jueves, marzo 28, 2024
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La crisis española

Éxodo 133
– Autor: Juan Diego García –

Más allá de reformas seguramente necesarias pero que en el fondo no afectan el funcionamiento del modelo neoliberal vigente, los partidos políticos españoles no ofrecen al electorado medidas que constituyan salidas que permitan hacer frente a las enormes deficiencias de su sistema económico y político.

La derecha tradicional- el Partido Popular y los partidos nacionalistas de la burguesía catalana y vasca- como la nueva derecha –el partido Ciudadanos- continúan apostando por el mantenimiento del actual sistema si bien con ciertas reformas que adecenten la vida política. Pero las líneas básicas del modelo económico estos partidos las comparten en lo fundamental. Los apoyos de la banca, los más destacados grupos económicos y los medios de comunicación comprueban, si había alguna duda, la lealtad de estos partidos con el orden vigente.

La izquierda presenta un panorama bastante complejo. El Partido Socialista mantiene un cierto lenguaje contestatario pero le resulta difícil afirmar su carácter de fuerza de izquierda si se consideran los antecedentes de las décadas pasadas. En el modelo económico el PSOE aunque mantiene sus viejas consignas de transformación social en la práctica ha asumido como propios los fundamentos del neoliberalismo y tampoco escapa a las prácticas del clientelismo y la corrupción que tanto contribuyen al desgate de la política y a la misma pérdida de legitimidad del sistema. El descontento de amplios sectores con el modelo neoliberal por sus efectos perjudiciales en el nivel de vida de las mayorías sociales no significa aún un rechazo al capitalismo como tal pero es creciente el convencimiento en grupos significativos  acerca de la necesidad de buscar alternativas para alcanzar un orden social diferente.

El nuevo partido Podemos sufre ahora un cierto desgaste debido a errores en la gestión interna y a la eliminación no siempre bien explicada de propuestas iniciales de fondo (no pago de la deuda o la revisión de las relaciones con la Unión Europea, entre otras), algo que podría interpretarse como una reacción comprensible frente al fracaso griego. Pero el manejo de los asuntos internos y sobre todo la rebaja en sus reivindicaciones mayores si pueden haber restado simpatías sobre todo entre los sectores con mayor nivel de compromiso y militancia política. Muchos de los desilusionados pueden volver entonces sus querencias hacia Izquierda Unida –la fuerza tradicional de la izquierda española-;  al menos así parecen mostrarlo las más recientes encuestas que registran un ascenso en su favor y un descenso de los apoyos a Podemos. Los acercamientos de Podemos al PSOE –que tiene ya un acuerdo con Ciudadanos bastante más acorde con el programa de la derecha- solo acrecienta estos riesgos del desgaste de su clientela, sobre todo entre los sectores con mayor activismo y nivel de politización.

Pero la izquierda es más que Podemos e IU. En Cataluña, Madrid, Valencia y Galicia las fuerzas de la izquierda están representadas igualmente  por aliados de Podemos que tienen su propia identidad, en una multiplicidad de siglas y tendencias que reflejan bien las carencias de España como estado nacional moderno: son demasiadas las regiones o naciones que reivindican su propia identidad y eso se refleja también en el tejido de las organizaciones políticas que se ven abocadas a la necesidad de dar un tono muy particular a sus formas de ser, so pena de no encontrar eco social suficiente.

La multiplicidad de fracciones y grupos no afecta solo a los partidos nuevos de  la izquierda. El mismo PSOE muestra sensibilidades bastante agudas según regiones, si bien más que diferencias ideológicas se trata de la lucha entre “barones” por el control de sus propias clientelas y por su influencia dentro del partido. No es mejor el panorama en la derecha catalana, ahora dividida y enfrentada y que tampoco escapa a los escándalos de clientelismo y corrupción. Solo la burguesía vasca parece a salvo de divisiones internas (al menos que se sepa). El PP tampoco puede ya ocultar sus grandes divisiones. Los sectores “duros” (encabezados por José María Aznar) hacen públicas sus críticas al presidente Rajoy (que les resulta muy “moderado” y hasta mediocre) aunque tampoco presentan alternativas sólidas; más bien, apuestan al desgaste del presidente esperando quizás la oportunidad de recuperar al dirección del partido. La corrupción galopante que tanto afecta al PP y los resultados nefastos de las políticas de austeridad llevan al partido a conservar tan solo sus votantes cautivos perdiendo los apoyos de otras épocas de suerte que ahora, sin respaldos suficientes tiene que buscar alianzas con la nueva derecha de Ciudadanos y con el mismo PSOE (para lo cual la derecha parece contar con el apoyo a veces nada discreto de la vieja guardia de este partido, en particular de Felipe González).

Ni los problemas estratégicos del modelo económico (que descansa de forma tan preponderante y riesgosa en la construcción y el turismo), ni la manera como se desarrolla hoy la Unión Europea (en manos y en beneficio sobre todo de los banqueros alemanes), ni las relaciones de España con el mundo (en particular aquellas que atan al país al carro de la guerra de los Estados Unidos) parecen ser preocupaciones destacables en los programas de los partidos de derecha o de izquierda, a excepción probablemente de Izquierda Unida, una fuerza muy debilitada seguramente por sus propios errores no menos que perjudicada por el sistema electoral vigente que garantiza la hegemonía del bipartidismo PSOE-PP.

No se sabe con certeza qué va a suceder en los próximos días. Es probable que se alcance algún tipo de acuerdo que permita formar gobierno. Pero en tal caso y dada la actual correlación de fuerzas cualquiera de las alternativas posibles dará como resultado un gobierno débil que tendrá que gestionar una economía en crisis, soportado por un sistema político desprestigiado y con la amenaza de una probable nueva crisis económica mundial. Los recientes compromisos militares de España con la OTAN y en particular con los Estados Unidos solo ensombrecen más las perspectivas de futuro en un panorama de conflictos bélicos y terrorismo que algunos no dudan en interpretar como una guerra generalizada.

Si no se forma gobierno habrá nuevas elecciones generales seguramente con resultados muy similares a los actuales. Repetidas estas condiciones (con algunos cambios menores) sorprende que ningún partido se atreva entonces a preguntarse acerca de un futuro tan incierto y a ofrecer en consecuencia alguna alternativa realista. Si es así, lo más probable es que se imponga la fórmula de los grandes grupos económicos, o sea una alianza entre PP, PSOE y Ciudadanos, convenientemente apoyada por los poderes que gobiernan la UE, es decir, en lo fundamental por el consorcio siniestro de la banca europea, a la cabeza de la cual se encuentran los banqueros alemanes.

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