viernes, marzo 29, 2024
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Manuel García Guerra, LA RAZÓN MESTIZA. AGENDA INTERCULTURAL

Éxodo 94 (may-jun.’08)
– Autor: Redacción de Éxodo –
 
La diversidad aportada por la inmigración es uno de los fenómenos sociales más complejos y dinámicos de las últimas décadas. Supone, en realidad, una efectiva mutación que trasciende el plano meramente económico y afecta, entre otros, a los presupuestos culturales y morales de la sociedad receptora y de los inmigrantes, a los modelos para organizar y gestionar la res publica y a la forma de llevar a cabo la acción educativa. Un fenómeno de este calibre suscita lógicas, sensibilidades y actitudes diferentes en cada uno de esos ámbitos.

Para afrontar esta situación, Manuel García Guerra nos propone una “agenda” en La Razón Mestiza. El texto consta de dos partes. La primera es analítica y descriptiva, y lleva por título Espacios de diversidad. En ella nos presenta el trabajo de campo realizado para detectar las actitudes que genera la circunstancia pluricultural en uno de los entornos más afectados, el escolar. Aborda, a continuación, algunos de los ámbitos más poderosos a través de los que se expresa la diversidad cultural, (la Red, por ejemplo), los modos de gestionar dicho pluralismo, sin olvidar las lógicas que suelen generarse en torno a la alteridad, cuáles son las emociones y los sentimientos que las alimentan. Toda la segunda parte del libro discurre en torno a la pregunta siguiente: ¿Cómo proceder en contextos de diversidad cultural? Se trata, por tanto, de un ejercicio de razón práctica que se desglosa en cuatro movimientos: se recurre a las investigaciones de la sociobiología para indagar las condiciones de la conectividad entre los seres humanos. En un segundo momento, se examinan los modelos de gestión de la diversidad cultural en la res pública. El boceto de ética intercultural aborda la posibilidad de establecer unos mínimos morales en contextos multiculturales, así como los procedimientos para lograrlo. En el cuarto movimiento, el texto vuelve al ámbito escolar, ya que es en la acción educativa donde la vertiente especulativa y la intención práctica se aproximan con más nervio, la primera para desmontar los prejuicios existentes en el imaginario escolar, la segunda para el fomento de las zonas inter en los centros.

La propuesta explícita de una agenda intercultural

Hasta aquí la estructura de La razón mestiza. Su tesis de fondo es que la interacción y el diálogo entre sujetos pertenecientes a diferentes culturas resulta más útil para la convivencia que los planteamientos y las actitudes sustentadas por el etnocentrismo (xenofobia, racismo, exclusión o asimilación), por los modelos mul- ticulturales (respeto, autonomía, integración) o por el relativismo cultural (tolerancia, etc). Estamos, por lo tanto, ante un planteamiento procedimental, una profundización en las formas de indagar y establecer principios, criterios, valores y prácticas comunes por parte de quienes vivimos inmersos en situaciones de diversidad cultural. “Mestiza”, aplicado a razón, refiere, en consecuencia, a la “alteridad” de los sujetos implicados, pero significa sobre todo las formas de aprender a pensar y a sentir la diferencia a fin de encontrar opciones deseables para convivir y principios que orienten dichas opciones. Un proceder ajustado a determinadas condiciones y al que le convienen las notas de participativo (no excluyente), dialogal (no doctrinal), efusivo (no etnocéntrico), emocional (no apático), responsable (no paternalista), crítico (no dogmático) y público. Tales notas hacen de La razón mestiza una razón práctica, una pesquisa de lo preferible. De ahí que los capítulos de la segunda parte concluyan con apartados dedicados a formular propuestas.

La urgencia es precisar entre todos un nuevo paradigma, interactivo e integrador que supere la tolerancia y el reconocimiento de quienes no desean asimilarse a la cultura central del país, y favorezca, a pesar de las objeciones y las dificultades, la apertura, el diálogo y la interacción entre las culturas y el consiguiente enriquecimiento mutuo. Y para el autor es en la escuela en donde deben practicarse las actitudes y fomentarse los valores sobre los que se fundamenta la sociedad democrática, instrumento básico de la justicia social y agente crítico de las relaciones basadas en la dominación y en la falta de iguales oportunidades.

Ahora bien, tal propuesta rebasa las paredes del aula e incluye una pedagogía social. Formulada en términos de prevención: la educación intercultural habrá de orientarse a impedir que la diferencia social, cultural y étnica se constituya en condicionante del fracaso escolar y éste en antecedente de la exclusión social. Y formulado en positivo, nos dirá el autor, el núcleo de la perspectiva intercultural de La razón mestiza lo constituye el hecho de ser iguales en dignidad y en derechos, lo que lleva aparejado el convencimiento de que somos más iguales que diferentes siendo la diferencia, no obstante, lo que nos enriquece. Esta propuesta de pluralismo interactivo consiste no sólo en formar e informar al alumnado, sino en transformarse con él en la persecución de una convivencia enriquecedora. Pero sería incompleta la presentación de esta obra si olvidáramos su vertiente crítica. Manuel García Guerra nos dice que es pesimista, aunque no escéptico. Un pesimismo que tiene su origen en la comprobación de la artificial concentración de los “diferentes” en el sistema escolar público, que nos avisa de una grave dualización en dicho sistema. Y esto es un claro síntoma de la marginación social que puede consolidarse en el futuro. También aquí hay que aplicar la agenda propuesta y apostar decididamente por ella. A todos nos convoca el autor con su lúcida reflexión en la Razón mestiza.

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