jueves, abril 25, 2024
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LA CONQUISTA DE LA LAICIDAD EN LA IGLESIA

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Número 80 (sept.-oct.’05)
– Autor: Antonio Zugasti –
 
LLEVAMOS muchos siglos inmersos en una Iglesia claramente clerical. ¿Con qué resultados? Salta a la vista que estamos hoy asistiendo a un declive vertiginoso de la presencia cristiana en la vida de la sociedad. Otra cosa es precisar las causas. Cada uno buscará las que más cuadren a su forma de pensar. A mí continuamente me viene al pensamiento la advertencia de Jesús en el sermón del Monte: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve insípida ¿con qué se la salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente. Esta Iglesia se ha vuelto insípida ante los grandes temas que angustian a la humanidad: la pobreza, la violencia, el afán de riqueza, la desigualdad creciente…Y al mundo no interesa una enorme montaña de sal convertida en arena.

Muchos y muchas cristianos y cristianas se están dejando la piel en la lucha junto a las víctimas de la Tierra, pero la Jerarquía, a pesar de sus solemnes declaraciones, da la impresión de que sólo se moviliza con todas sus fuerzas cuando se trata de su propio estatus. No se siente apremiada por las causas que hacen sufrir y morir a millones de seres humanos. Y los seres humanos responden volviendo la espalda al mensaje que esta Iglesia proclama.

Para volcarse en los problemas de la gente corriente hace falta que la gente corriente tome el protagonismo. Ya tenemos bastante con que una colección de célibes profesionales nos dé lecciones sobre la vida familiar. Es necesario conseguir la laicidad en la Iglesia. Me refiero a una laicidad entendida como contraposición al clericalismo tradicional. Y esa laicidad, como la libertad, no se otorga, sino que se conquista. La laicidad sería el primer paso de la libertad dentro de este modelo de Iglesia que hoy tenemos. Ya sé que el hablar de libertad en esta Iglesia levanta muchos recelos. Pero cuando Pablo nos dice que para ser libres nos libertó Cristo.Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud, la aparición de esos recelos es precisamente señal de que algo no va bien, de que un poder de carácter muy humano ha hecho su presencia dentro de la Iglesia.

Sería una tontería pensar que con una estructura más laica tendríamos resueltos todos los problemas que afectan a la comunidad de creyentes en Jesús. Entre los laicos se puede dar un fundamentalismo feroz, lo mismo que hay clérigos que son apóstoles de la libertad. Y ningún tipo de organización garantiza la fidelidadal espíritu del Evangelio. Pero no cabe duda de que la estructura marca mucho, y un examen muy somero de la realidad actual de nuestra Iglesia nos está apremiando a intentar un cambio hacia una mayor laicidad.

Yo no dudo de que la mayor parte de los obispos y demás jerarcas en el fondo son buenas personas. Ahora bien, esta estructura eclesial jerárquica es evidente que no viene de Jesús. Se consolida en la Edad Media, cuando, según lo que nos cuenta la Historia, sería muy arriesgado decir que la mayoría de los papas y los obispos eran buenas personas. Y nosotros hemos heredado la organización que ellos nos legaron. Seguramente influyó la necesidad de defenderse del podersecular, pero la forma en que lo hicieron estaba demasiado contaminada por el poder al que querían oponerse. Está claro que ya vasiendo hora de cambiar.

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