriendo no es la posibilidad de vivir la experiencia religiosa, sino una manera cultural, venerable y milenaria, de vivir esa experiencia. Llamamos religión al peculiar modo de vivir la experiencia sagrada, propio de las sociedades pre-industriales y estáticas, es decir, propio de sociedades que vivieron durante milenios de hacer fundamentalmente lo mismo (caza/recolección, agricultura, ganadería). Esas sociedades necesitaron fijar de manera inamovible sus sistemas de programación colectiva de forma que bloquearan e ilegitimaran el cambio; y precisaron, también, excluir cualquier alternativa al sistema fijado. «Religiones» son las formas sagradas pre-industriales que se expresan en los sistemas de programación colectiva adecuados a ese tipo de sociedades. «Religiones» son las formas sagradas pre-industriales que se expresan en programas mítico/simbólicos, que son programas culturales de dominio, control, sumisión y exclusión de alternativas. Marià CORBÍ, Religión sin religión, PPC, Madrid 1996.

John Shelby SPONG, Doce Tesis. Una llamada para una Nueva Reforma

1.- El teísmo, como forma de definir a Dios, ha muerto: Dios ya no puede pensarse, con credibilidad, como un ser, sobrenatural por su poder, que habita en el cielo y está listo para intervenir en la historia humana periódicamente, e imponer su voluntad. Por esto, la mayor parte del lenguaje teológico actual sobre de Dios carece de sentido; lo cual nos lleva a buscar una nueva forma de hablar de Dios. _ 2.- Dado que Dios no puede pensarse ya en términos teísticos, no tiene sentido intentar entender a Jesús como la encarnación de una deidad teística. Por eso, la Cristología antigua está en bancarrota. _ 3.- La historia bíblica de una creación perfecta y acabada, y la caída posterior de los seres humanos en el pecado, es mitología pre-darwiniana y un sin sentido post-darwiniano. 4.- La concepción y el nacimiento virginales, entendidos literal y biológicamente, convierten a la divinidad de Cristo, tal como tradicionalmente se entiende, en imposible. _ 5.- Los relatos de milagros del Nuevo Testamento no se pueden interpretar, en un mundo posterior a Newton, como sucesos sobrenaturales realizados por una divinidad encarnada. _ 6.- La interpretación de la Cruz como un sacrificio ofrecido a Dios por los pecados del mundo es una idea bárbara basada en conceptos primitivos sobre Dios que deben abandonarse. _ 7.- La resurrección es una acción de Dios: Dios exaltó a Jesús a la significación de Dios. Por consiguiente, no puede ser una resucitación física ocurrida dentro de la historia humana. _ 8.- El relato de la Ascensión supone un universo concebido en tres niveles y por eso no puede mantenerse, tal cual, en una época cuyos conceptos espaciales son posteriores a Copérnico. _ 9.- No hay una norma externa, objetiva y revelada, plasmada en una escritura o sobre tablas de piedra, cuya misión sea regir en todo tiempo nuestra conducta ética. _ 10.- La plegaria no puede ser una petición dirigida a una deidad teística para que actúe en la historia humana de una forma determinada. _ 11.- La esperanza de una vida después de la muerte se debe separar, de una vez por todas, de una mentalidad de premio o castigo, controladora de la conducta. Por consiguiente, la Iglesia debe dejar de apoyarse en la culpa para motivar la conducta. _ 12.- Todos los seres humanos llevan en sí la imagen de Dios y cada uno de ellos debe ser respetado por lo que es. Por consiguiente, ninguna caracterización externa, basada en la raza, la etnia, el sexo, o la orientación sexual, puede usarse como base para ningún rechazo o discriminación.

Bibliografía

_ GAUCHET, Michel, El desencantamiento del mundo (Trotta, 2005) _ GAUCHET, M. y FERRY, Le religieux après la religión (Grasset, 2004). _ MARTIN VELASCO, Juan de Dios, Metamorfosis de lo sagrado y futuro del cristianismo, RELaT 256, http://servicioskoinonia.org/relat/256.htm _ ROBINSON, John A.T., Sincero para con Dios; Honest to God, SCM Press, London 1963. Dieu sans Dieu: honest to God, Nouvelles éd. Latines, Paris 1964. _ SPONG, John Shelby, Nacido de mujer, Ed. Martínez Roca, Barcelona; Um novo cristianismo para um mundo novo, Verus, Campinas, São Paulo 2005. _ THILS, Gustave, Christianisme sans religion?, Casterman 1968. Cristianismo sin religión?, Marova, Madrid.

Tema 3: Espiritualidad esencial: amor-justicia liberador _ (La regla de oro, principio liberación)

Objetivo

_ Supuesta una básica «deconstrucción» de los obstáculos abordados anteriormente, tratamos ahora de encontrar la base fundamental desde la que reconstruir una espiritualidad abierta, básica, universal y universalizable, más allá de los dos «fundamentalismos» deslindados en las dos unidades anteriores. Concretamente, nosotros lo encontramos sobre el principio del amor-justicia liberador, que para nosotros actualiza la «regla de oro» expresada por la mayor parte de las religiones.

Desarrollo del tema

Dentro de la densa y trabajada historia espiritual de nuestro continente, la profunda crisis actual nos obliga a volver nuestra mirada hacia lo más esencial, lo más básico de la experiencia espiritual. Coincidentemente, encontramos en todas las grandes religiones un principio llamado comúnmente la «regla de oro», «trata a los demás como quisieras que te trataran a ti», que en todas ellas es proclamado como el núcleo «a lo que se reducen la Ley y los Profetas».

Esta regla parece formar parte de la sabiduría humana más elemental y más profunda. Tiene la apariencia de un mínimo ético común, que podría ser reconocido como la plataforma para el diálogo y la convivencia realmente humana entre las diversas culturas y religiones. Siendo un mínimo, no deja de ser una aspiración «máxima», pues de hecho ese principio es negado todos los días en la convivencia social del planeta.

Pero esta regla de oro es algo más que ética: es también vivencia espiritual. No es sólo de hecho la clave conductual para la convivencia social y pacífica, es también la experiencia más intensa de la vivencia espiritual en la relación interhumana.

En nuestra tradición de origen judeo-cristiano está especialmente claro: los profetas y Jesús ponen la praxis del amor no sólo como un mínimo ético, sino como el máximo criterio de cercanía y de experiencia segura de Dios: el que ama conoce a Dios, practicar la justicia es conocer a Dios, es el criterio del juicio escatológico, es lo que llega a poner a «extranjeros y paganos» por delante de creyentes y de sacerdotes, es el verdadero culto, en el tempo y en la religión de la vida, la de los verdaderos adoradores… Dentro de nuestra tradición se ha llegado a decir: en Jesús, la manifestación de la humanidad de Dios culmina en su proclamación de la regla de oro (E. STAUFFER)…

Para nosotros, además, la regla de oro es una ancestral intuición espiritual, que sólo en el pasado siglo XX terminaría por desarrollarse y ser captada en toda su plenitud: la opción por los pobres (OP), una opción apasionada y radical por el amor-justicia, vivida como experiencia de Dios en la carne más humana de la historia.

En Europa, si el cristianismo quiere sobrevivir sólo puede ser místico, pero con una mística vivida en al amor-justicia liberador encarnado en la historia humana. Ésta nos parece ser hoy la forma religiosa más elemental y más inmune a los actuales desafíos de desconstrucción religiosa, la propuesta espiritual más práctica y más compatible entre las diversas religiones.

En algún sentido, atravesamos en Europa la misma experiencia que en el comienzo de la edad moderna. En una sociedad religiosamente monolítica, en la que la confesión religiosa formaba parte de la ideología política, la ruptura del cristianismo en distintas confesiones hizo la convivencia imposible, en cuanto el disidente religioso era inevitablemente enemigo político. Las guerras de religiones diezmaron el Continente, hasta que se encontró una nueva base para el contrato social: el yusnaturalismo, el derecho natural, depurado de toda adherencia teológica discutible religiosamente. La nueva base del contrato social se encontró en la dignidad humana, al margen y previamente a cualquier consideración religiosa o teológica.

Hoy día, las religiones presentan un panorama semejante al de aquella sociedad de hace cinco siglos: cada una ha vivido en su mundo religioso cultural, excluyendo y descalificando a las otras. La convivencia entre las religiones sólo es posible si son recluidas a la esfera interior o privada, o si renuncian a dialogar y se limitan a yuxtaponerse sin compartir. Para poder dialogar y compartir, para que los creyentes puedan entrar y salir libremente por las religiones, con múltiple pertenencia, beneficiándose sin limitaciones de las riquezas de unas y otras, es preciso encontrar también una nueva base común a todas, previa a las ulteriores diferenciaciones específicas de cada una. Esa base común es la regla de oro, tomada no sólo como un «mínimo ético» para posibilitar la convivencia, sino como un ambicioso «máximo programa de acción común» de las religiones: asumir la liberación de la Humanidad y de la Naturaleza como la aspiración máxima a la que pueden aspirar, y en la que verificarán su éxito y se jugarán definitivamente su credibilidad. Ese programa común tendría que estar suportado por una mística inter-religiosa, no confesional, profundamente humana, y en ese sentido natural, laica…

Desde nuestro punto de vista, la reconstrucción de la experiencia religiosa, luego de la deconstrucción experimentada, ha de partir de esta base segura.

Preguntas para el debate

_ Muestra tu acuerdo o desacuerdo con el planteamiento que se hace de la regla de oro como base de una nueva espiritualidad y civilización. _ ¿Crees que esta nueva espiritualidad exige la muerte de las religiones? _ ¿Qué tiene que ver la regla de oro y la opción por los pobres con la religión y las creencias?

Textos antológicos

• Si falto al amor o si falto a la justicia, me alejo indefectiblemente de Ti, Dios, y mi culto no es más que idolatría. Para creer en Ti debo creer en el amor y en la justicia, y vale mil veces más creer en esas cosas que pronunciar Tu nombre. Fuera de ellas es imposible que alguna vez te encuentre, y aquellos que las toman por guía están en el camino que conduce a Ti. Henry de LUBAC, Por los caminos de Dios, Carlos Lohlé, Buenos Aires 1962, pág. 125; Sur les chemins de Dieu, 125

Bibliografía

_ BOFF, Leonardo, El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra, Trotta, Madrid 2002; Ética planetaria desde el gran Sur, Trotta, Madrid 2001. _ VIGIL, J.M., ibid., cap. 13, «La regla de oro». Disponible en http://www.latinoamericana.org/tiempoaxial/index.html#5 _ KÜNG, Hans, Yes to global Ethic, SMC Press, London 1996; Ética mondiale per la politica e la economia, Queriniana, Brescia 2002.

Tema 4: Vivir en plenitud _ (Espiritualidad laica en el otro mundo posible)

Objetivo

Lograr una reconceptuación de la espiritualidad más allá de las limitaciones lingüísticas, redescubriéndola como plenitud del ser y de la vida, y encontrar sus rasgos esenciales en el «otro mundo posible» que esperamos.

Desarrollo del tema

«Espiritualidad» no es una palabra feliz. Lo que nosotros queremos expresar con ella, en cuya búsqueda estamos, no se refiere a lo «espiritual» en cuanto contrapuesto a material, ni a carnal… La palabra viene larvada con la herencia histórica de tiempos de dualismos esquizofrénicos (materia-espíritu, carne-espíritu, tierra-cielo, esta vida – la otra…). Si utilizamos la palabra es porque todavía no ha sido sustituida por otra que haya alcanzado un consenso suficiente. Por eso tendremos que acudir con frecuencia a rodeos, a circunloquios. Para la Europa que ha vivido con intensidad las últimas oleadas vividas sobre el trasfondo de nuestra larga y trabajada historia, a la altura de los tiempos en los que nos encontramos, se impone una distinción necesaria entre religiones, religión y lo que provisionalmente todavía llamamos espiritualidad.

Las «religiones» son formaciones históricas, institucionalizadas, con un cuerpo de doctrinas, símbolos, rituales, y normalmente una jerarquía, que durante los últimos 5.000 años han dado cauce y expresión a esa dimensión humana que tradicionalmente hemos llamado espiritualidad. Las religiones son «de ayer», de apenas hace cinco mil años, frente a los más de 100.000 años en los que hoy se tienen documentados prácticas y comportamientos humanos que evidencian la presencia de la dimensión espiritual. Aparecieron aproximadamente con el neolítico, la sedentarización del ser humano, la propiedad privada, el patriarcalismo, la edad agraria… una edad que precisamente hoy está desapareciendo, sobre todo en Europa.

La «religión» sería esa tendencia espontánea del ser humano en uno de los estratos de su desarrollo de conciencia por la que necesita –con necesidad vital, interior, muy espiritual y a la vez muy biológica- habérselas y debatirse con un Ser superior, generalmente protector frente a la angustia de la soledad y del desamparo ante la naturaleza inhóspita, un «theos» o ser sobrenatural que habita en un mundo superior paralelo a éste, y que interviene poderosamente sobre éste, con el que interesa tener buenas relaciones no sólo interesadas, sino profundamente afectivas «a lo divino», y que se expresa en:

La «espiritualidad» sería esa capacidad profunda del ser humano por la que capta dimensiones «últimas», más allá de la realidad inmediata y de sus necesidades como animal depredador que es, más allá de los intereses, en la gratuidad, en la contemplación, en el amor… en el «conocimiento silencioso» de los místicos.

Después de tanta historia, continuamos siendo un misterio para nosotros mismos. ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué es esa religión y esa espiritualidad que nos caracteriza? ¿Una «enfermedad de la conciencia humana»? ¿Una necesidad biológica disfrazada? ¿Una actividad cerebral dependiente de unos fundamentos genéticos aún por descubrir? El camino y la búsqueda continúan abiertos. Lo que sopechamos en Europa es que las religiones, en lo que tienen de producto de la época agraria, tienen ya sus días contados, y desaparecerán con esa misma época agraria. La religión, como forma que la espiritualidad humana revistió en la época de las religiones, caracterizada por una concepción teísta de la realidad, sobre la base de unas «creencias» asumidas como postulados de interpretación del mundo, construidos por el ser humano pero atribuidos a un «teos» omnipotente y tonante, tiene también los días contados en cuanto el ser humano ha perdido la ingenuidad epistemológica y ha asumido adultamente que está solo en el mundo y que no tiene por qué alienarse proyectando hacia fuera de sí sus proyectos, su moral y su necesidad de sentido.

Desde nuestro punto de vista europeo sólo queda en pie la posibilidad de una «espiritualidad más allá de las religiones y más allá de la misma religión», una espiritualidad adulta, crítica, sin «creencias», sin mitos ni mitologías, consciente de que el ser humano está solo y debe asumir su soledad, sin engañarse, sin atribuir a un «teos» lo que es obra suya y sin delegar en él nuestras responsabilidades. Una espiritualidad no sólo más allá de las religiones del tiempo agrario, sino también más allá de la religión. Una «espiritualidad sin religión», una «santidad mundana» al decir del pastor Bonhoeffer, una espiritualidad laica, no religiosa, más allá de las religiones (post-religional) y de las Iglesias, más honda que las confesiones, más a fondo que la «religión» religiosa, una espiritualidad simplemente humana, profundamente humana, plenamente humana, humanamente plenificadora, que no sea otra cosa que una forma de vivir en plenitud nuestra humanidad. En esa espiritualidad común humana es donde podremos comulgar con toda la humanidad, con los hombres y mujeres de todas las configuraciones espirituales, apasionados por construir la vida y por hacerla posible, por vivir en plenitud y construir «otro mundo posible» en el que sea posible esa vida en plenitud.

Dada nuestra referencia biográfica cristiana, cabría preguntarnos qué será del cristianismo en medio del panorama de esa espiritualidad laica»…A modo de mera sugerencia a ser debatida, sin posibilidad de justificarla aquí debidamente, diríamos lo siguiente. Tal vez el cristianismo, por este camino, se devolverá a sus orígenes profundos, evolucionando hasta llegar a convertirse en un: jesuanismo, en el sentido de recuperar la humanidad completa del Jesús histórico; macroecuménico, o sea, abierto a todas configuraciones espirituales posibles, incluso a aquellas que eran tenidas como descalificadas religiosamente; pluralista, o sea, habiendo abandonado el planteamiento absolutista tanto del exclusivismo como de inclusivismo, con una aceptación sincera y consecuente del pluralismo, sin misión proselitista, sin afán protagonista; liberador, es decir, siempre desde la perspectiva de los pobres, de los pequeños, de los injusticiados, por su liberación; eco-espiritual, o sea, viviendo una plena comunión con todo lo que existe, con la naturaleza, con la vida, con todos los seres, de cuya comunidad universal formamos parte; post-religional, más allá de las «religiones» de la época agraria; posteísta, superando y abandonando el mecanismo inmaduro de imaginar la dimensión profunda de la realidad en forma de «teos», como un ser sobrenatural que vive en un mundo superior paralelo, evocado mediante creencias…

Para el debate en grupo

_ ¿En qué te muestras de acuerdo o en desacuerdo con el planteamiento que se hace en este texto sobre la espiritualidad laica? _ ¿Encuentras suficientemente clara la distinción que se hace entre religiones, religión y espiritualidad? _ ¿Podrías dar una descripción aproximada de ese nuevo concepto de espiritualidad? ¿En qué consiste, en definitiva, esa espiritualidad para otro mundo posible?

Textos antológicos

• La espiritualidad que durante mucho tiempo se entendió como un subproducto de la religión institucionalizada, como expresión de la específica preocupación por la relación del individuo con Dios, se encuentra ahora conducida a un diálogo multidisciplinar en torno a las preguntas globales de siempre que se plantean en nuestra época. Lo que durante un tiempo se consideró que era algo reservado para los monasterios (y los conventos de clausura) se ha abierto paso más allá de los dualismos que separaban lo sagrado de lo secular y emerge ahora como una realidad capaz de construir puentes que superen las diversas divisiones que habían separado a las personas entre sí y a éstas de Dios. _ La reestructuración de la espiritualidad presenta el reto más original y provocativo de nuestro tiempo. El horizonte de la espiritualidad se extiende ahora más allá de las religiones invitando a todos los seres humanos a una nueva forma de convergencia en torno a las críticas cuestiones a las que se enfrenta hoy la humanidad. No es el sincretismo ingenuo que preocupa a algunos teólogos del diálogo interreligioso ni en modo alguno el relativismo reduccionista que traiciona la unicidad de Jesús para los creyentes cristianos (temas profundamente estudiados por Knitter 1995). Lo que estamos experimentando actualmente es un cambio de paradigma que nos invita a desprendernos de las excrecencias de los últimos miles de años (muchas de las cuales son de naturaleza religiosa) y recuperar una visión más original y más centrada en la globalidad que tenga en cuenta que todos los seres humanos, y la misma creación, tienen una naturaleza fundamentalmente espiritual. O’Murchu, Rehacer la vida religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid 2001; Reframing Religious Life, Paulus, Londres 2000, cap. 9.

• El siglo XXI, o será místico, o no será… Atribuido a Malreaux y a Rahner

Bibliografía

_ CORBÍ, Marià, Los rasgos de una religiosidad viable en las nuevas condiciones culturales de las sociedades industriales, http://servicioskoinonia.org/relat/352.htm _ CORBIC, Arnaud, Dietrich Bonhoeffer: Cristo, Señor de los no-religiosos, http://servicioskoinonia.org/relat/292.htm _ BONHOEFFER, Dietrich, El precio de la gracia, Sígueme, Salamanca 1968

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