viernes, marzo 29, 2024
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POR QUÉ SOY CRISTIANO

Éxodo 88 (marz.-abril’07)
– Autor: José Antonio Marina –
José Antonio Marina
 
Cuando escribo estas líneas está en plena efervescencia el conflicto planteado por la decisión del arzobispado de Madrid de cerrar la emblemática parroquia de San Carlos Borromeo. ¿Cómo se ha podido llegar a “esto” en la Iglesia? Por supuesto que “esto” tiene un contenido muy distinto según el ángulo desde el que se mire. Desde la óptica conservadora, “esto” es el hecho inaudito de que unos ministros de la Iglesia se salten a la torera las normas litúrgicas y desobedezcan abiertamente a su sagrado pastor. Desde el campo progresista, “esto” es el escándalo de que los pretendidos sucesores de los apóstoles pongan el ritual por encima del Evangelio. Precisamente para comprender cómo se ha podido llegar a “esto”, el libro de José Antonio Marina que reseñamos nos presta una ayuda muy valiosa.

Antes de dar razón de su opción religiosa, por qué soy cristiano, lo que hace Marina es tratar de comprender ese cristianismo que arranca de una figura perturbadora e intensa, un judío enigmático que no pasó de reunir un puñado de discípulos en los aproximados tres años que duró su predicación, que no salió de un apartado rincón del Imperio Romano, que no dejó ni una palabra escrita y que acabó de una manera desastrosa, pero que supuso la conmoción seguramente más fuerte experimentada por la humanidad en todo su devenir.

Afirma Marina que «El cristianismo, como todas las creaciones culturales, no tiene esencia, sino historia, y no es posible comprenderlo sin conocer su genealogía ». En el estudio de esa genealogía nos introduce con una mirada sencilla y profunda. La genealogía arranca de unos pescadores y campesinos galileos abrumados y desconcertados por el final dramático de su maestro, pero que a continuación irrumpen en el mundo proclamando con absoluta firmeza que Jesús está vivo y en él está la salvación.

Los recuerdos del maestro, la huella que dejó en sus vidas, la profunda, indecible experiencia que les llevó a la fe en la resurrección, la fuerza del Espíritu que les empuja, todo eso quieren transmitirlo a los hombres de su mundo, anunciarles la buena noticia de Jesús, y lo hacen como pueden, con los recursos narrativos propios de su cultura. «Unos Hombres trastornados por una experiencia que no acaban de comprender, pero que les relaciona de nuevo con Jesús, tienen que explicarla a los demás. Y lo hacen, inevitablemente, acudiendo a los modelos, a las ideas vigentes en su mundo cultural, e intentando acomodarse a las creencias aceptadas por las sociedades en las que quieren penetrar». Sus continuadores recogen el testigo, se esparcen por el mundo y se enfrentan a otras culturas. En este agitado ambiente va tomando cuerpo «el cristianismo». Para Marina «Los dos primeros siglos de nuestra era fueron un intenso y decisivo periodo en la historia de la humanidad».

Pronto empiezan los relatos más pintorescos y las interpretaciones más diversas del mensaje de Jesús. Los evangelios apócrifos son una buena muestra. Una de las desviaciones más fuertes con que tiene que lidiar la naciente Iglesia es el gnosticismo. Marina señala que, en su oposición a las corrientes gnósticas, la misma Iglesia cayó en una cierta deriva gnóstica. Se procuró ante todo asegurar la “verdad” en vez de practicar el “bien”.

El libro, en una página interior, lleva como subtítulo: teoría de la doble verdad. Expone la distinción entre verdades privadas, derivadas de una experiencia personal, que pueden tener una importancia decisiva en la vida de cada uno, pero no pueden reivindicar el estatus de verdades universales que deben ser aceptadas por todos. Esta distinción tiene una gran importancia en la reflexión sobre el papel de la verdad en las religiones. La Iglesia no tuvo en cuenta que «Jesús “reveló la verdad”, pero esa verdad no era gnóstica, sino práctica, no llamaba a la contemplación sino a la acción». La consecuencia es un giro en la orientación del mensaje de Jesús, de la “ortopraxia” se pasa la “ortodoxia”, defensa de verdades absolutas. Y cuando la ortodoxia se une al poder el resultado es muy triste.

Sólo en las últimas páginas da cuenta de la cuestión planteada en el título: Por qué soy cristiano. Su respuesta se mueve en el terreno de esas verdades privadas que no se pueden demostrar, ni menos imponer a nadie, pero pueden ser las más decisivas en la vida de una persona. Es una respuesta breve, pero optimista y luminosa. Es la admiración ante la capacidad humana para la creatividad y la bondad lo que abre al más allá. Y el cristianismo expresa la culminación de esa calidad humana.

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