jueves, marzo 28, 2024
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ANAFORA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Escrito por

Celebraciones
– Autor: Evaristo Villar –
 

ANÁFORA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
TEXTOS PARA LAS LECTURAS
ORACIÓN DE LA COMUNIDAD
Oración con el Universo

Oh Señor, yo te rezo con todo el Universo.
Yo solo ya no acierto; yo ya no sé quererte
ni sé lanzar el grito gigantesco que suba
hasta tu Silla y te haga asomarte a mirarme.

Pero el mundo te reza y yo me hundo en su río
para subir con él a traspasar tus nubes.
Quiero hacer inconsciente mi voz; hacerla digna
de estar entre las cosas para llamarte a ti.

Te rezo con la humilde sumisión de las cosas;
con la larga palabra de la lluvia, lamiendo
como una vaca el mundo y esfumando la angustia
de la arista y lo hueco en su bruma sonora;
con la oración del viento, que nunca se termina
y se olvida del rezo a fuerza de rezar;
con la exclamación verde del árbol, que levanta
a ti sus brazos desde su estatura de tiempo;
con la obediencia humilde y graciosa del pájaro
que canta entusiasmado y no sabe por qué;
con el insecto oscuro, que no sabe que existe;
con la sorpresa virgen del sol cada mañana
empezando de nuevo todo desde el principio;
con la constancia terca del mar contra la orilla
gritando, eterno y vano, igual que un toro ciego;
con las voces pequeñas de la hierba, que logra
teñir de verde el suelo a fuerza de humildad;
con el astro, en la misma órbita sin cansarse…

Con todo el Universo, que al moverse pronuncia
una sola palabra -tu Nombre- y ha olvidado
lo que quiere decir, a fuerza de decirla…

Llueve, Señor, un día en mis secos barbechos…
Yo quiero la constancia y humildad de las cosas
para rogarte siempre que bajes hasta mi…

José María Valverde

El ciego de Siloé

Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron:
– Maestro, ¿quién tuvo la culpa de que naciera ciego: él o sus padres?

Jesús contestó:
– Ni él ni sus padres. Está ciego para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tenemos que hacer las obras que nos encarga el que me envió; se acerca la noche, en que no se puede trabajar. Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo.

Entonces escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
– Ve a lavarte en la piscina de Siloé (que significa «el Enviado»).

El ciego fue entonces a lavarse y volvió con vista. Los vecinos y los que antes solían verle pedir limosna preguntaban:
– ¿No es ése el que se sentaba a pedir?

Unos decían:
– El mismo.

Otros, en cambio:
– No es él, pero se le parece.

Él respondía:
– Soy yo.

Entonces le preguntaban:
– ¿Cómo se te han abierto los ojos?

Contestó:
– Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuera a lavarme a Siloé; fui, me lavé y empecé a ver.

Le preguntaron:
– ¿Dónde está ése?

Contestó:
– No sé.

Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. (El día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos era sábado). Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había conseguido la vista. El les contestó:
– Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.

Algunos fariseos comentaban:
– Ese hombre no guarda el sábado; no puede venir de parte de Dios.

Pero otros replicaban:
– Y ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?

Estaban divididos y le preguntaron otra vez al ciego:
– A ti te ha abierto los ojos, ¿qué piensas tú de él?

Respondió:
– Que es un profeta.

Los dirigentes judíos no creyeron que antes era ciego y que había conseguido la vista hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
– ¿Es éste el hijo vuestro que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?

Contestaron los padres:
– Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es que ahora ve no lo sabemos, y quién le ha abierto los ojos, tampoco. Preguntádselo a él, que ya es mayor y puede explicarse.

Los padres contestaron así por miedo a los dirigentes judíos, porque éstos habían ya convenido en excomulgar a quien reconociera que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».

Llamaron otra vez al que había sido ciego y le dijeron:
– A nosotros nos consta que ese hombre es un pecador; reconócelo tú.

El contestó:
– Si es pecador o no, no lo sé; lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.

Insistieron:
– ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

Contestó:
– Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
– Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. A nosotros nos consta que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde procede.

Replicó él:
– Pues eso es lo raro, que no sepáis de dónde procede cuando me ha abierto lo ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y cumple su voluntad. Jamás se ha oído decir que nadie le haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no procediera de Dios, no podría hacer nada.

Le replicaron:
– Empecatado naciste de arriba abajo, ¡y vas tú a darnos lecciones a nosotros!
Y lo expulsaron.

Se enteró Jesús de que lo habían expulsado, fue a buscarlo y le preguntó:
– ¿Tú crees en el Hombre aquel?

Contestó:
– Dime quién es, Señor, para creer en él.

Jesús le dijo:
– Ya lo estás viendo, es el mismo que habla contigo.

Declaró él:
– Creo, Señor.
Y se postró ante él.

Jesús añadió:
-Yo he venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos.

Juan 9, 1-39

P. ¿Cómo podremos, Señor, bendecirte
y darte gracias a ti
que eres un Dios sorprendente y siempre nuevo,
nosotros, tan seguros en nuestras posiciones,
tan inmovilistas y reacios a lo desconocido?

A.. Tú, Señor, eres la luz que rasga las tinieblas,
tú vas siempre delante, abriendo camino,
dando la cara, rompiendo los sellos del futuro.

L1. Nosotros vivimos presos de la manía:
nos agarramos tozudamente a lo heredado,
conservamos como un tesoro las cosas viejas,
siempre avanzando en la historia
con la cabeza vuelta hacia el pasado.
¿No estamos corriendo el riesgo
de convertirnos en estatuas de sal?
¿No estamos olvidando aquella máxima de Jesús:
«Quien pone la mano en el arado
y vuelve la vista atrás,
no es digno de mi?»

A. Tú, Señor, eres lámpara para mis ojos inciertos,
luz y fortaleza para la indecisión de mis pasos.

L2. No somos la sal
que se disuelve en la tierra,
ni la luz que alumbra desde el candelero.
¿Por qué nos identificamos más con la roca
que afirma sus solidez en la tierra
que con la grácil silueta del ciervo
que se encarama en la montaña?
¿De dónde nos nace tanta firmeza
para mantener las viejas costumbres
y la inmovilidad de confusas tradiciones?

A. Hoy te damos gracias
y te bendecimos, Señor,
por los hombres y mujeres inquietos y buscadores
que, como el ciego de Jerusalén en Siloé,
están rompiendo las falsas seguridades del presente
y se abren con decisión a los nuevos signos
de nuestro tiempo.

L3. Así lo hizo Jesús y en ello le fue la vida:
rompió con las falsas tradiciones
del judaísmo de su tiempo
y abrió el espíritu humano
hacia lo desconocido del Reino.
Así lo hizo Tomás de Aquino
abriendo la razón cristiana
a la nueva enculturación del Islam y de Grecia.
Así lo están haciendo también hoy quienes,
desde el centro o desde la periferia
de esta nuestra Iglesia inmovilista,
están respondiendo a los desafíos históricos
de nuestros días y reaccionan
contra el neoliberalismo y las guerras del imperio.

P. Envíanos, Señor, tu Espíritu,
siempre nuevo y renovador, para que,
siguiendo estos bellos testimonios de nuestra historia,
podamos alabar tu sorprendente aventura,
cantando:

A. SANTO, SANTO, SANTO …
…………………………………….

P. Recordamos ahora a Jesús,
luz perenne sobre el candelero de la historia:
escuchemos su evangelio de las buenas noticias,
recordemos sus gestos inconformistas
y revolucionarios,
su vida antisistema y no exenta de conflictos,
en la que nos ofrece un camino
para avanzar hacia el Reino.

A. Jesús no se acomodó a las seguridades de su tiempo,
ni al orgullo de su raza,
ni al destino de su pueblo:
rompió las barreras de una religión privatizada,
apostó por la justicia más allá de la ley,
transgredió las tradiciones humanas,
declaró la guerra a todo lo caduco
y se abrió como la luz
al nuevo mundo de las bienaventuranzas.

L4. Jesús aceptó a cuerpo limpio el conflicto
con los poderes fácticos de su tiempo,
perdió la apuesta y le mataron en la cruz;
pero Dios Padre lo rehabilitó
y lo proclamó Señor de la historia.

P. Sobre la esperanza de tantas víctimas,
matadas por el Reino,
apoyamos hoy nuestra fe
y nos atrevemos a hacer en su memoria
los gestos que Jesús realizó
en la cena de despedida: ….
……………………………………..

A. Padre nuestro,
confesamos que en este pan y en este vino
está presente entre nosotros
el Espíritu de Jesús de Nazaret,
que nos amó hasta dar la vida por nuestra vida
y que nos prometió estar siempre a nuestro lado
hasta hacer de este mundo un reflejo de tu Reino.

L5. Te presentamos ahora
nuestras preocupaciones y necesidades:
Te presentamos esta comunidad nuestra
y te pedimos que esta etapa,
que estamos atravesando con éxito
y que nos está haciendo más responsables
y participativos,
no nos encierre en la seguridad
de una sociedad de amigos bien acomodada;
que nos abra desde la fe a los muchos retos
del mundo de hoy,
que nos asocie a la lucha por un mundo
y una sociedad más justos, más pacíficos y libres.

L6. Que los hombres y mujeres
que están luchando por un mundo en el que
se superen los odios y las guerras,
las injusticias y esclavitudes,los fundamentalismos, dogmatismos y exclusiones
nos tengan siempre como aliados
y compañeros de camino.

L7. Que nuestros familiares más cercanos,
los que han muerto, los enfermos,
y los que están más necesitados de esperanza,
especialmente nuestro obispo Pedro,
perseguido por la gran causa de la justicia,
encuentren en ti su refugio y consuelo.

A. Que consigamos, Señor, con tu ayuda:
superar nuestras falsas seguridades,
vencer la resistencia a escudriñar
los nuevos signos de nuestros días
y hacernos fieles compañeros de los que se ponen
del lado de los pobres,
de los marginados y excluidos.

P. Que la comunión en el Espíritu
y en la vida de Jesús
nos haga dignos de ti, Señor;
para que, intentando vivir como él vivió,
seamos para ti la comunidad de hombres y mujeres
en los que tú pones tus complacencias,
por los siglos de los siglos. Amén.

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