viernes, marzo 29, 2024
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JUANTXO LÓPEZ URALDE

Éxodo 103 (marz.-abr.’10)
– Autor: Evaristo Villar y Juanjo Sánchez –
Entrevista

Director ejecutivo de Greenpeace España: “Hemos ido viendo cómo el mundo, de la mano de las entidades financieras, ha caído en una profunda crisis. Esta crisis, que tiene claras ‘raíces ambientales’, se ha ido extendiendo como una mancha de aceite y afectando a casi todos los sectores económicos. Hemos sido testigos de la rápida reacción de los gobiernos para cubrir los agujeros que la rapiña financiera ha producido… Entretanto, la crisis ambiental continúa galopante ante la indiferencia de los mandatarios mundiales, incapaces de responder con el mismo interés a la mayor crisis a la que nos enfrentamos: el cambio climático”.

¿Qué ha significado lo que hicieron con vosotros en Copenhague?

Cuando un Estado decide actuar de esa manera, lo que pretende es acallar un tipo de acción o activismo. No es la primera vez que nos pasa. Ya nos pasó en Francia en los años 80, cuando volaron el Rainbow Warrior. Pero el efecto que se consigue es el contrario al que pretenden. Cuando un Estado se pasa con la represión ante activistas pacíficos se produce una mayor movilización porque se causa doble efecto: desmovilizador del miedo y movilizador de apoyo.

A grandes rasgos, ¿qué es lo que pasó contigo en realidad?

Necesitamos situarnos en la Cumbre del Clima en Copenhague que está yendo hacia el fracaso. A mitad de la Cumbre, deciden retirar las credenciales a las ONG porque en la fase final van a llegar 120 jefes de Estado. En este escenario, desde nuestra organización nos planteamos hacer un último intento por llegar a los jefes de Estado y darles el mensaje de que deben hacer algo, nuestra pancarta decía: “Los políticos hablan, los líderes actúan”.

Este gesto ya lo habíamos ensayado con éxito la semana anterior en Bruselas. Entonces, nos colamos con tres vehículos en la caravana de los jefes de Estado como una delegación más. Tres de nosotros llegamos hasta el “Photo-call” de los periodistas y allí desplegamos las pancartas. Es una medida extrema para tratar de salvar la cumbre. Y nos detienen. A partir de aquí entramos en un éxodo por las distintas cárceles de Dinamarca que todavía no ha terminado porque estamos pendientes de que nos llamen para el juicio.

Proceso desde Kioto a Copenhague: ¿qué aportaciones positivas y negativas destacas como más importantes?

Ahora mismo la situación es bastante crítica. Sólo hay un proceso contra el cambio climático en la ONU, que es el único marco desde el que se puede abordar eficazmente este tema. Comienza en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, cuando los jefes de Estado hacen un llamamiento a la lucha contra el cambio climático. En el año 97 se firma el Protocolo de Kioto, que es el primer intento de abordar el problema. Pero EE.UU, que es el principal emisor de contaminantes, no lo firma. Tampoco lo firman los países emergentes. El Protocolo de Kioto termina en 2012 y la pregunta es, ¿y ahora qué? Los jefes de Estado, reunidos en Bali (Indonesia) en el 2007, acuerdan negociar durante dos años para llegar a un acuerdo global. El acuerdo de Copenhague tenía el objetivo de dar continuidad al de Kioto. Pero Copenhague fracasa porque no sale un acuerdo vinculante, sino sólo una declaración política en la que lo único que se dice es que se reconoce que hay que darle solución a este tema, poniendo sobre la mesa los compromisos de reducción a que haya llegado cada país. Y esos compromisos se quedan muy cortos.

Entonces ¿ya no se trata sólo de China?

No. No sólo el problema fue China. Es más, China y los países emergente agrupados en una coalición BASIC (Brasil, Suráfrica, India y China) jugaron su papel en medio de la mediocridad y la falta de compromiso del resto. Fueron los emergentes los únicos que demostraron voluntad de avanzar y de reducir emisiones. En cambio, EEUU, responsable del 30% de las emisiones, no quiere moverse. Su responsabilidad es muy grande. Porque se esperaba que Obama, al recibir el Nobel, diera un paso adelante en este tema, Y, al no producirse, es cuando se empieza a derruir el castillo de naipes de Copenhague. Tampoco se mueve la UE. La causa del fracaso está en que todo el mundo está mirando a ver qué hace el otro, es decir, todos están más preocupados por sus intereses industriales que por enfrentar el cambio climático. Un rotativo titulaba así el resultado de la Cumbre de Copenhague: “más miedo al acuerdo que al cambio climático”.

En concreto, ¿en qué consiste realmente el cambio climático?, ¿cuáles son los elementos esenciales a tener en cuenta?

El problema es muy sencillo. El ciclo del carbono está alterado y emitimos más carbono que el que la naturaleza puede absorber. Esto hace que se esté acumulando cada vez más carbono en la atmósfera y las temperaturas se estén incrementando por el aumento del efecto invernadero. Éste es un efecto natural que permite que en la tierra haya vida porque es la retención de la radiación solar por la atmósfera. Pero en la medida en que la atmósfera se va densificando, por la retención de más gases, retiene más calor y produce ese calentamiento.

Las consecuencias las estamos notando. Alguien habla ya de “la venganza de la naturaleza” por la acumulación de efectos no conocidos antes, al menos de la misma forma: mayor cantidad de lluvia en los últimos años, mayor sequía, etcétera. Lo cual es un pequeño adelanto de lo que puede ser un cambio verdaderamente catastrófico. Además, la mayor incidencia se va a cebar otra vez en los más desfavorecidos, porque son los que están menos preparados para hacer frente a este tipo de catástrofes naturales.

Esto es en síntesis el problema del cambio climático. Digamos que es en realidad sólo un síntoma del impacto que la actividad humana está teniendo sobre el planeta. Es la alteración de los ciclos naturales y el modo de reajustarse que hace el planeta ante esas alteraciones.

Ante esta situación, ¿se están dando alternativas de gestión de la tierra fuera de la civilización industrial-capitalista? Y en caso afirmativo, ¿qué importancia están teniendo las sabidurías tradicionales ante el reto del cambio climático?

Hablando de la hipótesis Gaia de Lovelock que la tierra funciona como un organismo vivo, alguien la presentaba como una novedad. Un asiático, presente, dijo: “bueno, eso será nuevo para vosotros, nosotros ya llevamos hablando de eso desde hace mucho tiempo”.

La civilización occidental se ha ido alejando mucho de la naturaleza. El volver a mirar cómo integrar nuestras actividades en el entorno natural es uno de nuestros retos. Tenemos muchas cosas que aprender de las culturas que han mantenido mayor cercanía a la naturaleza en muchos aspectos, sobre todo en la producción agrícola. Hoy día se está volviendo a la agricultura ecológica, que empieza a ser cada día una alternativa más sólida.

Un caso muy visual es el tema de las basuras, de los residuos. En la naturaleza no hay basuras porque todo es utilizable. Nuestro comportamiento debería imitar en esto a la naturaleza. Hay muchos elementos aprovechables en ella de los que debemos aprender.

La lógica de la producción industrial capitalista todo lo avasalla. Sin embargo, las energías renovables van teniendo cada día más consistencia y se presentan como una alternativa global. Amayuelas, por ejemplo, uno piensa que eso es lo que tendría que ser. Pero es una pequeña isla. Tiene incidencia, ¿pero qué peso representa en la conciencia general?

Es cierto que se ha avanzado mucho en la conciencia. Mucha gente sabe que lo que estamos haciendo no augura precisamente gran optimismo. Pero lo que a nosotros nos preocupa es que no se está dando el paso a la acción. Eso es lo que queríamos manifestar con nuestra pancarta “los líderes actúan”. Falta liderazgo en este sentido. Se hacen pequeñas cosas: las energías renovables, la agricultura ecológica, etcétera, pero la clase política sigue estando más cercana a los intereses de las corporaciones que a las alternativas de cambio. La semilla está sembrada en la tierra, pero le está costando mucho brotar.

¿Qué representa Greenpeace en la lucha contra el cambio climático? ¿Quiénes sois en el mundo, en España? ¿Cuál es, en lo fundamental, vuestro programa?

Es una organización internacional que nace en el año 1971 con unos principios que aún mantenemos, como, en primer lugar, la independencia política y económica. Sólo nos mantenemos con las cuotas de nuestros asociados. En segundo lugar, la globalidad, es decir, aspiramos a esa relación íntima entre el hombre y su entorno. Y finalmente, la utilización de la acción no violenta, o no violencia activa, como forma de llamar la atención sobre los problemas ambientales.

En el mundo tenemos unos tres millones de asociados y muchos más simpatizantes. Y en España somos más de cien mil. Toda esta gente apoya los valores específicos de Greenpeace: el pacifismo (lo que no significa que no seamos activos), el ecologismo (luchamos por una nueva relación entre el hombre y el entorno), somos activistas y buscamos la implicación de las personas en la lucha por el medio ambiente.

¿Cuál es nuestro programa? Pues, aunque nuestra lucha ha estado muy vinculada a los océanos, ahora mismo estamos haciendo un mayor esfuerzo en el cambio del paradigma energético. Creemos que la raíz de los problemas a los que nos enfrentamos hoy día está en la revolución industrial, cuando empezamos a quemar masivamente combustibles fósiles, carbón y petróleo. Y, por tanto, solo un cambio del paradigma energético puede sacarnos de la crisis ambiental. En este sentido, denunciamos las energías sucias, también las falsas soluciones como la energía nuclear, el almacenamiento de carbono, etcétera. Y promovemos las energías renovables. A esto es a lo que estamos dedicando actualmente nuestra energía y nuestros recursos.

Has tocado un tema de rabiosa actualidad, la energía nuclear. ¿Qué posición mantenéis vosotros ante la nueva apuesta por la “energía nuclear” y los cementerios de residuos nucleares (el debatido ATC)?

Existe un impulso mediático para volver a la energía nuclear. Esto no se puede ignorar. Los presuntos avances aún no se han dado. La energía nuclear sigue siendo lo que fue desde sus comienzos. No ha resuelto sus problemas originales, como son los residuos radiactivos. Hablan de transmutación, es decir, que los residuos podrán ser en el futuro aprovechados. Pero eso actualmente no existe. Es una teoría. La realidad es que los residuos están actualmente ahí y que no se sabe qué hacer con ellos. El actual debate sobre los cementerios nucleares lo está poniendo de manifiesto.

Para nosotros la energía nuclear es fundamentalmente una estafa. Además de los problemas de seguridad y los generados por los residuos radiactivos y de su alto coste, si analizamos el ciclo nuclear en España, lo que aparece es que en los años 80 cuando el gobierno socialista decide la “moratoria nuclear” lo hace no por una convicción antinuclear, sino porque las empresas eléctricas españolas se habían metido en una deuda de tal calibre que ya no podían continuar con los proyectos nucleares. Ante esta dificultad, el gobierno dice: bueno, racionalizad estos proyectos y desde el gobierno os ayudamos a pagar la deuda nuclear. Así, a través de la tarifa eléctrica, durante 25 años hemos estado pagando la deuda nuclear de las empresas eléctricas. Una vez amortizadas, el beneficio se lo han quedado las centrales eléctricas. Por eso las nucleares de ahora dicen, que el kilovatio es más barato. Claro, porque ya lo hemos amortizado entre todos y ahora el beneficio que produce el kilovatio es prácticamente limpio para las eléctricas.

Pero hemos llegado ahora al final de la fiesta. Y las centrales eléctricas vuelven a pedir auxilio a la sociedad para meter los residuos, es decir, que nos hagamos cargo de una herencia que se va a quedar con nosotros durante miles de años, un coste imposible de cuantificar porque no se sabe cómo van a evolucionar esos residuos en los próximos 10.000 años. Para hacernos una idea, si el hombre de Altamira hubiera tenido centrales nucleares, todavía hoy tendríamos cementerios nucleares creados por él.

Otro tema que con la crisis está cobrando mayor relieve entre los defensores de una economía alternativa es el “decrecimiento”. Una buena gestión de la tierra ¿implica, según vosotros, la exigencia del “decrecimiento”?

Globalmente no hemos entrado en esa discusión. Pero digamos que el sistema se apoya sobre la base de un crecimiento continuado y sobre una base física que es química. Por eso, o bien lo paramos de alguna manera o colapsa. Hasta ahora existen determinados parámetros que hemos considerado como medios del desarrollo y no deben serlo. Por ejemplo, el aumento en el consumo de energía, el aumento en la generación de residuos, o del consumo de recursos. Todo esto se sigue considerando como progreso. Esto hay que cambiarlo. Porque es más progreso generar menos residuos.

El decrecimiento lo entiendo como una forma alternativa de progreso. Y esto es necesario porque, si pretendiéramos equiparar las emisiones que hace el europeo o el americano medio las que hace del africano u oriental medio el planeta no lo aguantaría. Luego tenemos que reducir nuestras emisiones.

Pero parece que hay poca voluntad política…

Bueno, lo que la gente quiere son los servicios que le dan calidad de vida. Que esto se consiga de forma distinta a como se está haciendo, no tiene por qué tener impacto negativo sobre el ciudadano. Muchos estudios demuestran que no hay una relación entre el nivel de consumo y la felicidad. Por eso, podemos vivir con la misma calidad de vida, ser igual de felices, consumiendo menos. Pero, ciertamente, es más complicado para quienes tienen que tomar las decisiones, que son los políticos.

Según las expediciones realizadas en el marco del API (Año Polar Internacional 2007- 2008) el calentamiento global en las regiones polares (Groenlandia y la Atlántida) se ha incrementado hasta el punto de que los polos están perdiendo masa y se está elevando el nivel del mar. ¿Estamos aún a tiempo y en camino de evitar el calentamiento medio de la tierra hasta los 2°C, umbral más allá del cual peligra la vida?

Es difícil porque lo que se ha emitido ya está ahí y lo estará durante bastante tiempo. Lo que la gente no es consciente es de que el CO2 que emitimos a la atmósfera va a permanecer durante mucho tiempo. Y, por tanto, ya se ha hecho el daño.

No obstante, yo creo que sí estamos a tiempo, pero no estamos en camino. Y aquí el tiempo es importante. Cada año que se pierde, necesitaremos hacer un esfuerzo mayor para reducir los efectos negativos. Lo que nos dice el IPCC (organismo de las Naciones Unidas para el Cambio Climático) es que, a partir del año 2015, para llegar a tiempo, las emisiones globales deberían llegar a bajar de manera sistemática. Y no vemos que se esté avanzando por ese camino. Creo que estamos perdiendo el tiempo.

Además de Chico Mendes (premio Global 500 de la ONU y asesinado en 1988), de la hermana Dorothy Stang (representante popular, defensora de un Desarrollo Sostenible de la Amazonia y asesinada), del obispo Fray Luiz Carpio (dos huelgas de hambre contra el trasvase del río San Francisco), ¿quiénes son hoy día los testigos más representativos de la lucha contra el cambio climático?

Este asunto de los referentes es muy relevante. Personalmente a mí me influenció mucho la lectura del libro sobre Chico Mendes de Javier Moro, “Senderos de Libertad”. Un libro magnífico, que yo no me canso de recomendar. Hay mucha gente trabajando en esa dirección.

¿Qué piensas de Al Gore?

No tengo un juicio ni tan peyorativo como algunos ni tampoco tan positivo como otros. Me quedo en aguas intermedias. Al Gore ni es el diablo, ni tampoco un ángel. Después de perder las elecciones a la presidencia de EEUU, centra su discurso sobre estos temas precisamente en EEUU donde lo predominante es un discurso negacionista. Por eso tiene su valor. Y hay que valorarlo allí precisamente, aunque, para los europeos, su forma sea poco entendible. Creo que es un fenómeno americano para los americanos. Ahí es donde hay que valorarlo.

¿Y qué representa el negacionismo de Aznar y de todo ese grupo que cuenta con medios tan poderosos?

Sí, es un discurso que tiene detrás mucho dinero. Como dijo alguien, “los negacionistas del cambio climático perdieron el debate científico, perdieron el debate político, perdieron el debate moral, pero tienen las maletas llenas de dinero”. Esto los define muy bien. Cuando se pregunta desde la ciencia si es el ser humano el causante del cambio climático o si la actividad humana tiene un impacto significativo sobre el mismo, el 60% de la opinión mundial, según encuesta de Gallup de 2008, responde afirmativamente. Y cuando se hacen las mismas preguntas a los climatólogos que están investigando el tema, la respuesta afirmativa sube hasta el 97,5%. Es decir, en el campo científico específico del clima, la unanimidad es casi total.

Entonces el peso que tiene ese discurso tipo Aznar en los medios de comunicación y su influencia sobre la opinión pública no es equiparable al que tiene en los resultados científicos. En este campo, nadie serio lo niega. Es para pensar el peso que tiene el dinero sobre la opinión pública. Se trata de esconder la cabeza como el avestruz y pensar que aquí no pasa nada. Eso mismo nos pasa con cualquier otra realidad que nos incomoda, como el hambre, por ejemplo. Nos resulta más fácil decir que los africanos son unos vagos o unos corruptos que asumir el papel de la injusticia en este tema…

Sin embargo hay cierta preocupación ante lo que está pasando en la tierra en estos días. Me vino el hijo de unos amigos para decirme: me dijo mi madre que “a ver si haces algo porque esto tiene muy mala pinta”.

¿Qué piensas de la postura de la Iglesia católica sobre este tema? ¿La consideras digna heredera de San Francisco de Asís?, ¿y en los movimientos socio-ecologistas?

No. La Iglesia, en todo esto es una voz ausente. Me refiero a la Iglesia oficial, porque también hay muchos religiosos que, en lugares de conflicto, asumen valientemente un liderazgo a favor de los indígenas. En el Amazonas, por ejemplo, hay muchos casos como el de Casaldáliga en Sao Félix do Araguaia, Brasil, o Leonardo Boff a nivel mundial. Pero la Iglesia oficial, con el peso que hubiera tenido en una Cumbre como la de Copenhague, no está en estas batallas… y se echa de menos.

¿Conoces la propuesta de Boff/D’Escoto sobre declarar la Tierra y la Humanidad “bienes comunes” y, como tales, globalmente protegidos?

No la conozco, pero son principios que nosotros compartimos. A veces se nos acusa de proteger sólo a las ballenas. No, nosotros, lo que pretendemos es salvar la humanidad. Porque en la tierra va a continuar, sin duda, la vida, de eso no nos cabe duda. Pero el problema es qué tipo de vida va a continuar. Qué especies van a poder adaptarse y cuáles no. Finalmente, nuestro trabajo es para salvar a la humanidad. Estamos, pues, en la misma línea.

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