jueves, marzo 28, 2024
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JUAN FRANCISCO MARTÍN SECO

Éxodo 104 (may.-jun)
– Autor: Juanjo Sánchez y Evaristo Villar –

Tu último libro, “La trastienda de la crisis”, lo subtitulas “lo que el poder económico quiere ocultar”. Y esta es precisamente la pregunta: ¿qué es lo que el poder económico quiere ocultar en la trastienda de la crisis?

El poder económico quiere ocultar lo de siempre, que hay intereses muy concretos que se disfrazan de necesidad económica. Se dice que esto es así, que no se puede cambiar, que está en la naturaleza de las cosas, cuando lo que hay son intereses del capital, de los flujos financieros y de las grandes fortunas. Lo que vengo a mantener en “la trastienda de la crisis” es que, al margen de las hipotecas “subprime” y de las quiebras de los bancos –que es la cáscara–, lo que hay son 30 años de neoliberalismo económico. Que, aparte de llevar a tasas de crecimiento más reducidas y a un incremento brutal de la desigualdad en la renta de las riquezas, crean unos desequilibrios tan fuertes que antes o después tienen que abocar la crisis.

En realidad lo único que ha hecho este neoliberalismo económico ha sido desregular todo el sistema económico y dejar en total libertad a la bestia, a los flujos financieros, al capital. Y esto lleva a la crisis por los grandes desequilibrios que crea. Hasta ahora las crisis se daban preferentemente en la periferia, en América Latina por ejemplo o el sudeste asiático. Con la quiebra de los bancos en EE.UU., Japón y China la crisis es global, sistémica. Hemos puesto los mismos principios que en el siglo XIX y principios del XX, que condujeron a la debacle del 1929, y es normal que, desde los mismos postulados ideológicos y económicos, lleguemos a los mismos resultados.

Como economista, ¿qué piensas de los ajustes propuestos por el Gobierno Zapatero para salir de la crisis y reactivar la economía en España?

En líneas generales, aquí se han seguido las mismas zozobras de la política económica mundial. En los primeros momentos de la crisis se apostó por políticas keynesianas que parecían lógicas para parar la crisis. Lo inmediato era invertir y tratar de que el sector público viniese en apoyo de la economía privada que se estaba hundiendo y con ella todo el sistema económico. Esta política la defendió Obama en EE.UU. y los participantes en el G-20. En todos los países se practicaron planes de estímulo económico. Esa era la tesis general para salir de la crisis.

Pero cuando la crisis todavía está en marcha, se cambia totalmente el discurso. Ahora lo que se impone es políticas de ajuste, restrictivas, que son peligrosísimas porque van a hacer que la recesión continúe y el principio de la reactivación se alargue. Sencillamente porque el déficit, que se ha incrementado con la crisis, tiene su origen en la bajada brutal de los impuestos y pérdida de recaudación fiscal ocasionados por la caída de la actividad. Pues cuando el crédito falta en las empresas lo primero que dejan de ingresar, antes de la nómina a sus empleados, es el dinero a Hacienda. Pero todo eso podría haber sido perfectamente asumible –y más en España que tenía un nivel de deuda muy bajo– con tal de que se hubiera hecho lo posible por reanimar la economía a corto plazo.

¿Y por qué esto no se ha hecho?

Aquí en Europa se ha debido a la presión de Alemania y Holanda, que son los países que se están beneficiando de la unión monetaria. Alemania ha exigido unos ajustes brutales a países del Sur de Europa sin estar dispuesta a contribuir a la unión monetaria, de la que se beneficia en gran medida, con las contrapartidas que debería hacer. Es inconcebible que el Gobierno español haya admitido este trato humillante que implica pérdida de soberanía. Porque no hay ninguna razón para pensar que España no va a poder pagar su deuda pública. Eso es absurdo. Y si hay unos ataques especulativos contra el euro, no es justo cargárselos a la parte más débil, Grecia y España. Porque lo que están poniendo en evidencia los mercados y los flujos financieros es que el euro está en una gran debilidad porque se ha hecho una unión monetaria sin unión política. Y esto no es viable como hemos venido diciendo ya desde que se aprobó en el 89 en Maastricht. Con lo cual es muy posible que, si no se pone remedio, el euro se tenga que deshacer y la unión monetaria desaparecer. Para que esta amenaza no llegue a cumplirse todos los Estados de la unión monetaria, comenzando por Alemania, deberían hacer el máximo esfuerzo.

Esto parece muy grave. ¿Es que no hay en el resto de Europa fuerza, imaginación…?

Deberíamos aprender en esto de los países latinoamericanos. Durante mucho tiempo han vivido pisoteados por el FMI. Este organismo los sometía a unos ajustes brutales a condición de prestarles dinero. Y cuando se lo prestaba, ese dinero se iba directamente a los bancos de fuera; es decir, los países se hundían, los que ganaban eran los bancos. Hoy día hay un problema en Grecia, es verdad, pero es mayor el problema de los bancos prestatarios alemanes y franceses. El ajuste que se le exige a Grecia es para poder pagar a esos bancos extranjeros. No es, pues, sólo un problema de Grecia, Irlanda, Portugal o España –los malos de la película–, es principalmente un problema de toda la unión monetaria que tendrá que plantearse si quiere hacer algo por sobrevivir.

¿Y qué cabe esperar en estas condiciones?

Con esas condiciones absurdas lo que cabe esperar es que se empeore la situación. Y nuestro Gobierno absurdamente se ha plegado a ellas. Así se explica la imagen bochornosa de un Gobierno que un día dice una cosa y al día siguiente dice la contraria. Tendría que haberse plantado en la reunión del Ecofin y haber dicho claramente: si el problema real es de la fragilidad del euro y el euro es de la unión monetaria y los países fuertes no queréis defenderlo, pues que se hunda. Más que yo, más que mi país, vosotros os estáis beneficiando de esta Unión. A mi país, junto al resto de países más débiles, nos ha quitado la posibilidad de “depreciar” en una situación como esta nuestra moneda, lo que hubiera fortalecido más las vuestras y os crearía muchas dificultades de producción y de exportación.

En este número de ÉXODO estamos abordando el espinoso tema de la “regeneración de la política”. Hablemos, pues, más directamente de política. ¿Piensas que el capitalismo como sistema es compatible con una democracia horizontal y participativa, o sólo es posible una democracia representativa y delegada?

Como estamos viendo, al menos una forma de capitalismo, el que hemos llamado liberalismo económico, el que se ha impuesto a partir de los años 80 con Reagan y Thatcher, está demostrando que es totalmente incompatible con la democracia. Lo que se está jugando en esta crisis es fundamentalmente la democracia. Porque se está demostrando que eso que llaman mercado está por encima de los poderes políticos democráticos de los Estados, una supra-valoración del capital frente al poder político. Y esto supone el fin de la democracia.

En mi libro tengo un capítulo que titulo “la paradoja de la libertad” porque, a mi modo de ver, ahí está, desde el punto de vista filosófico, el origen de la crisis. Porque, así como en la vida civil y política nadie admite que la libertad sea absoluta, sin ningún límite, porque eso sería la anarquía, eso no ocurre en el campo económico. Aquí lo bueno, como se ha defendido, es la libertad absoluta. De este modo el Estado ha ido perdiendo competencia, y, al final, lo que llaman mercado se ha impuesto al poder político. La prueba la tenemos en esto que hemos hablado antes sobre el ajuste. Está claro que el Gobierno Zapatero puede estar dando bandazos, ser un desastre, etcétera, pero él no quería hacer este ajuste. Y, sin embargo, se le ha impuesto. Y tampoco los países fuertes dicen que se deben hacer estos ajustes porque ellos quieran castigar a los más débiles, sino porque los mercados lo están exigiendo. Ya en la década de los 90 el entonces presidente del Bundesbank, T. Mayer, lo dijo claramente: “Los Estados tienen que acostumbrarse a someterse a los dictados de los mercados”. Esto es justamente lo contrario de lo que se ha decidido en la última reunión de Laos cuando los mercados estaban asfixiados y necesitaron de la protección de los Estados.

¿Y qué es eso de los mercados, qué se está escondiendo detrás de…?

Los mercados son poderes totalmente flotantes, son intereses, flujos financieros, son bancos, etcétera que no sólo producen desequilibrios y desigualdades que hacen imposible una política justa. Hay algo más, lo que producen es el caos. El gran Karl R. Popper en su libro clásico La sociedad abierta, criticando sistemas como el marxismo y las construcciones autoritarias de ingeniería social, dice: lo que afirma Marx es y fue muy cierto en determinadas circunstancias; pero eso ya no es así porque hay un poder político democrático que se impone al poder económico. Es decir, que el poder económico tiene que estar sometido al poder político. Y el poder político no es el consejo de administración del capital, el poder político es democrático. Y cuando se da, entonces el poder económico está sometido al poder político. Pero, claro, el problema es que en estos momentos ha habido una completa sublevación y el poder económico se ha impuesto al político. Y mientras el neoliberalismo económico continúe, la democracia será una pantomima.

En cualquier otro sistema de economía mixta, capitalismo de la posguerra, capitalismo social, etcétera, la democracia también ha tenido sus crisis, pero justamente en esa economía mixta ha encontrado un equilibrio entre los derechos económicos, los sociales y los políticos. Y ha dejado espacios para la democracia. Pero en el actual sistema es impensable la democracia porque todo cae bajo el poder económico. Y en esto está jugando un papel muy importante la prensa y los medios de comunicación como correas de transmisión de esta ideología neoliberal a la sociedad.

¿Y la corrupción política tiene su raíz expresamente en el neoliberalismo o es, como se ha dicho, un acompañante natural de toda política? ¿Dónde tiene la corrupción sus raíces?

Evidentemente los hombres no somos ángeles. Montesquieu, que lo conocía muy bien, pensaba: si los gobernantes son buenos, mejor; pero no podemos confiar en que todos sean buenos. Necesitamos crear un sistema político y económico equilibrado de juego de poderes que haga que, si no son buenos, se les obligue a serlo. El mismo sistema acabará depurando las excepciones.

Pero, claro, ese equilibrio actualmente no existe. Eran otros tiempos pero la idea de Montesquieu de encontrar un equilibrio de poderes que impidan los abusos es rescatable. Porque lo que actualmente se está dando es una especie de maridaje entre el poder económico, poder político y poder mediático que están creando unas oligarquías que desequilibran brutalmente al Estado. Y para justificarse el sistema saca de vez en cuando algunos casos de corrupción. Pero el problema es mucho más profundo. No se trata tanto, aunque también, de la corrupción de “los tres trajes”, sino, más al fondo, de los intereses que están moviendo a los gobernantes que nos gobiernan. En EE.UU. no hay confusión, los presidentes llegan al poder con el apoyo financiero de los grandes trust o corporaciones financieras. Desde este origen será muy difícil que puedan tomar decisiones libres, de acuerdo con lo que la sociedad necesita sin lesionar los intereses de las grandes corporaciones que los han aupado. Cuando la mayoría de nuestros políticos dejan un cargo importante en el sector público y se van al sector privado les surge la pregunta por lo que han estado haciendo en el sector público para que ahora en el privado se los rifen de esa manera. ¿No será por los contactos y conexiones que se han ido forjando mientras han estado gobernando lo público? En definitiva, un sistema poco democrático conduce inevitablemente a la corrupción.

Además del dios mercado, del imperio de la economía y la corrupción, se percibe un malestar general y un descrédito de la acción política. Quizás las causas vengan desde más al fondo, desde la misma democracia. ¿Qué piensas sobre la actual articulación de la democracia, es decir, sobre el corporativismo de los partidos, en el bipartidismo, las listas cerradas, la actual ley de elecciones, etcétera?

Aquí hay muchos elementos. Es verdad que se está llegando a un descrédito de la política. Y se debe a muchas causas. Quizás la primera sea el que hay muchos intereses creados en desacreditar la política, y principalmente lo público. Cada vez creo menos en las creencias sociales innatas. En una sociedad mediática como en la que vivimos la mayoría de las creencias están generadas de forma intencionada. Obedecen a intereses concretos. Por ejemplo, se prefiere el sector privado frente al sector público, se piensa que todos los políticos son corruptos y sin embargo los grandes señores que están gestionando los bancos no lo son, son gente honesta. Hay una intención clara por parte de los medios mayoristas en desacreditar la política como contrapeso al sector privado.

También es cierto que los políticos se lo están ganando a pulso. Pero si mirásemos a algún otro colectivo, seguramente está ocurriendo lo mismo. Lo que pasa es que no hay intereses en desacreditarlo. Si te fijas en la prensa, por ejemplo, es probable que encontremos más motivos para desacreditar a los periodistas que a los políticos. Lo mismo los financieros o los directivos de las grandes empresas o las grandes corporaciones… Pero lo cierto es que parece que el descrédito recae sólo sobre los políticos.

Dejando Europa y España por un momento, ¿qué juicio te merece el actual proceso político en América Latina?

América Latina dio un paso de gigante cuando se independizó del FMI. Muchos países latinoamericanos estaban bajo su bota neoliberal. Recordad las famosas dolorizaciones tan nefastas para Argentina como para Ecuador. Pero llegó el momento en que hicieron como dice el chiste: si yo debo a un banco 100.000 euros tengo yo un problema, pero si lo que le debo son 500 millones el que tiene un problema es el banco. Entonces le dicen al FMI: no me prestes más, porque con tales condiciones no voy a poder devolvértelo en la vida. Y poco a poco se fueron independizando y ensayando políticas divergentes del neoliberalismo económico. De tal manera que, antes de estallar la crisis, el FMI se había quedado sin trabajo. No tenía ningún cliente más que Turquía. Y entonces tuvo que hacer una regulación de empleo, incentivar bajas indemnizando a todos los que se quisieron ir durante bastantes meses porque se había quedado sin trabajo. Paradojas de la vida. Llega la crisis y de pronto le empiezan a dar trabajo…

No soy particularmente experto en América Latina, pero creo que en ese independizarse del neoliberalismo económico, de plantarse ante las empresas extranjeras que estaban haciendo su agosto, de rechazar la dolorización de la propia moneda que los estaba llevado al desastre, et17 cétera, ha preservado a América Latina de ser fuertemente sacudida por la actual crisis. Porque se trata de una crisis propia del neoliberalismo económico.

Finalmente, ¿piensas que en estos momentos de incertidumbre política y de crisis económica las confesiones religiosas tienen algo que ofrecer a una sociedad laica y desnortada?

Creo que en España tienen poco que ofrecer. La sociedad está llegando a una secularización muy grande y, por otra parte, la Iglesia católica se ha enrocado en unas ofertas éticas que ya no practica nadie. Pienso que culturalmente las procesiones seguirán existiendo. Pero… sería importante conocer el número de vocaciones que aún tiene en este momento. Porque son la forma de mantener su estructura.

Sin embargo, ¿no crees que las confesiones religiosas están representando un gran potencial político?

Yo creo que cada vez menos. Y aquí porque están unidas a una parte del PP y se están apoyando en los movimientos más ultras de la Iglesia. Pero tienen poca fuerza. Hay que tener en cuenta que la Iglesia en España ha estado siempre amparada en el Estado, lo que quiere decir que las cosas se han impuesto a la sociedad por métodos civiles y políticos. La Iglesia ha pretendido imponer siempre desde el Estado, como forma legal y coactiva, su moral (el aborto por ejemplo). No abortar porque está civilmente prohibido, no a los matrimonios gays porque el Estado prohíbe la homosexualidad, nada de la píldora de antes o del día después por las mismas razones. Incluso hasta su propia autofinanciación: no se basa en el convencimiento de los fieles por mantener a su Iglesia como se hace en cualquier otra sociedad. El mismo sistema de financiación que se ha impuesto ahora es coactivo porque al contribuyente no le cuesta nada poner la cruz en la declaración de la renta. En ningún club privado se paga la asignación desde los impuestos que tengo que pagar a la hacienda pública. En este sentido, la Iglesia, cuando menos la oficial, po- co puede ofrecer a una sociedad que es más democrática.

Pero desde el Evangelio, desde la religión en sentido más antropológico y teológico, ¿puede llegar algo, digamos motivaciones, impulsos para una regeneración ética o motivacional de la política?

Indudablemente que la religión va muy unida a la ética. Dostoyevsky decía en uno de los personajes de Los hermanos Karamázov: “si Dios no existe todo está permitido”. La sociedad hoy día se ha hecho mucho más racionalista y es mucho más difícil mantener un tema ético. Pero la prestación religiosa es más complicada porque va a depender de si crees o no crees. Pero yo tengo para mí que la religión a lo largo de la historia siempre ha sido ambivalente. Por una parte ha servido de potencial de desarrollo y crecimiento humano y por otra ha sido un instrumento brutal de represión. Y esto se ha dado en todas las religiones

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