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LA PESTE AVIAR: UNA LARMA SANITARIA QUE ENCUBRE GRANDES INTERESES POLÍTICOS

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Número 84 (mayo-junio’06)
– Autor: Antonio F. Muro –
 
A punto de iniciar el éxodo vacacional la gripe aviar parece haber dejado de tener importancia en nuestras vidas. Salvo las molestias ocasionadas a la Guardia Civil que se vio obligada a montar dispositivos en torno a cada pajarillo muerto en la carretera, no parece que haya sido para tanto. Así que con cierta calma podemos hacernos ahora algunas reflexiones. ¿Quién es el pescador que más ha obtenido en este río revuelto? Los laboratorios Roche, fabricante del único fármaco reconocido como útil, el Tamiflu, y la empresa Gilead Sciences Inc. propietaria de la patente. ¿Quién forma parte del Consejo de Administración de esta última? El Secretario de Estado de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld. ¿Qué gobierno respaldó con más ahínco la solución del Tamiflu? El norteamericano. ¿Casualidad? Podría ser, pero lo cierto es que en la historia reciente de los Estados Unidos no es la primera vez que el nombre de Rumsfeld aparece vinculado a cuestionables decisiones de la Administración norteamericana sobre productos farmacéuticos.

La sensación de miedo por la gripe aviar que una política de comunicación irresponsable o interesada había venido manteniendo a lo largo del 2005, se vio completamente respaldada el pasado 1 de noviembre, cuando con todo el boato de una gran declaración pública, y rodeado de sus colaboradores de confianza George Bush hacía una declaración de influencia planetaria, en Bethesda, Maryland. De repente gente a la que creíamos seria y preparada se pasó quince días hablando de los millones de muertes, entre 5 y 150 millones que podía causar un virus que PUEDE mutar, pero que nadie aclara ni cuándo ni como. Y sobre todo se habló mucho de los antivirales. Un fármaco conocido como Tamiflu, comercializado por la empresa suiza Roche, fue presentado al mundo como la gran esperanza.

El Tamiflu (oseltamivir) un antiviral que no cura, que tan sólo alivia los síntomas de una gripe normal, que es improbable que sirva para un posible virus mutado -se precisará una vacuna concreta- se convirtió en unos pocos días en lo que la industria denomina un blockbuster o fármaco estrella, un medicamento capaz de alcanzar los 1.000 millones de dólares de facturación (más de 830 millones de euros) anuales, cuando en el 2004 el medicamento había registrado una caída en las ventas del 19% hasta los 254 millones de facturación.

GILEAD INCORPORATIONS ENTRA EN EL ESCENARIO

Poco tardamos en enterarnos que la empresa californiana de Biotecnología Gilead Sciences Inc., era la titular de la patente del Tamiflu, y que en 1996 llegó a un acuerdo con Roche para que fuera el laboratorio suizo el que lo explotara comercialmente. El New York Times revelaba el pasado 2 de febrero que el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, es uno de los grandes accionistas en la actualidad de Gilead, y máximo responsable de la compañía desde el 97 hasta el momento de su nombramiento por George Bush. Según desveló el diario norteamericano sus acciones están presentes en cada una de sus declaraciones fiscales hasta la fecha. Lo cierto es que en un comunicado dado a conocer por el Pentágono a mediados de octubre se informaba que Rumsfeld no tomaría parte en ninguna decisión relacionada con los medicamentos designados para prevenir o tratar la gripe aviar, que pudiera afectar sus intereses en Gilead Sciences. En noviembre del año pasado la revista Fortune señaló que después de realizar diversas consultas jurídicas Rumsfeld había decidido no vender sus acciones para no ser acusado de información privilegiada.

Rumsfeld puede permitirse quedarse al margen de la toma de decisiones. Siempre estará ahí su amigo íntimo Dick Cheany, vicepresidente de Bush, y uno de los máximos beneficiarios por la presencia de los Estados Unidos en Irak. Nadie duda que ambos reman en la misma dirección desde hace años.

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