jueves, abril 25, 2024
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LA RED, ¿LIBRES O ENREDADOS?

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Éxodo (spet.-0ct.’09)
– Autor: Pascual Serrano –
 
Han pasado poco más de quince años de la popularización de Internet y los más jóvenes no comprenden para qué puede servir un ordenador si no se pueden conectar a la red. Pocos inventos han convulsionado tanto a una generación como la llegada de Internet. Su aterrizaje en la vida cotidiana de los movimientos sociales, los medios de comunicación y el activismo político está repleto de curiosidades y paradojas, muchas de las cuales ya parecen olvidadas. Por ejemplo que cuando, en 1994, las grandes empresas aún no se comunicaban con sus delegaciones por Internet y menos aún disponían de páginas web para captar clientes o informar de sus novedades, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desde la selva Lacandona, en el sur de México, nos enviaba a un grupo de periodistas y activistas sus comunicados y denuncias a través de la red. Los medios alternativos comenzamos a funcionar mediante páginas web antes que los grandes periódicos. Era lógico, estos últimos ya tenían el monopolio de la información, ocupar un nuevo soporte que no proporcionaba ingresos económicos no tenía interés para ellos.

Cuando rebelión.org nació, en septiembre de 1996, en España ni el diario El País ni ningún otro tenía todavía página web. Con las organizaciones sociales sucedió igual que con los medios de comunicación. Fueron las más humildes y jóvenes las que comenzaron a desarrollarse en Internet antes que los partidos políticos o los grandes sindicatos.

TECNOFILIA Y TECNOFOBIA

Recordar todo esto es oportuno para comprender la envergadura de lo sucedido con la red. Desde su aparición los activistas se dividieron en tecnofóbicos y tecnofílicos. Los hay que encuentran en ella el santo grial al que recurrir siempre para resolver los problemas: su información se la da Google, su cultura la proporciona Wikipedia, sus conversaciones las resuelve con el Messenger o el Skype, sus amistades se crean en Facebook y Twitter y su movilización política es mediante la adhesión a los manifiestos que le llegan por correo electrónico. Así el individuo se considera culto, socialmente integrado, ciudadano organizado de su sociedad y políticamente activo. En el lado opuesto encontramos al tecnofóbico que piensa que la información que no llegue en papel o no salga en televisión no existe y se considera socialmente muy organizado porque va todas las tardes al bar.

Las autoridades también se han apuntado al fetichismo tecnológico de Internet. Siendo presidenta del Senado Esperanza Aguirre en el año 2000, planteó la posibilidad de que se pudieran seguir por Internet los plenos de la Cámara. Pero para eso no hacía falta la red, si lo hubiera deseado hacer bastaba con llevar las cámaras de la televisión pública, algo que podían haber puesto en práctica hacía años. El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, propuso en el debate del estado de la nación de mayo de 2009 financiar un ordenador portátil gratuito con Internet para cada niño de quinto de Primaria. Por un lado el gobierno regala ordenadores y por otro cobra impuestos (IVA) cuando compramos papel, lápiz, bolígrafo y libros de texto. Fuera de España no es diferente, el gobierno de Brasil distribuyó también ordenadores con wifi en aldeas donde no ha llegado la electricidad ni el agua potable y las calles están sin asfaltar.

BURBUJA SOCIAL

La red provoca la creación de grupos endogámicos que, si bien ahuyentan esa terrible sensación entre los comprometidos políticamente de izquierda de ser perros verdes en una sociedad frívola y materialista, en muchas ocasiones desarrolla lo contrario: el espejismo de creer que somos muchos y mayoritarios. Algo de ello descubrieron algunos tras las elecciones europeas de junio de 2009. Diferentes medios alternativos, foros y blogs de grupos políticos de izquierda radical daban la impresión de contar con un gran número de seguidores y los resultados electorales demostraron que no era así. “Quienes vivimos políticamente en esta burbuja informática que es Internet, hemos terminado distorsionando la realidad. Los medios alternativos tienen la fuerza que tienen y ha quedado demostrado que no es mucha”, llegó a señalar Jesús Prieto en Insurgente en un artículo titulado “La realidad virtual y la realidad a secas no son la misma cosa” 1. La izquierda, acostumbrada a moverse en su micromundo de Internet militante, se queda conmocionada cuando sale y comprueba que en otros fenómenos de la red no tan ideologizados la trivialidad y la ideología conservadora es dominante, tan dominante como, por ejemplo, entre el colectivo de usuarios del autobús donde viajamos. Les ha sucedido a muchos con Wikipedia, la enciclopedia “libre” en Internet. Cuando desde rebelión.org se denunció la línea de derechas adoptada en la explicación de muchos vocablos no nos estábamos dando cuenta que Wikipedia y su colectivo de colaboradores sólo representaba la misma casuística que había en nuestra sociedad. Si en las elecciones europeas los votos son mayoría para la derecha no podemos encontrar un panorama diferente a la hora de analizar el perfil de los internautas voluntarios en Wikipedia.

LO VIRTUAL Y LO REAL

Lo más oportuno es situar las tecnologías, y en especial Internet, en su punto preciso. Sin duda la red ha permitido un nivel de información, conectividad y organización que no teníamos antes. Incluso hemos de reconocer que, a pesar de la brecha digital entre pobres y ricos, la llegada de la red ha aportado a la sociedad más elementos igualitaristas. Por ejemplo permite que, con mínimo coste, las organizaciones sociales puedan difundir sus propuestas y denuncias al mundo entero, y los medios de comunicación alternativos pueden en Internet –por ahora– “jugar en la misma división” que los grandes emporios.

El problema es cuando la fascinación por la red y las nuevas tecnologías provoca que olvidemos que el mundo virtual no es el mundo real. Las leyes, las guerras, el hambre, la pobreza, la riqueza, todo eso se encuentra fuera de los ordenadores. Los movimientos sociales ya existían antes de Internet, y los medios alternativos, radios y televisiones comunitarias también. Las nuevas tecnologías nos permiten el acceso a la información por vías más democráticas y participativas que las tradicionales, el error sería que eso produzca la fascinación tecnológica por la cual equiparemos informarnos o informar con movilizarnos y participar.

La capacidad de implantación cotidiana de las nuevas tecnologías, la fascinación de comprobar todo lo que podemos conocer y la satisfacción de descubrir nuestra capacidad de difundir puede llevarnos a la parálisis del resto de nuestros ámbitos humanos de organización y compromiso. El modelo dominante lo ha descubierto y no deja de desarrollar modelos de vida virtuales hacia los que derivar nuestras ambiciones, nuestras reivindicaciones y nuestras luchas. Desde los Facebook y Myspace a las campañas de recogidas de firmas por Internet o los medios alternativos que pueden generar círculos cerrados de informadores e informados virtuales sin ninguna incidencia social.

Así, es fundamental pararnos a pensar qué reflejo tiene en la vida real todo lo que hacemos en la virtual, qué nivel de incidencia tienen en la acción política e influencia en el poder político nuestras acciones mediante las nuevas tecnologías. Si sirven para acumular conocimientos que nos permiten vivir cotidianamente de forma más crítica, si lo que difundimos ayuda a crear conciencia y si nuestras acciones sobre un teclado logran cambios sociales o no. Probablemente entonces el resultado sea algo frustrante, lo cual querrá decir, no que abandonemos esas tecnologías, pero sí que debemos hacer un esfuerzo para trasladar a la vida real sus beneficios. Tan irrelevante para el sistema puede ser el ermitaño que se retira del mundanal ruido para vivir en coherencia con sus principios de austeridad y no consumo, como quien no se mueve desde su casa y se dedica a propugnar ese ideario a golpe de teclado sin ninguna otra acción organizativa.

LA FALSA PARTICIPACIÓN

La red ha provocado toda una eclosión de propuestas de falsa participación que están convirtiéndose en un impresionante sistema de distracción de la movilización, incluso jugando un papel reaccionario al hacer creer a gran parte de la ciudadanía que forma parte de una sociedad organizada y movilizada cuando sólo son individuos con una taza de café escribiendo en un teclado.

Los ejemplos son numerosos. Uno de los que considero más insultante es la creación de páginas web dedicadas sólo a la recogida de firmas para todo tipo de campañas. Allí uno puede poner en marcha una campaña contra la ampliación de la carretera de circunvalación de su pueblo, en protesta por el uso de sulfatos en las plataneras de Colombia, en apoyo a la investigación de la colitis ulcerosa o la petición de más presupuesto para la educación preescolar en Nigeria. Desde esa página envía a sus amigos y contactos el anuncio para sugerirles acceder, leer el comunicado o manifiesto y añadir su firma. En sólo una de esas páginas, cada día se inauguran unas veinte campañas de recogidas de firmas, donde miles de personas creen participar políticamente mediante su adhesión escribiendo su nombre y apellidos. La pregunta que nos podemos hacer es ¿en qué cambia que firmen en una de esas campañas mil personas o cien mil? ¿Acaso eso llega a un ministro o responsable político que condicionará su decisión al número de firmas? El caótico funcionamiento de la red y la euforia por la movilización virtual ha llevado a crear cadenas de correos electrónicos donde se pide la adhesión a una petición al Congreso ante un determinado debate parlamentario para la aprobación de una ley. En muchas ocasiones, han pasado dos años desde el debate y la aprobación de aquella legislación y los internautas siguen enviándose el correo y firmando sin que ninguno maneje la mínima información necesaria para conocer que están pidiendo reformas en la redacción de una ley que hace años que se aprobó. Es el perfecto sistema de distracción política. Mientras un Parlamento debate un asunto, los internautas se creen movilizados porque se pasan iniciativas referentes al que se aprobó el año pasado.

Los medios de comunicación también se han apuntado a la creación de aparentes mecanismos de participación. Algunos pueden ser valiosos pero la gran mayoría son puros mecanismos de distracción. Plantean desde sus webs encuestas para que nos pronunciemos si el acusado en el último crimen es culpable o inocente. En otras nos ofrecen varias respuestas opcionales que aparenta pluralidad pero todas parten de prejuicios comunes. Pocos lectores se dan cuenta que cuando un medio plantea la pregunta o la encuesta del día lo que está haciendo es deslizar su agenda de actualidad y hacernos creer que ese es el tema más importante. Así el día de un golpe de Estado en Honduras, nos pueden preguntar cuál es el mejor disco de Michael Jackson.

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